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Columna
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Remando al viento

Esto de tener el viento sur metido desde hace tanto tiempo hasta en los tuétanos no sólo muele sino que mueve a la molicie. Muchos creerán que siempre es mejor tener una columna donde agarrase cuando se huracana, pues yerran. Porque no hay nada. Mira uno dentro de sí y qué ve, nada. Bueno, sí: viento colándose por las juntas y soplando por los resquicios, viento dando portazos y haciendo bailar las pelusillas del cerebro. ¡Qué más quisiera uno que ver gigantes donde sólo hay molinos de viento! Pero para eso habría que ser Cervantes y uno sólo es manco y no alcanza más que a ver cómo la veleta le gira encima de la sesera sin acertar a pararse en ningún punto sobre el que escribir. La situación resulta tan huracanadamente desesperada que se impone echar mano de lo más socorrido. Y la verdad es que nunca falla.

Porque la Lehendakaritza es mucha Lehendakaritza. El otro día dejó caer por su tele que la fusión de Endesa e Iberdrola estaba promovida por el Gobierno de Madrid para arrebatarnos la joya de la corona y con ella hacernos perder muy buenos ingresos por impuestos, ya que la fusión supondría el traslado a otras tierras, a otros recaudadores. Pues bien, soltaban esto justo cuando se había producido la noticia de que la fusión no sería posible debido precisamente a las durísimas condiciones impuestas por el Gobierno de... ¡Madrid! No menos sorprendente resulta que, en medio de tantísima petición de diálogo, Atutxa decidiera con su voto de calidad que los plenos del Parlamento, es decir, los momentos que las democracias se dan para dialogar, se celebren una vez cada quince días en lugar de una vez por semana como venía sucediendo, con lo que la realidad de diálogo -no el voluto, ojo- se ha visto reducida exactamente a la mitad. ¿Y qué decir de la visita de Cossiga? Da auténtica vergüenza ajena que puedan creerse que están obrando debidamente al traer a semejante personaje y hacerle proferir piropos sobre la verde y oprimida Euskadi. No sé, y lo siento si ya lo han pensado, pero se me ocurre que Reagan tambien podría dar juego pese a sus noventa años extraviados, lo mismo que Yeltsin -con lo bailón que es, me lo imagino incorporándose al aurresku de recibimiento batiendo los pies y elevando la cacha- o tantos ex dignatarios que hay con vocación de estómagos agradecidos. ¿No podría descolgarse Fujimori explicándonos las probadas raíces vasco-japonesas de los mayas?

Claro que, luego, lo fácil es echarnos la culpa a quienes nos entretenemos en tomar nota de lo que ellos hicieron; ¿acaso no se dan cuenta que los hechos son anteriores a los comentarios? Arzalluz ha intentado curarse en salud avisando que él es un viejo roquero con el que se mete todo el mundo pero que pronto todo el mundo se meterá con Ibarre-txe y Egibar. Lo que no resulta fácil de detectar es si en sus palabras hay venia o nostalgia. Cuentan que Tartarín de Tarascón tenía el gabinete lleno de panoplias con armas exóticas. Allí brillaba esa serpiente de acero que es el kriss malayo, allí estiraban su cuello las espingardas moras, allí los rifles, los lazos, los arcos y flechas, las cananas, las boleadoras pamperas, las cimitarras y, por en medio de un arsenal tan rico en sugerencias, abrían sus páginas rimeros y rimeros de libros poblados de aventuras. No es de extrañar, pues, que empapado por tanta tierra lejana y tanta gesta olvidara que estaba en su casa, en Tarascón, en calzoncillos y con un turbante liado alrededor de la cabeza, y que ataviado de esta traza se sintiera arrebatado por la aventura y blandiendo exaltado un hacha o un tomahawk, gritara: '¡Que vengan ahora!'.

Pero, ¿quién va a venir? Nuestros diferentes tartarines gustan de plantarse con el pie firme imaginando que el mundo entero les acosa y les hiere con azagayas y yataganes, pero a la postre sólo vienen los fantasmas de sus delirios hiriéndoles con el viento, con este maldito viento sur que convocan y atirantan. Reconozco que debe resultar muy fatigoso, digo, enfrentarse a los delirios, y más cuando uno se cree un Quijote y ocurre que lleva dentro un Sancho que tira mucho hacia la panza o, como quien dice, hacia el gobierno exclusivo de su particular Ínsula de Barataria.

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