Una cadena de accidentes militares pone en aprietos a EE UU ante dos de sus aliados
Nueva Zelanda pide explicaciones urgentes a Washington por la muerte de un militar en Kuwait
El comandante neozelandés John McNutt y cinco militares estadounidenses murieron el lunes cuando un avión F-18 de la Marina de EE UU arrojó una bomba de 227 kilos de peso en la posición que ocupaban en el desierto kuwaití, cerca de la frontera con Irak. El aparato efectuaba un ejercicio y su piloto era el comandante del escuadrón VFA-37 del portaaviones Harry Truman, estacionado en el golfo Pérsico. Mientras el Pentágono situaba ayer al teniente general Mike DeLong al frente de su investigación, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, declaró: 'Tragedias como ésta ocurren sin aviso y por razones difíciles de comprender'. Lo malo para las Fuerzas Armadas de EE UU es que van tres desventuras de este tipo en menos de dos meses, con un total de 36 muertes. El 9 de febrero, el submarino nuclear Greenville hundió al pesquero japonés Ehime Maru, en aguas de Hawai. Según las investigaciones, la presencia a bordo de 16 civiles que efectuaban una excursión, y que incluso pilotaron el submarino en el momento de su brusca reaparición en la superficie, distrajo a los responsables del radar y el periscopio. Scott Waddle, comandante del Greenville, se sienta estos días en el banquillo de los acusados, en un juicio militar que se efectúa en la base de Pearl Harbor. El caso es seguido con mucha atención en Japón, donde el hundimiento del Ehime Maru ha resucitado profundos sentimientos contra la presencia militar de EE UU en la región.
El segundo accidente se produjo el pasado 3 de marzo, cuando un avión C-23 de la Guardia Nacional se estrelló en Georgia, con la muerte instantánea de sus 21 ocupantes, todos uniformados. Y la guinda llegó el lunes con el bombardeo por causas desconocidas del puesto militar del desierto kuwaití. 'Estamos, lógicamente, muy disgustados por lo ocurrido al comandante McNutt', declaró ayer la primera ministra neozelandesa Clark. Junto con Australia y Reino Unido, su país forma parte de los restos de la coalición antiiraquí liderada en su día por Washington.
Friendly fire (disparos procedentes de amigos) es la fórmula eufemística que el Pentágono utiliza para sucesos como el del lunes. El jeque Jaber al Hamad al Sabah, ministro de Defensa kuwaití, recordó ayer que, de hecho, la mayoría de bajas en las filas pronorteamericanas durante la guerra del Golfo procedieron del fuego amigo. Una vez, un avión norteamericano A-10 Warthog disparó un cohete contra dos carros de combate británicos, matando a nueve de sus ocupantes.
Carente de enemigos y guerras de envergadura, pero desplegado en todo el planeta y en permanente estado de alerta, el Ejército estadounidense se ha convertido en un elefante en una cacharrería. Italia recuerda con amargura que un avión estadounidense cortó en 1998 el cable de un teleférico en una estación de esquí, en febrero de 1998. En la caída de la cabina murieron 20 personas. El piloto fue absuelto en un consejo de guerra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.