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Reportaje:

La guerrilla de pantalón corto

Más de 6.000 adolescentes, todos pobres, combaten en las filas de las guerrillas de Colombia

Juan Jesús Aznárez

Colombianos apenas adolescentes sonríen como niños, y empuñan fusiles de asalto como hombres en los caminos y trochas de los 42.000 kilómetros cuadrados bajo control de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lucía es morena, risueña y centinela en una trinchera de sacos terreros cercana a los Pozos, el municipio selvático donde el presidente Andrés Pastrana y, el guerrillero más antiguo del planeta, Manuel Marulanda, Tirofijo, de 73 años, destrabaron las negociaciones de paz.

Lucía peina una cabellera negro zaíno, veló armas a los 15 y ha cumplido los 16 sin haber entrado en combate. ¿Por qué entraste en la guerrilla? 'Pues porque me fascinó'. ¿Nada más que por eso? 'Pues porque me gustaba'. ¿Nada más? 'Pues por el pueblo'. Seducidos, aventureros, forzados por las circunstancias o soñando con la liberación de sus compatriotas oprimidos, miles de adolescentes cuadran el paso en las filas de una fuerza insurgente cuyo poder económico y de fuego nunca fue igualado por guerrilla alguna en América Latina. '¿Tiene usted alguna monedita extranjera?'.La leva de menores fue uno de los asuntos abordados en las negociaciones concluidas el pasado viernes con una declaración de Gobierno y FARC en favor de una solución política de una guerra interna que se ha cobrado 35.000 vidas en los últimos 10 años. Nada se dijo en el comunicado conjunto sobre el destino de los chavales enrolados en armas, sobre combatientes cándidos e imberbes curtidos a tiros en los frentes de batalla. Poco antes de las pasadas navidades, Colombia observó a 53 niños capturados por el Ejército, y la gente con entrañas contuvo las lágrimas ante la contemplación de un racimo de chavales ateridos de frío, asustados después de dos semanas de choques con el Ejército.

'La guerra terminará cuando los hijos de los ricos y los generales sean obligados a formar parte de los pelotones de combate'

'La guerra colombiana terminará cuando los hijos de los ricos y los generales sean obligados a formar parte de los pelotones de combate', apostaba un veterano corresponsal extranjero. No parece andar descaminado. La infantería de choque de los regimientos castrenses o insurrectos es alimentada por la pobreza, por familias rurales sin recursos que ven en el alistamiento el futuro de sus hijos. El Ejército admite a reclutas mayores de 18 años, pero la legalidad rebelde es otra, y los adiestra desde los 15. De todas formas, el asunto es lacerante, y la plana mayor de las FARC analiza ampliar la edad mínima de sus miembros.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), y los grupos paramilitares también, incorporan a menores, y la Defensoría del Pueblo y varias organizaciones no gubernamentales calculan en 6.000 el número de uniformados lampiños. De acuerdo con fuentes oficiales, el porcentaje de deserciones llegó al 118% desde 1999. El coronel Germán Pataquiva, representante del Ministerio de Defensa ante el Comité de Dejación de Armas del Gobierno, el 40% de los aproximadamente 16.000 combatientes de las FARC son menores de 18 años. 'No le temen a la muerte y van jugando a disparar hasta que los matan y entran los veteranos a sostener el fuego'. Según la oficina gubernamental, 79 se entregaron al Ejército el pasado año, en tanto que hubo 237 adultos desertores.

La revista Cambio entrevistó a 10 de los 53 menores rescatados el pasado año del horror en que se halla sumida Colombia. 'Uno entra convencido de que la guerrilla es buena, que va a trabajar y ganar un sueldo, pero allá la vida es muy dura, y uno no vive sino cumpliendo órdenes', declaró uno. Para ellos la muerte es rutinaria pues con ella conviven. Un compañero encañonó a tres de las FARC cuando abandonaban. 'Tuvimos que bajarlo [matarlo], si no, no estaríamos contando el cuento'. Una chica de 14 años, alcanzada en un brazo, perdió el conocimiento disparando su fusil Galil contra los soldados profesionales de la Fuerza de Despliegue Rápido del Ejército.

Regularmente, menores abatidos en otros frentes figuran entre los cadáveres expuestos en el suelo de instalaciones militares, filmados por las cadenas de televisión para espanto nacional. Jorge Briceño, Mono Jojoy, jefe militar de las FARC, entró en la guerrilla casi de teta, y con él muchos de sus subordinados. Algunas iniciativas estimulan la reinserción. Una de ellas es promovida por la Comisión de Derechos Humanos del Senado.

Pero el conflicto y la lucha a muerte continúan. Grupos de guerrilleros juveniles transitan despreocupadamente por las calles de San Vicente del Cagúan, de 25.000 habitantes, el principal municipio de la zona cedida a la guerrilla. '¿Es usted del Madrid?'. Francos de servicio hasta la próxima patrulla o expedición de combate, compran naranjas o galletas en las tiendas de comestibles, departen sobre fútbol, o los culebrones televisivos. Sus convicciones políticas son elementales. 'Pues aquí estamos señor, por la justicia social'.

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