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Reportaje:

El origen de la villa de Zestoa

El barrio de Aizarna se encuentra en un atractivo valle cerrado, vigilado desde la ermita de Santa Engrazi

Todos los caminos conducen a Roma y lo mismo ocurre con Aizarna, el embrión de la villa de Zestoa. Desde Arzalluz, junto a Errezil, desde el también idílico valle de Akua, o desde Iraeta, a la salida de la localidad reconocida por su balneario, se puede acceder a este valle cerrado, un pequeño paraíso con la ermita de Santa Engrazi como observatorio, que tiene al lejano Ernio o al parque natural de Pagoeta como referencias para el aficionado al senderismo.

La historia de Aizarna está ligada estrechamente a la de su hija Zestoa. Es cierto que Pío Baroja vinculó esta villa con un pueblo antiguo, conocido por los romanos y que 'el Anónimo de Rávena llama Cistonia y que está cerca del río Deva: 'Cistonia a Deva fluvio versus...' Pero la referencia más verosímil vincula la fundación de Zestoa con la solicitud de los vecinos de Aizarna al rey Juan I de Castilla en 1383 para que les permitiera levantar una villa donde vivir y defenderse, de paso, de los ataques de los distintos bandos que asediaban el país.

La configuración de la Aizarna de hoy permite el ejercicio anacrónico de imaginar a los vecinos del valle levantando las casas una junto a otra con la estructura precaria de una villa, con esa intención defensiva que no lograron finalmente. Ahí reside el encanto de la plaza del pueblo: encerradas al norte y al sur por la iglesia y la ermita, las casas del núcleo se establecen en dos hileras prácticamente cerradas que ofrecen la imagen final es la de una pequeña fortaleza.

Probablemente, esta configuración urbana no date de aquel siglo XIV en el que se fundó Zestoa, pero sí ejerce como una metáfora del deseo secular que ha tenido Aizarna para mantener su propia personalidad. Y no es para menos: alejada del mundanal ruido que se reparte a lo largo de la cuenca del Urola, Aizarna vive (a cuatro kilómetros de Zestoa) en una tranquilidad envidiable. Después de ascender por cualquiera de sus empinados caminos de acceso, sorprende encontrarse con un extenso valle verde salpicado por una docena de caseríos que ejercen como puestos de guardia del poblado central.

Ya en Aizarna, merece la pena la visita a su iglesia parroquial, con un pórtico soberbio que refleja la solera del poblado, una bonita crucería en sus bóvedas, la capilla de los duques de Granada (enmarcada por un arco gótico) que alberga un tríptico flamenco o esa interesante silla labrada en piedra, donde se cuenta que se sentaba el señor de Altzolaras.

Pero la iglesia tiene también una vista atractiva desde fuera del pueblo, desde el camino que lleva al lavadero. Ahí se puede apreciar toda la estructura del templo, con la presumible casa cural adosada a sus muros, que remata el aire medieval de toda Aizarna.

El citado lavadero es otro de los puntos de interés del pueblo. Construido no hace mucho tiempo, hoy permanece entero, pero en desuso, con un abandono con sabores románticos. Sus medidas, equipamiento y construcción remiten quizás a aquellos tiempos en los que en la zona se explotaban minas de carbón que abastecían de materia energética a las cementeras de la zona. Hoy, el musgo y el verdín han sustituido a las lavanderas, pero aún se mantiene en pie el tejadillo diseñado a imitación del que cubría el atrio de las casas romanas.

Ermitas

Las distintas salidas del pueblo conducen a las ermitas de San Pelayo, San Juan o Santa Engrazi. Antes de partir hacia esta última, llama la atención la reconversión de la fachada de la ermita de la Santa Cruz en frontón, con lo que la plaza del pueblo ya ofrecía todos los servicios necesarios a sus vecinos.

El camino a Santa Engrazi es corto y sólo en sus últimos 500 metros hay que abandonar el automóvil. El templo, con estructura más de fuerte que de iglesia, domina todos estos valles cerrados y ofrece unas vistas envidiables de los contornos, acompañadas por el sonido de la campana, que canta las horas desde un reloj escondido en el interior del templo.

Ya, a la bajada de Aizarna hacia Zestoa, y antes de disfrutar de los beneficios de las aguas termales o del resto de los paseos que ofrecen los barrios de la villa guipuzcoana, es inevitable la parada en una curiosidad anacrónica, un 'monumento' hoy escondido por la maleza. En el mismo cruce que sale hacia Iraeta, una mole de piedra recuerda a siete requetés de Azkoitia que fueron fusilados el 20 de septiembre de 1936 por 'la horda marxista separatista'.

Datos prácticos

Cómo llegar: El barrio de Aizarna se encuentra en un valle cerrado sobre la villa de Zestoa, a la que le une la GI-3730. Hasta la localidad, famosa especialmente por su balneario, se accede por la GI-631, que se puede tomar en la salida de Zumaia de la A-8 que une Bilbao y San Sebastián. Desde Vitoria se puede llegar por la GI-627 hasta Elgoibar (después de pasar Mondragón y Bergara) y desde aquí por la GI-2634 a Azpeitia y luego a Zestoa. Alojamiento: En Zestoa, además del reconocido servicio que presta el balneario (tel. 943 147140), se puede acudir al hotel Arocena (943 147040) o al Artetxe (943 147145) o al hostal Romana (943 147194). También cuenta con tres alojamientos de turismo rural: el Zelaikoa (943 147492) y el Tolare-Berri (943 147747) en el barrio de Arroa, y el Agiña (943 147909) en Aizarna. Comer: Además de los establecimientos hoteleros citados, Zestoa y sus barrios cuentan con una buena oferta de restaurantes y asadores, como Bedua (943 650551), Eate (943 147693), Iraeta (943 147639), Katzaola (943 147684), Landa (943 147197), Portu (943 147945), Geltaki (943 147758) o Txindurri (943 147312).

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