Un laboratorio que navega entre hielos
El buque español 'Hespérides' cubre estos días su décima campaña de investigación en aguas de la Antártida
'El Hespérides es para mí como de la familia', dice José Ignacio Díaz. Este geólogo está implicado desde 1988 en el proyecto de este buque español de investigación que ahora cumple su décima campaña antártica. Sentado en el centro de cálculo, durante la travesía por la bahía de Flandes (a 65 grados de latitud sur) habla del equipamiento científico de este laboratorio, destacando el hecho de que aquí puedan venir a trabajar biólogos, físicos, químicos, oceanógrafos... 'y, además, al mismo tiempo, en la misma campaña si hace falta'. Díaz dirige la Unidad de Gestión de Buques Oceanográficos e Instalaciones Polares (UGBOIP), del CSIC.
En la cubierta de popa, bien trincados para resistir en mares agitados como el que ha sufrido hace unos días el Hespérides en el paso de Drake, van los contenedores de los equipos de sísmica para investigaciones geofísicas, una línea de hidrófonos de 2,5 kilómetros de longitud para registros sísmicos y todos los pórticos y grúas necesarios para desplegar y recuperar los diferentes sistemas de muestreo. Para realizar todo esto hay que salir a la intemperie helada cuando el buque opera en la Antártida. Ya dentro, en el laboratorio de equipos electrónicos hay otra sonda y sistemas sísmicos.
En el centro de cálculo y en los ordenadores de los laboratorios se reciben los datos de las investigaciones y se distribuyen en tiempo real a toda la red informática del buque. De esto se ocupa Oriol Rayo, ingeniero informático de la UGBOIP, y todas las máquinas van trincadas con cintas, porque esto es una instalación flotante que puede moverse, y mucho. En el laboratorio de proa van las ecosondas y dos cubiertas más abajo, cerca de la sala de máquinas, está el gravímetro. Un nivel por encima, los laboratorios de biología y de química cuentan con congeladores e incubadores, así como distintos instrumentos de análisis. El Hespérides, un buque de 2.600 toneladas, 82 metros de eslora y 280 metros cuadrados de cubierta de trabajo, es un auténtico laboratorio flotante. Sólo los laboratorios ocupan 345 metros cuadrados.
'Se ha conseguido mantener el nivel del equipamiento que el Hespérides tenía en 1991, cuando el buque supuso casi un salto cuántico para los investigadores españoles', explica Díaz. 'Accedimos entonces a tecnologías que veíamos en muy poquitos buques extranjeros'.
Dulce Afonso tiene 22 años y es licenciada en Ciencias del Mar. Frente a la sala de radio del Hespérides tiene su cubículo lleno de ordenadores. Allí se ocupa de la recepción y procesado de datos de satélite, que sirven tanto para informar al barco como para los proyectos científicos. 'Recibimos datos de los satélites NOAA y SeaWiffs, que nos dan imágenes de clorofila en la superficie del mar, claridad del agua, turbidez, temperatura del agua en la superficie... También recibimos fotos para ver campos de hielo y previsiones meteorológicas'.
Para Dulce, ésta es su primera campaña antártica; pertenece al UGBOIP y es la más joven de los siete especialistas que se ocupan de los equipos científicos del Hespérides. Su colega Joaquim Llinás es más veterano. Se puede ocupar del control de la roseta de muestreos marinos, un equipo de 650 kilos que se hace descender desde la cubierta, por estribor, y va midiendo la conductividad del agua, temperatura y profundidad en una columna de hasta 6.000 metros, si la investigación científica así lo requiere, y va tomando muestras de agua, hasta 24 botellas de muestreo, a diferentes alturas.
Pero Llinás (Quim) también trabaja en la cámara hiperbárica, si hace falta. 'En realidad, es un equipo para los buzos, en caso de emergencia, pero lo utilizamos también, por ejemplo, para meter los llamados peces de hielo, en la campaña de Beatriz Morales', explica. 'Hemos metido las larvas de esos peces a cinco o seis atmósferas, a la presión del agua a 60 o 70 metros, para alargar la vida de las larvas y disponer de más tiempo para su estudio'.
La funcionalidad del buque es notable. Cuando no se trata de sacar larvas de ese extraño pez -el único vertebrado que carece de hemoglobina en la sangre- de las frías aguas antárticas, los geofísicos necesitan que el Hespérides, por ejemplo, arrastre la línea de hidrófonos de longitud al tiempo que se disparan cañones de aire comprimido, cuyo frente de ondas sonoras se refleja en el fondo marino y en las distintas capas de la corteza terrestre y trae a los ordenadores del barco información sobre su estructura. Estas operaciones de sísmica son espectaculares; a veces hay que seguir una línea trazada minuciosamente en las cartas, sólo que en realidad el mar está lleno de icebergs.
Para la campaña Antártida 2000-2001, que termina en abril, están planeados cinco proyectos científicos en el Hespérides, incluidos los dos de tránsito, y es que este buque no sólo hace ciencia aquí, en el continente helado, durante el verano austral, sino que aprovecha la navegación de bajada y de subida, desde y hasta Cartagena (Murcia), para realizar investigaciones. Además, siempre que navega, varios sistemas del buque van tomando datos, por ejemplo, de temperatura, profundidad, fluorometría y gravimetría, que pueden solicitar los científicos. La información pertenece en exclusiva, durante dos años, a los investigadores, luego es pública e internacional. Pese a ser un buque militar, perteneciente a la Armada, ningún dato que se tome es clasificado ni secreto. Todas las actividades científicas del Hespérides están coordinadas por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
No todos los buques científicos que surcan estos mares son militares o llevan tripulaciones militares, sino que muchos son civiles. Realmente, no se puede hablar de muchos buques polares, porque mantenerlos y aprovecharlos exige un nivel económico, tecnológico y científico considerable, aunque algunos países se sienten obligados a sostener alguna actividad de investigación en la región para reafirmar antiguas reivindicaciones territoriales. El coste de la campaña antártida española asciende este año a 1.000 millones de pesetas, de los cuales la mitad se dedican al Hespérides.
'Desde su primera campaña antártica, el Hespérides siempre había hecho el apoyo logístico a las dos bases españolas: Juan Carlos I y Gabriel de Castilla', recuerda Mario Manríquez, del UGBOIP y uno de los pioneros de la presencia científica española en la Antártida. Por primera vez este año, la logística está compartida con un segundo buque, el remolcador de altura Las Palmas, también de la Armada española, que se ha encargado de abrir la base Gabriel de Castilla y de hacer gran parte del transporte de científicos y técnicos entre Ushuaia (Argentina) y las bases, lo que significa mayor aprovechamiento científico para el Hespérides. El Las Palmas, de 41 metros de eslora, navega estos días junto al Hespérides por las proximidades de la península antártica. En el primero van 33 tripulantes; en el segundo, 88, de los que 29 son civiles.
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