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Quince años negros

Isabel Ferrer

A pesar de su estoicismo y capacidad de encaje, a los ganaderos británicos no ha podido irles peor en los últimos quince años. Después de contemplar la destrucción de casi cinco millones de reses afectadas por la enfermedad de las vacas locas y asistir impotentes al hundimiento del mercado cárnico interior, llega ahora una epidemia de fiebre aftosa que amenaza con arruinar a muchos de los que habían comprado cerdos y ovejas cansados de llevar terneras con encefalopatía espongiforme bovina (EEB) al matadero.

Ambas crisis pueden medirse en elevados costes y desánimo, en especial la primera, y el Gobierno laborista, empeñado en ganar las próximas elecciones generales, se muestra dispuesto a indemnizar a los propietarios adecuadamente porque no quiere que el desencanto del campo se interponga en su camino.

Desde que, en 1986, fuera reconocida oficialmente la encefalopatía bovina como una enfermedad que debía ser notificada a las autoridades sanitarias, la cuenta de pérdidas del sector ganadero y los gastos derivados del cuidado de las 94 personas fallecidas o infectadas hasta hoy, así como las investigaciones científicas sobre el mal y las compensaciones a los ganaderos con animales enfermos, suma 6.000 millones de libras (1,5 billones de pesetas). En este monto total destacan tres cifras: 3.400 millones de libras invertidos en erradicar la encefalopatía de la cabaña nacional, 2.000 millones en exportaciones prohibidas y perdidas y otros 140 millones de libras recibidos por las granjas por sus vacas sacrificadas.

Si bien es difícil saber cuántos trabajadores han abandonado para siempre el negocio -muchos optaron por olvidarse de las reses y criar en su lugar otros animales-, la Unión de Granjeros admite sin rubor que el sector cárnico está lejos de haberse recuperado de la crisis de las vacas locas.

Con todo, la encefalopatía produjo más ira que desánimo entre los criadores. El cierre de los mercados europeos y mundiales y el veto de la UE a las exportaciones británicas dotaron a la crisis de un componente de lucha hoy ausente en el brote de fiebre aftosa. Y ello a pesar de que esta nueva plaga obliga a sacrificar a cerdos y ovejas además de vacas. Si las cifras apuntadas de nuevo por la Unión de Granjeros se mantienen, de no contenerse a tiempo la infección, sus estragos pueden costarle al sector ganadero hasta 2.000 millones de libras (cerca de 60.000 puestos de trabajo, sólo en la granja, se perderían además si continúa propagándose por el Reino Unido al ritmo actual). Hasta el precio de la tierra y de las propiedades en el campo, que había bajado en los últimos años, está ahora 'por los suelos', según las inmobiliarias especializadas en este sector.

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