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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA contra todos

Iñaki Totorika es el décimo miembro de la Ertzaintza asesinado por ETA. El hecho de que uniera la condición de militante del PNV y afiliado al sindicato UGT, le convierte en un símbolo de la realidad plural de Euskadi. Es evidente la intención de condicionar la política vasca, en general, y la de los nacionalistas, en particular, en este atentado cometido por ETA en las vísperas de unas elecciones de las que por primera vez resulta verosímil que pueda salir un Gobierno vasco sin nacionalistas. El robo de una gran cantidad de explosivos en Francia, el recrudecimiento de la ofensiva contra los medios de comunicación, las detenciones por la policía vasca y las fuerzas de seguridad del Estado de varios miembros de ETA y dirigentes de sus tramas civiles, son otros acontecimientos que marcan estas semanas decisivas que se están viviendo en el País Vasco.

ETA ha ido modificando sus fines de acuerdo con las circunstancias, pero hay dos objetivos que han marcado siempre su actuación: demostrar la necesidad y eficacia de la violencia para condicionar la política y sustituir al PNV como fuerza hegemónica de la comunidad nacionalista. Para ETA, tan importante como el fin es demostrar que ha sido alcanzado merced a su intervención; no sólo importa que el PNV pase a cuestionarse la vía estatutaria, sino que pueda establecerse una vinculación entre ese cuestionamiento y los ataques de ETA a los nacionalistas. En un texto interno de 1997 llamado Karramarro 2, del que la prensa se hizo eco en su día, los teóricos de KAS se felicitaban de haber conseguido 'remover en cierta medida la posición del PNV tanto mediante la incidencia política de ETA como gracias a la presión de la kale borroka'.

En otro texto de los años noventa, en el que se pasaba revista a las iniciativas tomadas para 'cambiar la relación de fuerzas', se recordaba que se hizo saber 'con claridad' a los dirigentes del PNV que 'si seguían por la vía de España se situarían entre ETA y España, y que eso traería consecuencias directas'. Entre las consecuencias constatables destacan los 179 ataques que en esos años se produjeron contra sedes, coches y negocios de militantes del PNV, así como los asesinatos de los ertzainas Joseba Goikoetxea (1993) y Ramón Doral (1996), y los repetidos intentos de atentar contra el consejero de Interior, Juan María Atutxa. Esos ataques sólo cesaron cuando el PNV inició los contactos con ETA que culminarían en el acuerdo negociado en el verano de 1998.

Entre el material capturado al comando Vizcaya hace algunos meses se encontraron órdenes de García Gaztelu -el jefe etarra detenido hace dos semanas en Anglet- de reunir información para posibles atentados contra mandos de la policía vasca, 'dependiendo de la coyuntura'. La coyuntura actual está determinada por la convocatoria electoral y las dudas del PNV sobre el camino a seguir y por la participación de la policía vasca en la detención de miembros del comando Donosti tras el atentado de Martutene. Las recientes agresiones de la kale borroka a dos concejales del PNV en Guipúzcoa y las declaraciones de Otegi, portavoz de EH, contra Anasagasti por el apoyo del diputado nacionalista a las detenciones de los jefes de Haika (la rama juvenil del asunto) completan el panorama.

Por eso resultaba ayer tan patética la imagen de Ibarretxe pidiendo 'por favor' a los de EH que repudien los asesinatos de ETA. Y menos mal que retiró a última hora la convocatoria para una manifestación que debía celebrarse hoy contra ETA y contra aquellos a los que ETA ataca. La pretensión de impunidad con la que se entrenan para matar los encapuchados tiene mucho que ver con los mensajes equidistantes del nacionalismo: con su obsesión por considerar que todos los fines, hasta los que sólo serían realizables mediante la imposición, son legítimos y por defender que tras el terror de ETA existe un problema político que requiere una negociación en que se dé la razón a las pretensiones que el nacionalismo pacífico dice compartir con el nacionalismo fascista.

Lo ocurrido ayer en Hernani es un paso más en la escalada para culminar la lucha callejera de los alevines con un asesinato. La Ertzaintza ha logrado detener a algunos de los implicados en el crimen. ¿Sigue pensando la dirección del PNV que la detención de los instigadores de la kale borroka es 'una garzonada que obedece a impulsos político-electorales'? Y el robo de 1.600 kilos de dinamita en Grenoble, en una acción idéntica a la realizada en Bretaña y que sirvió para preparar 20 coches bomba como el de Hernani, ¿lo considerará algún dirigente una nueva machada?

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