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Los laboristas israelíes dudan de un pacto con el Likud

El Partido Laborista está sumido en un caos absoluto; nadie sabe con exactitud qué rumbo hay que tomar, cuáles son sus objetivos primordiales y si en esta situación es aconsejable firmar una alianza con los nacionalistas radicales del Likud para colaborar con un Gobierno de unidad nacional.

Las divisiones y enfrentamientos internos, agudizados tras la dimisión de Ehud Barak de todos sus cargos y al frente del partido, están conduciendo al laborismo israelí a un callejón sin salida, a un bloqueo absoluto, lo que ha obligado a su secretario general, Raanan Cohen, a salir a la palestra para preguntar en voz alta: '¿Es éste el momento adecuado para sumarse a un Gobierno de unidad nacional con el Likud? No podemos correr el riesgo de una división'. El responsable de organización ha propuesto la única solución lógica e inteligente a la crisis: 'Lo mejor es quedarse fuera, en la oposición, para reconstruirse a sí mismo, y esperar algunos meses antes de sumarse al Gobierno de unidad nacional'.

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Los interrogantes abiertos por el secretario general han sido secundados inmediatamente por el ministro de Justicia, Yossi Beilin, y por el de Exteriores, Slomo Ben Ami, convertidos en la punta de lanza del movimiento de oposición al Gobierno de unidad nacional. Los dos ministros propugnan que el movimiento laborista pase a la oposición para abordar desde allí la reconstrucción ideológica y estructural, una tarea titánica pendiente desde 1977, cuando el laborismo fue descabalgado del poder por los nacionalistas del Likud, y se vio incapaz de asumir el papel de oposición.

La reflexión en voz alta de los laboristas se produce en un momento clave de la historia del partido, mientras se ultiman los detalles de una reunión del comité central, convocada para hoy, donde los 1.500 delegados deberán discutir la conveniencia o no de pactar con el Likud y el procedimiento a seguir para nombrar a un nuevo líder en sustitución de Barak.

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