Un singular jardín botánico
El Monasterio de Santa Catalina es un paraje de irresistible sabor romántico
Cuando el curioso sale en busca del antiguo monasterio de Santa Catalina, en la localidad alavesa de Trespuentes, sabe hacia dónde se dirige, pero desconoce si conseguirá llegar al destino deseado. Afortunadamente, desde hace un año el camino está bien definido, pero sin ninguna indicación, como si fuera la pista hacia una explotación ganadera. Así que no extraña que la incredulidad y la sorpresa sean las primeras sensaciones cuando de repente aparece ante la mirada todo un complejo de edificaciones, hoy en ruinas, pero que conservan el prestigio adquirido durante siglos.
Afortunadamente, desde mayo pasado un equipo de unas 20 personas está empeñado en resucitar este paraje, que podría haber servido de inspiración al más romántico de los escritores. El proyecto, impulsado por el Inem para dar trabajo a parados de larga duración de la zona, prevé transformar el lugar en un parque botánico, respetando siempre el espíritu de estas ruinas.
Ubicado en el fondo de un valle sin salida, contra una ladera de la sierra de Badaya, el monasterio de Santa Catalina tiene una localización inimaginable para un ciudadano del siglo XXI. Según se asciende desde Trespuentes, el único horizonte que se disfruta es el de los comienzos de la frondosa sierra de Badaya. Pero una vez que se ha llegado hasta las ruinas de estas construcciones, se accede al punto más alto y se vuelve la mirada hacia el camino recorrido, se comprende la ubicación de unos edificios de tales dimensiones en este lugar.
Desde aquí se domina buena parte de la Llanada Alavesa, toda la ciudad de Vitoria incluida. Además, se constatan las virtudes estratégicas de esta situación, con los montes de Badaya como muralla natural.
Estas cualidades las tenían claras los habitantes de la zona, pero durante siglos no hubo necesidad de sacarles partido. En los plácidos años del Imperio Romano, vivieron en la ciudad de Iruña, en el mismo Trespuentes. Esta población fue amurallándose conforme avanzaba la decadencia imperial, hasta que por fin desapareció Roma.
Descendientes de la principal familia de Iruña fueron los que, siglos después, decidieron levantar una casa torre en este rincón. Según Eduardo Álvarez de Arcaya, principal impulsor del proyecto de restauracion de las ruinas, 'se especula con la posible existencia de una ermita, pero lo único que está certificado es la casa torre, construida en el siglo XIII'.
Siglo y medio después, los Iruña, con la llegada de la calma y el receso de las guerras de banderizos, decidieron cambiar su lugar de residencia y construyeron una nueva edificación en Vitoria, la actual torre de doña Otxanda, en línea recta desde la de la sierra de Badaya, y cedieron su antigua residencia a la orden de los Jerónimos para que la conservaran.
Estos religiosos contemplativos no duraron mucho en esta sede, una de las primeras que abrió la orden en la Península. Tras 75 años de ocupación les sucedieron los monjes agustinos, los verdaderos constructores del monasterio de Santa Catalina. Conservaron la vieja torre, a la que adosaron una iglesia con su correspondiente claustro, además de otras edificaciones propias de la categoria que iría alcanzando con los años un establecimiento religioso que llegó a ser noviciado.
La visita, hoy en día, permite todavía apreciar las dimensiones de los terrenos del monasterio (hasta más de tres hectáreas, rodeadas por una tapia que tiene dos metros de altura) y las transformaciones que hicieron los monjes para construir terrazas para huertas y aljibes que almacenaran el agua de la sierra.
Todos estos trabajos y desvelos tuvieron su fin en 1835 con la Desamortización de Mendizabal. Y la ruina total llegó poco tiempo después, cuando en la primera guerra carlista fue reconvertido en cuartel de las tropas del pretendiente Don Carlos por razones más que obvias. Tras la caída de esta fortaleza, los carlistas la incendiaron y dejaron convertido en ruinas este edificio centenario. Pero, como se puede comprobar, el encanto del paraje y la variedad de especies vegetales todavía se conservan para dar vida a un singular jardín botánico.
Los datos
Cómo llegar: El concejo de Trespuentes se encuentra en el municipio alavés de Iruña de Oca. Desde Vitoria, se puede tomar la A-3302 que lleva hacia Mendoza. Una vez pasada esta población, hay un desvío por la A-3306 a Trespuentes. Desde Bilbao o San Sebastián, el camino más corto es por la N-I que circunvala la capital alavesa. A la salida, antes del desvío de Nanclares de la Oca, está el acceso hacia Trespuentes por la A-3302. Desde aquí, el ascenso hasta el monasterio es por una pista, que pasa por las dos canteras del pueblo. Alojamiento y comida: la cercanía de Trespuentes con Vitoria aconseja el traslado hasta la capital alavesa.
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