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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Interiores de Moncloa

El ministro que más ha cambiado de cartera ha sustituido al más estable. Mariano Rajoy, que ha sido titular de Administraciones Públicas, Educación y Cultura y Presidencia, además de ocuparse de dirigir dos campañas electorales, cubrirá el hueco dejado en Interior por Jaime Mayor Oreja, el único ministro de Aznar que ha permanecido en el mismo puesto desde 1996, cuando los conservadores ganaron las primeras elecciones generales. El presidente ha zanjado los cambios motivados por la designación de Mayor como candidato a lehendakari a su estilo: con mutismo (nadie había previsto esta combinación), siguiendo el principio de actuación mínima y aplicando el criterio de la fidelidad personal. Con la novedad, sin embargo, de afectar sutilmente a la jerarquía interna del Gobierno en un periodo en el que deberá plantearse necesariamente la cuestión de quién será, tras el autodescarte de Aznar, el futuro candidato del PP a La Moncloa.

Entre cambiar mucho o poco, el presidente ha elegido lo segundo. La idea de aprovechar la remodelación para sustituir a los ministros más abrasados, especialmente los de Sanidad y Agricultura, ha sido desechada, y nadie podrá mostrar sorpresa: está en el estilo presidencial evitar cualquier apariencia de que se deja impresionar. La hipótesis de sustituir a Mayor Oreja por otro especialista en materia antiterrorista como Javier Zarzalejos tampoco ha prosperado. Se ignora si por reticencias de Mayor o porque Aznar prefiere tenerlo donde está, como asesor suyo en la materia.

Reflejo de la importancia concedida al Ministerio del Interior (del que depende la política antiterrorista y la de inmigración) es que el nuevo ministro mantiene la condición de vicepresidente primero. Ello plantea dudas sobre la funcionalidad del cambio. La tarea de coordinación entre departamentos que asumía el vicepresidente político iba unida hasta ahora a la condición de ministro de la Presidencia. Esta cartera, especialmente diseñada para alguien de la confianza personal del presidente -y de la que depende, por ejemplo, la televisión pública-, pasa ahora a Juan José Lucas.Pero no se sabe si será él, en cuanto ministro de la Presidencia, o Rajoy, en cuanto vicepresidente, quien se responsabilizará a partir de ahora de la coordinación entre los ministerios políticos.

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En todo caso, hay una mayor acumulación de poder en La Moncloa. Mayor Oreja, el ministro más valorado según las encuestas, tiene un peso político por sí mismo que le daba cierta autonomía respecto a Aznar. Rajoy ha acreditado en su movida trayectoria ministerial amplia capacidad para adaptarse a las diversas encomiendas, pero es dudoso que tenga de entrada la autoridad que adquiriró Mayor en el principal cometido de Interior: la política antiterrorista.

Rajoy comparte con él un cierto estilo moderado, aunque los orígenes fraguistas del primero contrastan con los centristas del otro. Ese centrismo no ha sido sinónimo de debilidad en los planteamientos. Al revés: la combinación entre discurso calmado y firmeza de fondo es probablemente el secreto de su popularidad. Otros ministros del Interior llegaron a cotizar muy arriba en las encuestas, pero no les duró tanto tiempo la buena imagen. Su mérito principal ha sido debilitar ante la opinión pública mitos tan arraigados como el de la contraposición entre medidas políticas y policiales, el de la imposibilidad de vencer al terrorismo (y su corolario, la necesidad de pactar con sus representantes, repartiendo la razón entre las partes) y el de la inevitabilidad de la presencia del PNV al frente del Gobierno vasco.

Mayor deja el ministerio cuando esa popularidad comenzaba a declinar entre sectores de centro-izquierda a cuenta de su actitud en relación a la reforma de la Ley de Extranjería, a la que se ha empeñado en dar un sesgo excesivamente policial, confirmando aquel desastroso episodio de la expulsión de un centenar de inmigrantes africanos sedados. Sus aciertos generales en la conducción de la política antiterrorista no han evitado algunas sombras. El tiempo ha demostrado que acertó al desconfiar de la tregua de ETA, pero no fue capaz de evitar que las fuerzas de seguridad relajaran durante ese periodo su actividad de investigación, lo que permitió a los terroristas recomponer sus redes sin ningún coste. También se ha revelado como contraproducente su empeño en convertir al PNV en aliado del PP en l996, excluyendo del pacto de legislatura cualquier compromiso sobre política antiterrorista.

En los últimos tiempos se le ha criticado que siguiera siendo ministro del Interior cuando era notorio que sería el candidato del PP en las elecciones vascas. El reproche tenía sentido, aunque la negativa de Ibarretxe a anticipar las elecciones en una insalvable situación de minoría parlamentaria pueda explicar la resistencia de Mayor. Sin embargo, en más de una ocasión se han mezclado de forma peligrosa ante la opinión pública sus papeles de ministro del Interior y de candidato in péctore.

Ayer fue oficialmente nombrado candidato a lehendakari. Ya lo fue en otras dos elecciones autonómicas, las de 1990 y 1994. En estos once años el PP ha pasado del 8% al 20%, y al menos desde las elecciones de 1998 viene defendiendo una estrategia de alianza con los socialistas para forjar una mayoría alternativa a la nacionalista. Es evidente que la tarea prioritaria del futuro Gobierno vasco será combatir a ETA y garantizar las libertades de todos los ciudadanos. Para ello debe mejorar la relación entre Vitoria y Madrid, y especialmente la coordinación entre la Ertzaintza y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, cualquiera que sea el ganador de las elecciones.

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