El peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás
Una exposición en Atenas recuerda el arte contestatario que, en los sesenta y setenta, defendió los principios de la democracia y se enfrentó a las dictaduras en España, Portugal y Grecia
A primera vista, el retrato mordaz de Franco pintado por Fernando Botero, las estampas del Che Guevara creadas por el griego Tassos y las pinturas de Paula Rego, alegorías del oscurantismo moral de la dictadura portuguesa, no tienen mucho en común. En realidad, las tres obras surgen del turbio clima cultural de los últimos días de las autocracias en tres países del sur de Europa, cuando España, Grecia y Portugal fueron anomalías en el rincón occidental del mapa europeo, una mancha oscura en un continente que, pese a las heridas de las guerras mundiales y los estragos de la Guerra Fría, quería liderar la marcha hacia el futuro guiado por los principios de la democracia liberal.
Sus regímenes respectivos también generaron un arte politizado y contestatario al que los museos e instituciones actuales no siempre prestan la atención que merece, tal vez por la errónea percepción de que ha envejecido mal. Una exposición en la Galería Nacional de Atenas desmiente ese prejuicio: el arte surgido en los países del Mediterráneo bajo las dictaduras de ese pasado reciente sigue teniendo algo que decir en el presente. En total, la muestra reúne 140 obras de 55 artistas, realizadas en los años sesenta y setenta, y en algunos casos prestadas por museos españoles como el Reina Sofía o el Macba. En ellas emergen parecidos insospechados: una pieza de Equipo Crónica sobre la policía secreta del franquismo y otra del griego Yannis Gaitis coinciden en representar el fascismo como un rostro sin ojos, como si fueran obras gemelas.
Los artistas recurrieron a técnicas y estilos diversos para desafiar los tentáculos de la dictadura, desde el realismo social y la abstracción geométrica hasta el happening que hacía estragos en los círculos más vanguardistas. Pero puede que lo más llamativo sea el uso del pop art, lenguaje estrechamente ligado a la sociedad de consumo, que algunos transformaron en herramienta para plasmar la violencia de esos regímenes. Un ejemplo es Giorgos Ioannou, quien documentó la brutal represión de la revuelta estudiantil del Politécnico de Atenas en 1973 con una estética similar a la de Roy Lichtenstein, aunque despojada de la iconografía de la cultura pop y sustituida por escenas de castigo y muerte.
La influencia de la cultura religiosa del sur de Europa también se hace patente en algunas de estas obras. En el citado grabado de madera del Che creado por Tassos, el líder cubano adopta los rasgos de Jesucristo sacrificado en la cruz. La iconografía cristiana, con sus santos y mártires, se utiliza para glorificar a los disidentes ejecutados. Una pintura de Marios Vatzias transforma a los estudiantes asesinados en la revuelta del Politécnico de Atenas en figuras de arcángel. También se parecen en sus finales, de los que dejan constancia obras que apuntan al carácter crepuscular y decadente de esos regímenes: las dictaduras en Grecia, Portugal y España llegaron a su fin en un lapso de año y medio, entre la Revolución de los Claveles en abril de 1974 y la muerte de Franco en noviembre de 1975, de la que este año se cumple medio siglo.
¿Un arte del pasado? No está nada claro. La exposición dialoga con el presente en un contexto complejo para las democracias occidentales, marcado por el auge de nuevos extremismos y líderes autocráticos. Hacia el final emerge la figura de Rika Pana, artista griega aún activa a sus 95 años, cuya obra atraviesa los grandes traumas históricos de su país: la ocupación alemana, la Guerra Civil de los años cuarenta y la dictadura que se mantuvo en el poder hasta 1974. Su mirada al Partenón se aleja de la imagen triunfalista, de cielos azules y piedra impoluta, que suele dominar el imaginario cultural griego. En sus cuadros, el monumento recuerda más bien a los vestigios de un castillo medieval en ruinas, como si Pana señalara la fragilidad de un sistema de gobierno que sigue siendo el peor de todos, a excepción de los demás; un artefacto inestable cuya esperanza de vida ya no parece infinita.
‘Democracy’. Galería Nacional de Atenas. Hasta el 2 de febrero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.