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CRISIS EN TURQUÍA

Los militares observan aún la crisis como testigos mudos

Juan Carlos Sanz

Desde que el pasado lunes estalló en su presencia la grave crisis política entre el jefe del Estado y el primer ministro turcos los militares han preferido mantener silencio. Guardianes de las esencias del sistema fundado en 1923 por Mustafá Kemal, Ataturk, de entre las cenizas de Imperio Otomano, los generales siguen marcando el paso a la Turquía moderna al amparo de la defensa del Estado unitario, frente a la presión independentista de la minoría kurda (una quinta parte de la población), y del Estado laico, en respuesta al auge electoral del islamismo y el descrédito de los partidos tradicionales, sacudidos por interminables escándalos de corrupción.

Precisamente la amonestación del presidente de la República, el ex presidente del Tribunal Constitucional Ahmet Necdet Sezer, al primer ministro, el socialdemócrata Bulent Ecevit, sobre la tibieza del Gabinete en la lucha contra la corrupción en la Administración fue el detonante de la crisis. Al igual que Sezer, Ecevit tiene fama de incorruptible, aunque su halo de integridad no parece amparar a todo el Gobierno. Así, la gendarmería (un cuerpo que depende del Ejército) investiga las contrataciones irregulares en el Ministerio de Energía, y el propio Sezer ha enviado inspectores de su confianza a la banca pública para averiguar el paradero de 20.000 millones de dólares (3,6 billones de pesetas) en créditos fallidos.

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Un probo funcionario

En mayo del año pasado, Ecevit propuso a Sezer para la jefatura del Estado con el propósito de acabar con la veleidades de Suleymán Demirel de perpetuarse, tras su reelección, al frente de un régimen presidencialista. Se esperaba de Sezer que se comportara como un probo funcionario, sin atreverse a eclipsar al jefe del Ejecutivo. Y aunque desde la presidencia del Constitucional Sezer no vaciló en declarar proscrito al islamista Partido del Bienestar (que entonces era el más importante del Parlamento), una vez en la presidencia ha osado boicotear decretos presentados por el primer ministro.

Que ambos mandatarios se hayan observado desde entonces de reojo no resulta extraño. Pero Ecevit disparó el lunes las alarmas de la economía turca cuando abandonó de un portazo la reunión con los militares, rompió el secreto de las deliberaciones del Consejo de Seguridad Nacional y declaró ante los periodistas que el presidente de la República le había insultado tras arrojarle a la cara un ejemplar de la Constitución.

Las encuestas reflejan un altísimo respaldo popular al presidente turco. Pero el mejor espaldarazo para Sezer parece sin duda el silencio que han guardado hasta ahora los generales en la peor crisis política del país en más de tres años.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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