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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ocultar a 'Elvira'

La crisis de las vacas locas reproduce una vez tras otra el mismo fenómeno: la primera reacción de los responsables políticos es la de ocultar o reducir el alcance de la enfermedad. 'Es necesario minimizar este problema de la encefalopatía espongiforme bovina practicando la desinformación. Es mejor decir que la prensa tiene tendencia a exagerar', registraba un breve documento oficial de la Comisión Europea, fechado el 12 de octubre de 1990, en el que se recogían las conclusiones de una reunión del Comité Veterinario celebrada días antes.

Muchos países, entre ellos España, han repetido este proceso de ocultamiento y minimización hasta hace apenas tres meses. Desde finales de 1996, fecha en que la Comisión planteó la necesidad de retirar y destruir los residuos de las vacas que los cientíticos consideran de riesgo, hasta el verano pasado, España, Alemania y otros países se opusieron sistemáticamente a esa retirada y destrucción con el argumento de que su cabaña estaba limpia de la enfermedad. Dada esa oposición, la Comisión no pudo imponer su plan de destrucción de materiales de riesgo hasta octubre pasado.

La falta de transparencia en España ha llegado al extremo de tardar más de tres meses en reconocer oficialmente el primer caso de enfermedad detectado en nuestro país. El dudoso título de ser la primera vaca loca en nuestro territorio no le corresponde a Parrula, muerta el 25 de octubre, sino a Elvira, sacrificada el 31 de agosto con síntomas inequívocos. Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, las muestras del cerebro de la res enferma deambularon de uno a otro laboratorio, mientras la Xunta y el Ministerio de Agricultura se conjuraban en un pacto de silencio y planteaban a los científicos la necesidad de la enésima confirmación.

Una vez que se reconoció que la enfermedad había llegado a la cabaña española, el Ministerio de Agricultura se decidió por fin a manejar la información con mayor agilidad. No puede decirse lo mismo del departamento de Sanidad. Han tenido que pasar dos meses y medio para que su titular, Celia Villalobos, después de sus ramplones consejos iniciales de mesa camilla, compareciera en el Congreso para informar de la política sanitaria ante la enfermedad. Resulta pasmosa la resistencia del Gobierno a entender que frente a la desconfianza de los ciudadanos no hay antídoto más eficaz que la transparencia informativa.

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