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Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
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Cambiar el rumbo de las enseñanzas médicas y de enfermería

Un observador atento de las facultades de Medicina y Enfermería no dejará de sentirse preocupado por la frecuencia con que la totalidad de su sistema educativo está aislado de los servicios de asistencia sanitaria. En efecto, estas facultades son las proverbiales torres de marfil en las que se prepara a los alumnos para un nivel académico elevado, confuso, mal definido y calificado de internacional, pero olvidando totalmente las apremiantes necesidades sanitarias de la comunidad. No se prepara a los futuros médicos y enfermeros para que cuiden de la salud de la población, sino para un ejercicio profesional que cierra los ojos ante todo lo que no sea la enfermedad y la tecnología con que tratarla.

Una tecnología cuyo coste, ya astronómico, va en continuo aumento, orientada hacia un número de personas cada vez menor, cuya selección no responde tanto a un criterio de interés social como a los intereses de la propia tecnología médica; hacia los casos raros, poco frecuentes en la práctica, más que con los problemas de salud normales de la población; los forman para que curen más bien que para que cuiden. Cuando se habla de ejercer la medicina casi no se piensa más que en la medicina curativa, y los médicos se preparan, sobre todo, para tratar la enfermedad como un episodio de la vida del enfermo, pero prestan poquísima atención al hombre en su totalidad y a su interacción con la sociedad en la que vive.

Las facultades preparan para un ejercicio profesional en el que se parte del supuesto de que la mejor asistencia médica es aquella en que los médicos de mayor competencia científican que le apliquen a cada individuo, en las instituciones más especializadas, todo el saber médico actual. Pero con este criterio, 'la calidad' puede inducir a un razonamiento peligroso, que sirve de base para que las intervenciones sanitarias sean cada vez más especializadas, y para que la enseñanza de la medicina se aparte de las necesidades y de los problemas sanitarios de la población, orientándose hacia técnicas costosas cuya eficacia y rendimiento son manifiestamente cada vez menores.

A pesar de la 'calidad' y 'excelencia' del ejercicio de la medicina, los costes aumentan de tal manera que hasta las sociedades más ricas encuentran dificultades para sufragarlas, y los niveles mundiales de salud y bienestar están en declive: la expectativa de vida vuelve a descender; las tasas de cáncer se elevan; las enfermedades cardiovasculares se multiplican; las drogas, el alcohol, el tabaco, los accidentes de tráfico producen hoy día más muertes que todas las epidemias juntas en siglos anteriores.

La sociedad, que es en definitiva quien paga, espera que se preparen médicos para satisfacer las aspiraciones sociales, relativas a la salud y de atender la demanda de asistencia de la comunidad en la que prestan servicio. Las facultades deben preparar médicos y enfermeros que trabajen en y para la sociedad.

Los que tienen a su cargo la salud de la sociedad sólo podrán llevar a cabo una labor convincente de desarrollo social y de promoción de la salud (se dice promoción de la salud y no de los servicios sanitarios), si obran para servir los intereses sociales de la mayoría de la población.

La formación en las facultades ha de orientarse hacia la satisfacción de las necesidades sanitarias de la comunidad, más bien que hacia la satisfacción de intereses profesionales; para este tipo de formación es necesario utilizar en el aprendizaje a la comunidad entera, y el hospital se ha de considerar como un lugar para el estudio de una fase determinada del proceso de la enfermedad. Con una enseñanza basada en los hospitales no es posible formar médicos y enfermeros con una orientación sanitaria comunitaria, que tenga un verdadero sentido social.

Con el actual modelo, los médicos y enfermeros piensan y actúan más en función de la enfermedad que en función de la salud, más en función del individuo enfermo que de la familia y la comunidad y aplican más técnicas de cura y rehabilitación que técnicas de prevención y promoción de la salud. Es ésa la ideología médica dominante que se enseña en las facultades de Medicina y de Enfermería, de la cual se benefician las multinacionales del sector y los lobbys profesionales.

Por ello, se potencia excesivamente el sector hospitalario en detrimento de la atención primaria (que actualmente necesita mucha inversión económica y de personal), y eso no sólo confunde a la población, sino, lo que es más grave, no resuelve los problemas sanitarios en que estamos inmersos.

Así pues, se deben reformar radicalmente los planes de estudios, con el objetivo de que los médicos y enfermeros nuevos tengan la formación adecuada para atender las verdaderas necesidades sanitarias de la sociedad en que deberán ejercer su profesión.

Valentín Hernández Vaquero es responsable del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del hospital Nuestra Señora de la Candelaria, de Tenerife.

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