El recorte fiscal de Bush desata la primera gran batalla entre republicanos y demócratas
El presidente marcó puntos importantes ante la opinión pública con su debú en el Congreso. Según un sondeo de la cadena CBS, el 88% de los que vieron su discurso en la pequeña pantalla declaraban ayer que el presidente comparte sus prioridades, un porcentaje que es del 62% en el conjunto de los encuestados, siguieran o no la intervención. La primera aparición del político tejano a la hora del prime time televisivo consiguió subir hasta el 67% el apoyo ciudadano global a su plan de recorte de impuestos.
Pero Bush no tiene asegurada una mayoría en ambas Cámaras para su oferta fiscal. 'En 1981 otro carismático presidente republicano [Ronald Reagan] consiguió que el Congreso aprobara un recorte de impuestos que tenía buen aspecto, pero que sumió a EE UU en largos años de déficit presupuestarios y mal estado de la economía', advirtió ayer el congresista demócrata Charles Rangel. En su discurso, Bush comparó su recorte con los efectuados por el demócrata John Kennedy y por el republicano Reagan, pero la oposición se ceñía ayer al segundo antecedente.
La combinación reaganiana de rebaja fiscal e incremento del gasto militar sumió a EE UU 'en una era de déficit colosal', dijo Robert Byrd. Este influyente senador demócrata recordó que en 1981 él fue de los que creyeron que había que darle 'una oportunidad' a Reagan, pero anunció que ahora no piensa repetir 'ese error'. Los demócratas no se oponen tanto a la idea de Bush como a su tamaño. Tom Daschle y Dick Gephardt, sus líderes parlamentarios, proponen un plan alternativo para rebajar en 900.000 millones de dólares la presión fiscal en una década.
El Partido Demócrata felicitó ayer a Bush por el tono centrista de su discurso y por otras de sus propuestas. En la sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes, los demócratas, incluidos los senadores Hillary Clinton y Edward Kennedy, se unieron varias veces a los republicanos para aplaudir de pie al presidente. Por ejemplo, cuando anunció un incremento del 11% en el gasto de educación (el mayor de su proyecto de presupuestos para 2002) y la multiplicación por dos del dinero destinado a investigación médica en el Instituto Nacional de Salud.
Demócratas y republicanos también compartieron ovaciones a Bush cuando anunció una subida de sueldos de los militares. Defendió sus planes para que EE UU se dote de un escudo contra misiles (NMD), reduzca drásticamente su arsenal nuclear y efectúe una revisión completa de sus objetivos estratégicos y necesidades armamentísticas. Entretanto, Bush destina a Defensa la misma cantidad que tenía prevista Bill Clinton: 310.000 millones de dólares. Lo que piensa gastarse de más en los ensayos del NMD y en la investigación de otras nuevas tecnologías lo sacará de cerrar varias bases militares.
Bush arrancó una primera carcajada cuando reconoció que republicanos y demócratas están casi empatados en el Congreso, lo que le obliga a hacer malabarismos para contentar a todos. Haciendo de la necesidad virtud, presentó luego un programa centrista. Hasta en sus declaraciones filosóficas se hizo eco de la tercera vía entre progresistas y conservadores de Clinton. 'El Gobierno', dijo Bush, 'debe ser activo pero limitado; comprometido pero no aplastante'.
El mandatario enunció prioridades típicas de un presidente demócrata: mejorar la educación pública, garantizar la cobertura farmacéutica para los jubilados, incrementar la investigación médica y terminar con la odiosa práctica policial (racial profiling) de considerar sospechosos a los miembros de las minorías étnicas y culturales. Por primera vez en la historia de estas comparecencias anuales en el Capitolio, Bush empleó el castellano. 'Juntos podemos', dijo al invitar a los dos parti-dos a cooperar en esa agenda.Bush aseguró que ha comprendido que al Congreso y al pueblo les preocupan mucho la reducción de la deuda nacional, y presentó un plan para abonarla en sus dos terceras partes en 10 años. Fue entonces cuando dijo que tenía 'una buena noticia': todavía quedará dinero para bajar los impuestos. La respuesta demócrata fue negativa. Según el senador Daschle, el recorte de impuestos 'es demasiado grande, favorece a los ricos y está basado en proyecciones demasiado optimistas sobre futuros superávit'. La batalla durará meses.
Una imagen presidencial
'Bush juró el cargo el 20 de enero, pero realmente se convirtió en presidente la pasada noche', escribió ayer Tom Shales en The Washington Post. En su primer discurso televisado desde el Congreso, Bush, señaló Shales, estuvo 'presidencial' y consiguió 'ganarse la bienvenida en los hogares norteamericanos'. De la misma opinión fue Bill Schneider, el veterano analista político de la cadena CNN, que otorgó un notable al debú del presidente Bush en el Congreso. El político de Tejas, según Schneider, exhibió 'su lado encantador' y adoptó todo el tiempo 'un tono conciliatorio con los demócratas'. El hábito hace al monje, sobre todo si ese hábito es el de titular de la Casa Blanca. A los 40 días de su toma de posesión, el Bush algo balbuceante y crispado de la campaña electoral dio paso en la noche del martes al miércoles a un personaje relajado, razonable y seguro de sí mismo. Alguien con un toque de sencillez y humor que, como señalaban ayer los especialistas en la relación entre la política y la televisión, resultó agradable en su primera irrupción en directo en el horario de máxima audiencia de la televisión estadounidense. Para asombro de la crítica y el público, Bush no se trabucó con las palabras ni perdió el hilo. Dan Rather detectó de inmediato en CBS que algo importante estaba ocurriendo. Bush, dijo Rather, 'siempre sorprende a la gente por superar las expectativas'. Su intervención ante el Congreso, añadió el famoso presentador televisivo, demuestra que ha 'mejorado espectacularmente sus cualidades de orador en los últimos seis meses'. El que muchos le crean un patán es el arma secreta de Bush. Como en otros casos, y el de Ronald Reagan es el más evidente, menospreciar a este político es hacerle un favor. Mientras el ex presidente Bill Clinton sigue hundido en los escándalos, y el Partido Demócrata, en el vacío de liderazgo, Bush habló en un Capitolio presidido por primera vez en medio siglo por tres republicanos: el titular de la Casa Blanca, el vicepresidente y líder del Senado y el presidente de la Cámara de Representantes.
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