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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Madrid, sin cerveceras

Me parece mentira. Nada se comenta en la prensa local, o en las secciones dedicadas a Madrid de nuestros grandes diarios de difusión nacional, respecto a ese desmantelamiento industrial por el cual nuestra querida urbe capitalina puede quedarse sin fábricas de cervezas.

Uno de los grandes beneficios que tuvo Madrid, desde su denominación como sede oficial para la corte de Felipe II, fue, precisamente, la riqueza de sus aguas. Más en concreto, visto el débil afluente del castizo Manzanares e independientemente de los numerosos pozos, es preciso tener en cuenta esa importante decisión de otra buena reina, Isabel II. No en balde fue ella quien decidiera traer las aguas del serrano río Lozoya hasta el centro de la villa. Después, el desarrollo industrial hizo el resto.

Por tantas razones históricas, Madrid llegó a contar con varias fábricas de excelente cerveza. Se dice, repasando el siglo XIX, que la cervecería Santa Bárbara, en la calle de Hortaleza, 148, es la primera en establecerse en Madrid, año 1815. Después Casimiro Mahou García, en la calle de Amaniel, 29, sobre el año 1890. Ya entrado el siglo XX, la sociedad anónima El Águila se establece en 1903, entre las calles de Vara del Rey y del General Lacy; siendo la última en establecerse Henninger Española, SA, junto al aeropuerto de Barajas, por el año 1964.

Después, y en el transcurrir de los años, gracias a las buenas materias primas, ricos cereales y lúpulos españoles, más el agua potable de Madrid, se generaliza el consumo de cerveza entre los madrileños en cualquier época del año. Hasta que, a finales del siglo XX, la ruptura de fronteras físicas y económicas en Europa permite la circulación del capital extranjero por todos los países que integran nuestro continente.

Llegan, así, las multinacionales europeas, con marcas cerveceras de prestigio mundial, para reorganizar el sector cervecero nacional mediante fusiones por absorción.

De esta forma, vertiginosa tal y como son los tiempos, Madrid capital se queda poco a poco sin sus originales fábricas de cerveza y hielo. SA El Águila, dependiente de la holandesa Heineken, sigue produciendo mosto en San Sebastián de los Reyes, y los herederos de Mahou -adscritos al grupo francés Danone- pasan a elaborar el rubio líquido de cremosa espuma blanca en Alovera (Guadalajara). Queda por tanto, entre los distritos municipales de la capital del Estado, la pequeña cervecera de original nombre alemán, luego embotelladora de la americana Schlitz y muchos años después envasando la andaluza Cruzcampo a orillas del aeropuerto madrileño; concretamente en el polígono industrial de Las Mercedes.

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Ahora, cuando pronto se van a cumplir cuarenta años desde la fundación de Henninger Española, SA, con un moderno proyecto desarrollado por los arquitectos Salvador Gayarre y Rafael Leoz, la recientemente creada Heineken España, SA (merced la fusión de SA El Águila con el Grupo Cruzcampo, SA) se anuncia la venta de esta última cervecera que continúa en Madrid, por imposición del Tribunal de la Competencia. Todavía no se sabe en los medios económicos, ni se cita mucho en la prensa matritense, cómo quedará tan importante reforma del sector cervecero nacional. Y duele, como madrileño, que algo tan intrínseco del castizo Madrid, la caña de cerveza con tapa, deba elaborarse lejos.

Quede así, pues, mi pensamiento de queja, cuando veo a vascos, andaluces, gallegos y catalanes defender su moderna industria. Sigue pesando sobre Madrid el incongruente pecado del todo omnipresente centralismo, como si de esa culpa fuéramos responsables los propios madrileños. No sé si será porque nuestros gobernantes centrales no son todos naturales de esta tierra, o prohijados como han sido quienes llegaron emigrados a Madrid -capital o provincia- en busca de un buen trabajo y mejor estabilidad económica familiar.

Pero mi Madrid se queda sin cerveceras, como yo me quedé sin abuela.

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