Una masiva delegación del PP inaugura la reforma de la Residencia de Estudiantes
Aznar condecora a Pepín Bello y sonríe ante las airadas protestas de 100 trabajadores de Sintel
Fue un gran acto social. El lugar conocido como los Altos del Hipódromo o El Cerro del Viento, rebautizado luego por Juan Ramón Jiménez como la Colina de los Chopos, la casa de los poetas del 27, la mítica Residencia de Estudiantes donde vivieron, aprendieron, crearon, amaron y soñaron Lorca, Buñuel, Alberti, Dalí, Emilio Prados, José Bello, Alberto Giménez Fraud, José Moreno Villa, Manuel Altolaguirre y otros fenómenos que, juntos y revueltos, construyeron la Edad de Plata española, recibió ayer un verdadero aluvión de personalidades de todos los ámbitos: político, cultural, económico, académico, mediático...
Era la inauguración de unas obras largamante anunciadas, que comenzaron en 1991 los arquitectos Estanislao Pérez Pita (fallecido hace unos meses y marido de Gloria García Lorca, sobrina del poeta) y Jerónimo Junquera, con el encargo de recuperar el espíritu de austera serenidad y tolerancia que había marcado el primer tercio del siglo en la calle del Pinar. La guerra civil destruyó ese ambiente, y la dictadura convirtió la residencia en un sitio de mucho lujo, arañas en el techo, muebles oscuros, pensamiento nulo y, finalmente, abandono y ruina.
La rehabilitación de los cuatro edificios que construyó Antonio Flórez en 1915 (el pabellón Trasatlántico, el Central y los Gemelos) y del jardín que diseñaron Javier Winthuysen y Juan Ramón Jiménez ha mantenido las estructuras originales, modernizado los elementos de decoración de interiores y ampliado la zona de los sótanos con una galería que comunica los cuatro volúmenes. Además, se ha recuperado el Jardín de las Adelfas que plantó Juan Ramón, y se ha reconstruido simbólicamente una parte del histórico Canalillo, que había desaparecido. Ahora, la residencia cuenta con 90 habitaciones destinadas a investigadores, creadores y becarios.
Uno de éstos, el músico Juan Manuel Artero, fue el encargado de cerrar el larguísimo (casi tres horas) acto de ayer con Una fanfarria con vistas, pieza compuesta y dirigida por él mismo, breve y de estirpe surrealista, que fue interpretada por músicos que aparecían y desaparecían en las ventanas del Pabellón Central.
El archivo de Altolaguirre
Antes de eso, el impresionante cortejo formado detrás de Aznar, su mujer y los directores de la Residencia (José García Velasco y su adjunta, Alicia Gómez Navarro) recorrió las dependencias restauradas, visitó palmo a palmo el jardín y vio la exposición del Archivo de Manuel Altolaguirre y su mujer, Concha Méndez, cedido por su hija Paloma e inaugurada ayer.
Todo ello, rodeados de enormes medidas de seguridad, aunque los trabajadores de Sintel se encontraban concentrados y vigilados por los antidisturbios a un centenar de metros, en el patio del Instituto Ramiro de Maeztu. Desde allí, lanzaban cánticos y ripios que arreciaron cuando llegó el matrimonio Aznar. El presidente se limitó a sonreír cuando oyó, entre otras cosas: 'Telefónica, asesina'; 'Arriba, abajo, el Gobierno nos quita el trabajo. Abajo, arriba, el Gobierno nos quita la vida'; 'España va bien, una mierda pal PP', o este otro eslogan, que seguro habría fascinado a Lorca: 'Que nos vengan a ver, que nos vengan a ver, esto no es un Gobierno, es una puta de cabaré'.
Babelia
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