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Las artes de quemar

Los empresarios de la corrida de Ajalvir achacan a la falta de previsión oficial que se obligue a incinerar los toros por no disponer de test para hacer la prueba a todas las reses

F. Javier Barroso

Paseante, el toro número dos de la ganadería de La Laguna de Pablo Mayoral, es una de las primeras reses de lidia cuya carne no será consumida por culpa de las vacas locas. Tras recibir el espadazo mortal a manos del diestro Miguel Martín, la res fue arrastrada hasta el exterior de la plaza portátil de Ajalvir, un municipio de la zona norte de Madrid. Le estaba esperando una excavadora para depositarlo en un gran camión de 14 toneladas y con tres ejes de color naranja, que habitualmente se emplea en la construcción de carreteras.

'Hacedle buenas fotos, porque este toro va a pasar a la historia como un pionero, uno de los primeros que se van a incinerar en lugar de vender la carne como se ha hecho toda la vida', aconsejaba ayer a los reporteros gráficos Sebastián Perdiguero, un representante de la empresa organizadora de la fiesta de Ajalvir.

'Muy mal'. Esas dos palabras sirven para expresar el estado de ánimo que se cuece en las últimas semanas en el mundo del toro, debido a la obligación de incinerar las reses que hayan sido lidiadas por culpa del llamado mal de las vacas locas. Los aficionados al mundo de los toros aseguran que romper una tradición histórica y quemar el cuerpo de un animal 'perfectamente sano' sólo traerá problemas para los empresarios.

El procedimiento está muy claro. La máquina excavadora tiene la obligación de depositarlo en un camión con remolque estanco, de forma que impida que caiga cualquier resto del animal (sangre, partes de la piel...). También tiene que ser basculante para que los restos caigan directamente a la incineradora y no se pierda ningún material específico de riesgo (MER). Como curiosidad, el diestro cortó las dos primeras orejas del primero de la tarde. Tras habérselas entregado al matador, un mozo se encargó de salir de la plaza y tirarlas al remolque. Las reses de la Comunidad de Madrid se enviarán a una empresa especializada del municipio de Valverde de Alcalá (Madrid).

Los empresarios afirman que la medida de quemar los toros les ha supuesto una gran pérdida, además de sembrar 'la voz de alarma' en un sector que nunca ha tenido ningún problema. 'El tema es que como no tienen tests suficientes para hacérselo a todas las reses han decidido evitarse problemas y obligar a incinerarlas', aseguró Sebastián Perdiguero. 'Por eso lo han hecho, para curarse un poco en salud antes de que pase nada'.

Los afectados añaden que la carne de toro siempre ha sido de 'extraordinaria calidad' y que nunca ha sido necesario romper una tradición de la fiesta para evitar un supuesto problema que no sufre este sector. Por ello, consideran 'desproporcionada' la medida y piden que se esclarezcan algunos puntos. Entre ellos destacan los siguientes.

El primero es que la incineración supone grandes pérdidas para el empresario. Ahora dejan de ingresar entre 60.000 y 80.000 pesetas por cada res, ya que cada una suele pesar en canal más de 300 kilos. A este desembolso hay que añadir el pago de la incineración, que también corre de su cuenta: en el apartado del debe hay que sumar otras 50.000 pesetas de media. Por último, debe pagarse el transporte de los toros hasta la incineradora, lo que representa otras 40.000 pesetas, como mínimo.

'Esto es ruinoso. En lugar de recibir dinero por las canales tenemos que aportarlo para incinerarlas. No sabemos si la administración se da cuenta de este detalle', señala Lázaro Carmona, otro de los organizadores de la feria taurina de Ajalvir. 'Lo peor es que se ha liado un potaje de mucho cuidado y no se sabe muy bien qué hacer para solucionarlo. Nosotros, por ser de los primeros en tener que cumplir la nueva normativa, somos de los más perjudicados', apostilla.

'Lo peor es que se está creando una psicosis sobre el mal de las vacas locas y se está alarmando a la población sin saber cuál va a ser el resultado final. Me parece que la causa de todo esto es la falta de previsión de los propios organismos públicos. Si luego se demuestra que todo ha resultado negativo, el mal ya está hecho', añade su compañero Sebastián Perdiguero.

Ayudas públicas

Por ello, los afectados quieren saber si la administración central o regional les va a subvencionar las pérdidas que están teniendo. De momento, no han repercutido los nuevos costes en las entradas y afirman que han asumido ellos todas las pérdidas. A renglón seguido insisten en que, antes o después, deberán hacer algo para no dejar de ingresar ese dinero. 'Por ejemplo, hemos hablado con el Ayuntamiento de Ajalvir para ver si paga algo de las incineraciones', afirma Perdiguero. 'Lo lógico es que aprueben subvenciones para que no tengamos que asumirlo sólo nosotros'.

Mientras, los aficionados prefieren mantenerse al margen de las protestas de los taurinos. Dicen que la lidia permanece invariable. Lo que viene después no les incumbe, suelen afirmar. 'Lo importante es que hagan buenas faenas y den mucho espectáculo', concluye uno.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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