Los Quince no temen el contagio al parón americano
Evitará Europa el contagio de la desaceleración económica en EE UU? A juzgar por las declaraciones oficiales lo logrará, a juzgar por los índices de confianza de consumidores y empresarios subsisten dudas de que se libre de padecer algunas consecuencias.
En los tres últimos años de la década el producto interior bruto (PIB) de la zona euro ha aumentado al ritmo medio anual de 2,8%, por encima de las tasas que alcanzó a principios de los noventa pero por debajo de EE UU. Entre 1997 y 2000 la superpotencia logró crecer al 4,6% anual. Ahora, en cambio, por primera vez desde 1991, el Viejo Continente crece con algo más de vigor que EE UU, que linda la recesión.
'Actualmente no hay ningún síntoma convincente de que la lentificación de la economía en EE UU tenga un significativo y duradero efecto de contagio sobre la economía de la zona euro en su conjunto', afirmaba el lunes pasado Wim Duisenberg, el presidente del Banco Central Europeo (BCE). En términos muy parecidos se han manifestado estas últimas semanas algunos responsables gubernamentales europeos.
Aunque a veces revelan que la cadencia ha aflojado ligeramente, los datos más recientes sobre el área del euro son alentadores. Francia, por ejemplo, ha crecido más deprisa en el último trimestre de 2000 (0,9%) que durante el resto del año. Otro tanto ha sucedido en Italia, el 'farolillo rojo' de la expansión, que duplicó en 2000 su tasa de crecimiento anterior hasta alcanzar el 2,8%. Holanda reiteró sus éxitos con un 3,9%, colocándose justo por debajo de España (4,1%).
Las previsiones de los bancos y de las instituciones internacionales apuntan a que en 2001 se repetirán estos porcentajes con, acaso, una leve inflexión a la baja. Los periódicos e institutos de investigación que colaboran con el diario Financial Times auguraban el jueves que el crecimiento del conjunto de la zona euro sería del 2,8%. Goldman Sachs rebaja este pronóstico hasta el 2,6%. El Deutsche Bank vaticina incluso que si en EE UU el crecimiento fuese nulo, en el área del euro sería todavía positivo (2%).
Los índices de confianza de consumidores y empresarios que publican diversas instituciones, el último el que la Comisión Europea dio a conocer el 2 de marzo, registran, sin embargo, desde principios de año, una caída continuada en todos los países del área excepto en Irlanda, el que experimenta la expansión más robusta.
La mayoría de los economistas coinciden en que una recesión del otro lado del Atlántico mermará la vitalidad del crecimiento europeo pero mucho menos que en otras regiones del mundo más dependientes de EE UU, como América Latina y Asia. Enumeran hasta cuatro poderosas razones para explicar que no habrá contagio.
La primera la recordaba el propio Duisenberg: 'La actividad económica de la zona se determina principalmente en función de factores domésticos'. En claro, los países que han adoptado la moneda única efectúan entre ellos el 84% de sus intercambios comerciales. El comercio con EE UU representa menos del 2,5% del total de sus intercambios.
El principal perjuicio para las empresas europeas consistirá, en realidad, en la caída de los beneficios de sus filiales transatlánticas en las que han invertido masivamente estos últimos años. Las ventas de las sucursales de multinacionales alemanas en EE UU quintuplican, por ejemplo, las exportaciones alemanas a ese país.
La economía europea es además mucho menos dependiente que la norteamericana de los mercados financieros. Éstos proporcionan el 75% de la financiación de las empresas estadounidenses y tan sólo el 30% de las europeas. Los consumidores europeos no modulan, a diferencia de los norteamericanos, su comportamiento en función de las subidas y bajadas de la bolsa. 'El único factor que podría hacer descarrilar la maquinaria europea sería un crash bursátil en EE UU', escribe el economista francés Jean-Paul Fitoussi.
El consumo debería también mantener su actual pujanza en el Viejo Continente. Las rebajas de impuestos previstas para los próximos años, que equivalen al 0,7% del PIB, tendrán un impacto positivo junto con un probable repunte del euro frente al dólar que abaratará las importaciones.
El peso del sector de las nuevas tecnologías, el que padece la peor racha, es, por último, algo menor en Europa (4,2% del PIB) que en EE UU (6,8%).
De ahí a soñar con que la vieja Europa se convertirá en la 'locomotora' de la economía mundial, hay un gran paso que pocos economistas se han atrevido a dar. A aquellos que lo han hecho, Didier Reynders, el ministro belga que encabeza el eurogrupo, les recuerda que 'el potencial de la zona euro no debe ahora ser sobreestimado después de haber sido subestimado durante largo tiempo'.
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