Menos científicos
España gasta en actividades de investigación y desarrollo menos de la mitad de la media europea y aún es más bajo el número de investigadores respecto a su población. Ambos datos suponen una grave hipoteca para nuestro futuro. El retraso viene de lejos, pero, tras el avance registrado en los años ochenta, se ha reducido el esfuerzo en la última década. Son muchos los científicos jóvenes, con una formación comparable a la que tienen sus colegas de otros países, que no pueden realizar su trabajo por falta de oportunidades. El resultado es que abandonan, se desgastan inútilmente en la búsqueda de alguna plaza de investigador o emigran a países que les proporcionan un entorno más receptivo a la ciencia y acaban por aprovechar esa misma formación adquirida en nuestras universidades.
El Ministerio de Ciencia y Tecnología anunció un plan para dotar nuevas plazas de investigador con el fin de 'evitar la precariedad y la falta de perspectivas futuras que tenían hasta ahora los científicos'. Pero, como en muchas de sus iniciativas, la solución adoptada no se corresponde con la voluntad de resolver el problema. La inminente convocatoria del llamado Programa Ramón y Cajal prevé la contratación de 800 investigadores con el grado de doctor para este año y un total de 2.000 hasta el año 2003. Pero las condiciones de contratación no son las mejores. No se sabe qué ocurrirá con quienes hayan desarrollado su labor de forma competente durante los cinco años contratados y tampoco se garantiza suficientemente la financiación, que a partir del segundo año pasa a las comunidades autónomas, sin que se haya definido aún ningún compromiso con ellas. El desarrollo del plan supone un retroceso respecto de los esquemas previamente manejados por el mismo ministerio y dejan planteadas tantas incógnitas sobre su futuro como las que resuelven.
Difícilmente encontrará España una coyuntura tan favorable como la que ha tenido en los últimos años para afrontar con rigor y decisión nuestras deficiencias en investigación y desarrollo. Haber desaprovechado el tiempo para colmar estas deficiencias es lamentable. Aunque el número de estudiantes decrezca en el próximo futuro, las necesidades de I+D no dejarán de aumentar, como corresponde a un país desarrollado.
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