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LA GEOGRAFÍA FANTÁSTICA DEL ESPAÑOL

Los académicos reescriben la letra de su sillón

La Real Academia Española presenta el libro 'Al pie de la letra', un homenaje al alfabeto

Hubo llenazo en el salón de actos de la RAE. Incluso vino gente de fuera (un autobús llegó de Salamanca para la ocasión), y los académicos hicieron pleno. Asistieron también los duques de Soria, familiares y amigos de los miembros de la casa, público en general y mucha prensa.

Era un día especial, el día en que los académicos presentaban su primera obra colectiva de creación personal.

No un diccionario, ni una ortografía; tampoco una gramática. Al pie de la letra. Geografía fantástica del alfabeto español es una obra colectiva como las demás, pero más dispersa y creativa: los académicos de número cuando se inició el encargo (aparecen los textos de los desaparecidos Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester, Claudio Rodríguez y Torcuato Luca de Tena) reúnen las distintas reflexiones, los recuerdos, deseos y sugerencias que les traen las letras de las sillas que ocupan en la docta casa.

Se trata de una edición no venal y de lujo, tiene unas 400 páginas de gran formato, con papel y letra de enorme prestancia. La obra ha sido patrocinada y concebida por Caja Duero como un homenaje al español en los principios del tercer milenio. Y como prueba innegable de altruismo y contribución a la cultura general, 100.000 ejemplares serán distribuidos gratuitamente en los colegios de Castilla y León por la entidad con motivo del Día del Libro.

La presentación se inició a lo grande, con una lección magistral del sabio de la palabra Fernando Lázaro Carreter, que glosó ante el auditorio, mayoritariamente salmantino, con un derroche de erudición nebrijista la identificación histórica entre el habla del español (del buen español) y la ciudad de Salamanca, la 'Universidad española por antonomasia'.

El maestro no olvidó hablar de La Celestina, ni de El Lazarillo, ni de Fray Luis de León, ni de Unamuno. Luego tomó la palabra el presidente de Caja Duero, Sebastián Battaner, que entregó al director de la RAE, Víctor García de la Concha, la joya diseñada por Ferran Cartés y Montse Plass. El primus inter pares, salmantino a su vez, recordó a las víctimas del terremoto de El Salvador, enumeró brevemente la nómina de académicos nacidos o educados junto al Tormes, agradeció a Battaner la idea del proyecto y entregó simbólicamente la 'cartilla literaria' al pueblo.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que está edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existiría nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de él. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elección. Por algo es para mí la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asignó como ángel custodio o como santa patrona y la que me guía y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podría parecer que el sillón así designado tiene primacía (...). En realidad, (...) la distinción mayúscula / minúscula nació a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el número de plazas académicas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Ynduráin

a

Domingo Ynduráin

a minúscula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, árabe, hebreo, indio, etcétera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en mayúscula. En minúscula, y situada en cualquier posición, la manera de pronunciar de la a es la más abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias cromáticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fernán-Gómez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compañía teatral. Sería una compañía teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. Mayúsculas y minúsculas. Las mayúsculas desempeñarían los personajes más o menos importantes y las minúsculas serían el coro. En apariencia habría la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misión, para escribir, en cualquier párrafo abundan mucho más las minúsculas que las mayúsculas. (...) También parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be mayúscula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las minúsculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que había compañías fijas, compañías de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compañías para una sola obra-, era un puesto desagradable. Debía ser una actriz de edad y de atractivo físico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le suponía el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje solía ser siempre el de la mala, el que peor caía al público. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera mayúscula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C mayúscula

(...) Cuerpo. Y corazón. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia también merecerían ser escritas con mayúsculas: Cuerpo, Corazón, Cerebro. Sí, con C.

c Víctor García de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las más variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simbólicos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abría, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada después en sentido trascendente por la simbología cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfección y riqueza de la lengua castellana aducían los académicos del siglo XVIII, en el Prólogo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en sí contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variación de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se verá que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es fácil de hacer con el objeto mismo.

Es muy fácil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco años desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sillón que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al título de hombres de palabras más que al más frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la más modesta construcción literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y también que aún hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisión, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detrás de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F José Luis Sampedro El jardín de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jardín léxico, acotado por la letra F, ningún otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que él solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo arañante, después más suave, y luego la etimología me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes árbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de pájaros, sombra para el viandante. (...)

G José Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desafío el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atavío de mayúscula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda comparárseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, veían en mí un don del Señor, y exigían plumas de arcángel para representarme cuando era yo quien iniciaba un capítulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo proponía tantos desafíos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Podían hacerme dragón alado, sierpe, pámpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es éste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a través de los siglos he sido interpretada por los calígrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Martín de Riquer

Marrtín de Riquer

H mayúscula

La hache es la letra que más antipatías ha suscitado y que ha sido la más atacada. La odian los niños en la escuela porque les plantea problemas más graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, según el diccionario académico, la novena letra del abecedario español 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta razón hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gramáticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodríguez

Claudio Rodríguez

I mayúscula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significación. Las letras son meramente símbolos; que la vocal i velar se articule con duración más breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiración de la pronunciación humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la semítica Yod, aunque ésta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades acústicas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late después de un compás musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a través de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'lógica fonética' en el aprendizaje de la locución. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aquí, siempre allí

¡Doña Beatrííí! (...)

j Pedro Laín Entralgo

Pedro Laín Entralgo

j minúscula

(...) Jota minúscula. Para un aragonés, yo lo soy, algo así como una secreta advertencia, más o menos expresable en estos términos: 'Reconociendo tu condición de aragonés, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota minúscula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no sólo en la distribución de sillones de la Academia, también en la realidad histórica y social de Aragón, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota mayúscula y una jota minúscula. (...)

K Ana María Matute Fábula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor será, no te pongas delante, ya sabes cómo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, sí, me hizo caso, parecía. Ni se notaba que íbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el día que empezó a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k minúscula

En 1611, Sebastián de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o española dedicó sólo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y éstas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ésse tiene también la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituyó que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sillón académico bautizado con la letra L: no hay una más apuesta, alegre y de más estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que debería se escrita siempre en mayúscula, para subrayar su liderazgo sobre las demás. Es una letra de grafía bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa sólida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que más amo en la lengua española -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblemáticas de la civilización, y porque, como la letra L, hunden sus raíces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde allí hacia las cumbres más elevadas del ensueño y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ésta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me tocó (...).

l Emilio Lledó

No llegan a los treinta signos gráficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, además, sirven para agrupar alfabéticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosión de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicación, de la expresión, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexión. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bousoño La letra M de mi sillón académico

La letra M que designa el sillón que yo ocupo en la Real Academia Española perteneció, inmediatamente antes de llegar a mí, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras históricas sobre la América que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo español de la conquista, la incorporación cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto último lleva consigo. Observo, al hablar así, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza también por M, y recuerdo que México (otra M inicial) fue el tema de un magnífico libro suyo (el titulado Hernán Cortés) y que también resultó ser en Mexico donde trabé amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un inglés, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de música (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan característica del castellano o español como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas románicas, sólo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza más definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones vocálicas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formación de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bastón para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los años. Una de las veces que me lo encontré con tal apoyatura, diestramente empuñada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me planté frente a él mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declamé con énfasis y sorna: 'Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprenderás -apostillé enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bastón en concreto, sino por Sus Señorías en general. (...)

R Fernando Lázaro Carreter La letra canina

Es la del sillón que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la había llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando regaña', y, en efecto, nada menos que Persio la designó así. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- diálogo dedicó Platón a demostrar cómo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habría testimonio en el griego de su tiempo; y no sólo de los ruidos imitativos precederían los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, físico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T mayúscula

De las letras decía san Isidoro que 'son índices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simbólico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el año 1200 a. C. En aquel remotísimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colección de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ¿Hay alguna relación entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) está al frente de un bellísimo poema de sumisión y renuncia. (...)

u Antonio Muñoz Molina

Tratado instantáneo sobre la u

Llamándome Muñoz y siendo de Úbeda trabé desde muy pequeño un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma minúscula, sin saber que muchos años después acabaría sentándome en ella cuando ingresara en la Academia Española. La letra es pequeña, pero eso no hace que el sillón sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y además, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache mayúscula o la ene mayúscula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan pequeña va bien con mi carácter. La u aparecía en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy niño: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular está tan lleno de viento porque está lleno de úes: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por sí inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los niños más pequeños era casi como una exhalación fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos comíamos la sopa, si no nos dormíamos pronto, el Bu podía amenazar con su llegada sin ningún motivo y sin culpa nuestra, sólo porque a un adulto le hacía gracia ver la cara de susto que poníamos al oírlo nombrar: -¡Qué viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebrián La uve voraz

Llegué a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no tenía nada de especial para mí, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio García Gómez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos había ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tendía a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces había visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuestión estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisión al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida está llena de ironías, y una ironía de mi vida ha sido que la Real Academia Española me llevara a su seno para ocupar precisamente su sillón Z. Ironía amable y zumbona en esta ocasión. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ¿qué podía significar para mí? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o lotería, inesperadamente, me hubiese caído como premio la letra zeta. ¿Por qué precisamente la letra zeta a mí? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qué significaría tan azaroso premio; qué podría haber oculto detrás de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simbólico sillón: la Zeda o Zeta, que así se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encariñado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adueñado de ella, y no consentiría ya que nadie me la disputase: ¡Es la letra de mi sillón académico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cariño. Quizá no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me deparó el día de mi elección o -permítaseme- entronización académica.Hubo llenazo en el salón de actos de la RAE. Incluso vino gente de fuera (un autobús llegó de Salamanca para la ocasión), y los académicos hicieron pleno. Asistieron también los duques de Soria, familiares y amigos de los miembros de la casa, público en general y mucha prensa.

Era un día especial, el día en que los académicos presentaban su primera obra colectiva de creación personal.

No un diccionario, ni una ortografía; tampoco una gramática. Al pie de la letra. Geografía fantástica del alfabeto español es una obra colectiva como las demás, pero más dispersa y creativa: los académicos de número cuando se inició el encargo (aparecen los textos de los desaparecidos Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester, Claudio Rodríguez y Torcuato Luca de Tena) reúnen las distintas reflexiones, los recuerdos, deseos y sugerencias que les traen las letras de las sillas que ocupan en la docta casa.

Se trata de una edición no venal y de lujo, tiene unas 400 páginas de gran formato, con papel y letra de enorme prestancia. La obra ha sido patrocinada y concebida por Caja Duero como un homenaje al español en los principios del tercer milenio. Y como prueba innegable de altruismo y contribución a la cultura general, 100.000 ejemplares serán distribuidos gratuitamente en los colegios de Castilla y León por la entidad con motivo del Día del Libro.

La presentación se inició a lo grande, con una lección magistral del sabio de la palabra Fernando Lázaro Carreter, que glosó ante el auditorio, mayoritariamente salmantino, con un derroche de erudición nebrijista la identificación histórica entre el habla del español (del buen español) y la ciudad de Salamanca, la 'Universidad española por antonomasia'.

El maestro no olvidó hablar de La Celestina, ni de El Lazarillo, ni de Fray Luis de León, ni de Unamuno. Luego tomó la palabra el presidente de Caja Duero, Sebastián Battaner, que entregó al director de la RAE, Víctor García de la Concha, la joya diseñada por Ferran Cartés y Montse Plass. El primus inter pares, salmantino a su vez, recordó a las víctimas del terremoto de El Salvador, enumeró brevemente la nómina de académicos nacidos o educados junto al Tormes, agradeció a Battaner la idea del proyecto y entregó simbólicamente la 'cartilla literaria' al pueblo.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que está edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existiría nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de él. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elección. Por algo es para mí la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asignó como ángel custodio o como santa patrona y la que me guía y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podría parecer que el sillón así designado tiene primacía (...). En realidad, (...) la distinción mayúscula / minúscula nació a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el número de plazas académicas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Ynduráin

a

Domingo Ynduráin

a minúscula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, árabe, hebreo, indio, etcétera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en mayúscula. En minúscula, y situada en cualquier posición, la manera de pronunciar de la a es la más abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias cromáticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fernán-Gómez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compañía teatral. Sería una compañía teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. Mayúsculas y minúsculas. Las mayúsculas desempeñarían los personajes más o menos importantes y las minúsculas serían el coro. En apariencia habría la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misión, para escribir, en cualquier párrafo abundan mucho más las minúsculas que las mayúsculas. (...) También parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be mayúscula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las minúsculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que había compañías fijas, compañías de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compañías para una sola obra-, era un puesto desagradable. Debía ser una actriz de edad y de atractivo físico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le suponía el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje solía ser siempre el de la mala, el que peor caía al público. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera mayúscula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C mayúscula

(...) Cuerpo. Y corazón. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia también merecerían ser escritas con mayúsculas: Cuerpo, Corazón, Cerebro. Sí, con C.

c Víctor García de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las más variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simbólicos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abría, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada después en sentido trascendente por la simbología cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfección y riqueza de la lengua castellana aducían los académicos del siglo XVIII, en el Prólogo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en sí contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variación de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se verá que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es fácil de hacer con el objeto mismo.

Es muy fácil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco años desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sillón que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al título de hombres de palabras más que al más frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la más modesta construcción literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y también que aún hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisión, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detrás de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F José Luis Sampedro El jardín de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jardín léxico, acotado por la letra F, ningún otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que él solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo arañante, después más suave, y luego la etimología me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes árbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de pájaros, sombra para el viandante. (...)

G José Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desafío el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atavío de mayúscula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda comparárseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, veían en mí un don del Señor, y exigían plumas de arcángel para representarme cuando era yo quien iniciaba un capítulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo proponía tantos desafíos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Podían hacerme dragón alado, sierpe, pámpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es éste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a través de los siglos he sido interpretada por los calígrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Martín de Riquer

Marrtín de Riquer

H mayúscula

La hache es la letra que más antipatías ha suscitado y que ha sido la más atacada. La odian los niños en la escuela porque les plantea problemas más graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, según el diccionario académico, la novena letra del abecedario español 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta razón hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gramáticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodríguez

Claudio Rodríguez

I mayúscula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significación. Las letras son meramente símbolos; que la vocal i velar se articule con duración más breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiración de la pronunciación humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la semítica Yod, aunque ésta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades acústicas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late después de un compás musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a través de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'lógica fonética' en el aprendizaje de la locución. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aquí, siempre allí

¡Doña Beatrííí! (...)

j Pedro Laín Entralgo

Pedro Laín Entralgo

j minúscula

(...) Jota minúscula. Para un aragonés, yo lo soy, algo así como una secreta advertencia, más o menos expresable en estos términos: 'Reconociendo tu condición de aragonés, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota minúscula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no sólo en la distribución de sillones de la Academia, también en la realidad histórica y social de Aragón, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota mayúscula y una jota minúscula. (...)

K Ana María Matute Fábula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor será, no te pongas delante, ya sabes cómo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, sí, me hizo caso, parecía. Ni se notaba que íbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el día que empezó a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k minúscula

En 1611, Sebastián de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o española dedicó sólo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y éstas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ésse tiene también la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituyó que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sillón académico bautizado con la letra L: no hay una más apuesta, alegre y de más estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que debería se escrita siempre en mayúscula, para subrayar su liderazgo sobre las demás. Es una letra de grafía bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa sólida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que más amo en la lengua española -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblemáticas de la civilización, y porque, como la letra L, hunden sus raíces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde allí hacia las cumbres más elevadas del ensueño y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ésta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me tocó (...).

l Emilio Lledó

No llegan a los treinta signos gráficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, además, sirven para agrupar alfabéticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosión de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicación, de la expresión, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexión. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bousoño La letra M de mi sillón académico

La letra M que designa el sillón que yo ocupo en la Real Academia Española perteneció, inmediatamente antes de llegar a mí, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras históricas sobre la América que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo español de la conquista, la incorporación cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto último lleva consigo. Observo, al hablar así, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza también por M, y recuerdo que México (otra M inicial) fue el tema de un magnífico libro suyo (el titulado Hernán Cortés) y que también resultó ser en Mexico donde trabé amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un inglés, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de música (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan característica del castellano o español como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas románicas, sólo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza más definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones vocálicas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formación de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bastón para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los años. Una de las veces que me lo encontré con tal apoyatura, diestramente empuñada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me planté frente a él mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declamé con énfasis y sorna: 'Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprenderás -apostillé enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bastón en concreto, sino por Sus Señorías en general. (...)

R Fernando Lázaro Carreter La letra canina

Es la del sillón que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la había llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando regaña', y, en efecto, nada menos que Persio la designó así. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- diálogo dedicó Platón a demostrar cómo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habría testimonio en el griego de su tiempo; y no sólo de los ruidos imitativos precederían los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, físico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T mayúscula

De las letras decía san Isidoro que 'son índices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simbólico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el año 1200 a. C. En aquel remotísimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colección de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ¿Hay alguna relación entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) está al frente de un bellísimo poema de sumisión y renuncia. (...)

u Antonio Muñoz Molina

Tratado instantáneo sobre la u

Llamándome Muñoz y siendo de Úbeda trabé desde muy pequeño un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma minúscula, sin saber que muchos años después acabaría sentándome en ella cuando ingresara en la Academia Española. La letra es pequeña, pero eso no hace que el sillón sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y además, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache mayúscula o la ene mayúscula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan pequeña va bien con mi carácter. La u aparecía en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy niño: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular está tan lleno de viento porque está lleno de úes: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por sí inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los niños más pequeños era casi como una exhalación fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos comíamos la sopa, si no nos dormíamos pronto, el Bu podía amenazar con su llegada sin ningún motivo y sin culpa nuestra, sólo porque a un adulto le hacía gracia ver la cara de susto que poníamos al oírlo nombrar: -¡Qué viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebrián La uve voraz

Llegué a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no tenía nada de especial para mí, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio García Gómez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos había ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tendía a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces había visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuestión estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisión al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida está llena de ironías, y una ironía de mi vida ha sido que la Real Academia Española me llevara a su seno para ocupar precisamente su sillón Z. Ironía amable y zumbona en esta ocasión. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ¿qué podía significar para mí? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o lotería, inesperadamente, me hubiese caído como premio la letra zeta. ¿Por qué precisamente la letra zeta a mí? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qué significaría tan azaroso premio; qué podría haber oculto detrás de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simbólico sillón: la Zeda o Zeta, que así se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encariñado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adueñado de ella, y no consentiría ya que nadie me la disputase: ¡Es la letra de mi sillón académico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cariño. Quizá no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me deparó el día de mi elección o -permítaseme- entronización académica.

A Manuel Seco

Las letras, cuerpos visibles de los fonemas con que está edificado nuestro hablar, han trazado unos carriles por donde circulamos durante toda nuestra vida. Son las manos y los pies de nuestros mensajes escritos (...). Sin ellas no existiría nuestra cultura. (...) Se alojan en nuestro cerebro como si fuesen parte constitutiva de él. Y entre ellas, como entre los seres de la naturaleza, tenemos nuestras preferencias. Los sucesos de nuestra existencia orientan nuestra elección. Por algo es para mí la A una letra predilecta. Es la letra que la Academia me asignó como ángel custodio o como santa patrona y la que me guía y ampara por los nobles pasillos y salas de este palacio que le pertenece a ella y a todas sus hermanas. (...) Para el observador ingenuo podría parecer que el sillón así designado tiene primacía (...). En realidad, (...) la distinción mayúscula / minúscula nació a mediados del siglo XIX, cuando, al querer ampliar el número de plazas académicas, hubo que ampliar igualmente el alfabeto. (...)

a Domingo Ynduráin

a

Domingo Ynduráin

a minúscula

(...) Por ser principio de todo y de los alfabetos griego, latino, árabe, hebreo, indio, etcétera, parece que corresponde escribirla en tipos altos, en mayúscula. En minúscula, y situada en cualquier posición, la manera de pronunciar de la a es la más abierta y, por ello, clara de nuestro alfabeto; a esta causa se debe que, en las correspondencias cromáticas, se asocie al color blanco o albo con el color de los ampos (...)

B Fernando Fernán-Gómez Consideraciones sobre la B

Imaginemos el alfabeto como una compañía teatral. Sería una compañía teatral formada exclusivamente por mujeres: las letras. Mayúsculas y minúsculas. Las mayúsculas desempeñarían los personajes más o menos importantes y las minúsculas serían el coro. En apariencia habría la misma cantidad de comediantas distinguidas que de componentes del coro, pero, en realidad, quiere decirse una vez utilizado el alfabeto para cumplir su misión, para escribir, en cualquier párrafo abundan mucho más las minúsculas que las mayúsculas. (...) También parece que la letra de la que debo ocuparme prioritariamente, la be mayúscula, o sea, la B -aunque lo que ahora digo vale igual para las minúsculas-, no puede tener queja del puesto que ocupa: es nada menos que la segunda.

Pues bien, la 'segunda' en los tiempos, ya lejanos, en que había compañías fijas, compañías de repertorio -ahora, como es sabido, suelen formarse las compañías para una sola obra-, era un puesto desagradable. Debía ser una actriz de edad y de atractivo físico parecidos a los de la primera actriz, pero a la que no se le suponía el talento necesario para ser primera actriz. Su personaje solía ser siempre el de la mala, el que peor caía al público. Y al final de la comedia o del drama era la derrotada aunque su B fuera mayúscula (...)

C Luis Goytisolo

Luis Goytisolo

C mayúscula

(...) Cuerpo. Y corazón. Y cerebro. Las palabras de la vida. Palabras, todas ellas que, por cierto, empiezan por c. Y que por su particular trascendencia también merecerían ser escritas con mayúsculas: Cuerpo, Corazón, Cerebro. Sí, con C.

c Víctor García de la Concha C de castellano

Desde hace muchos siglos y en las más variadas culturas, letras y cifras se han cargado de significados simbólicos. Si el alfabeto hebreo las sustentaba en el sentido pleno de cada consonante -bet, casa; guimel, camello; dalet, puerta-, el alfabeto griego abría, de alfa a omega, un arco que abarcaba toda la historia del mundo, apretada después en sentido trascendente por la simbología cristiana en la mano de la divinidad: Dios, principio y fin de todas las cosas. Para exaltar la perfección y riqueza de la lengua castellana aducían los académicos del siglo XVIII, en el Prólogo del Diccionario de autoridades, que 'se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidad que en cada una de ellas en todas las voces que en sí contienen falta una de las cinco vocales'. (...)

E Gonzalo Torrente Ballester El escritor y la palabra

Lo malo es cuando se ve que las relaciones entre la palabra mesa y el objeto del mismo nombre no siempre se corresponden: a veces no queda otro remedio que registrar la variación de las patas, que suelen ser cuatro, pero que a veces son tres; la contraria no siempre es cierta, no siempre verificable: haga usted lo que quiera con las letras que componen la palabra, y se verá que las letras cambian, pero no el color ni el peso del objeto, y que lo que puede hacerse con la palabra no es fácil de hacer con el objeto mismo.

Es muy fácil meterse en el bolsillo la palabra, pero no el objeto, porque a veces el objeto no cabe, y la palabra siempre, por muchas que sean sus vocales y sus consonantes. (...)

e Miguel Delibes Sobre la e

Han tenido que pasar veinticinco años desde mi ingreso en la Real Academia para que me detenga por un breve tiempo a reflexionar (...) sobre la letra del sillón que ocupo (...). Y es que, por mucho que se repita, los escritores, o al menos algunos escritores, no somos estrictamente hombres de letras. (...) Respondemos mejor al título de hombres de palabras más que al más frecuente y pomposo de hombres de letras. Personajes, escenarios y emociones se crean y se transmiten con palabras, siquiera sean necesarias las letras, como los ladrillos de un edificio, para la más modesta construcción literaria. Pero es indudable que hubo narradores mucho antes de que existiera la escritura. Y también que aún hoy viven a nuestro alrededor, generalmente en el campo y con sus voces puestas en sordina por mor de la televisión, grandes fabuladores y cronistas orales (...) que raramente han puesto en su vida una letra detrás de otra, como no fuera para estampar su firma. (...)

F José Luis Sampedro El jardín de la F

Folio: Puestos a dar un paseo entre las florecillas de mi jardín léxico, acotado por la letra F, ningún otro vocablo se me aparece antes que Folio, puesto que él solo se me viene a las manos en cuanto me dispongo a escribir. Paladeo su sonoridad, primero algo arañante, después más suave, y luego la etimología me recuerda que manejo una hoja, que este blanco espacio, campo de labranza para mi Faena de hoy, ha sido antes árbol, cuerpo vivo, susurro al viento, nido de pájaros, sombra para el viandante. (...)

G José Hierro Memorial de agravios de la letra G

Miradme. Admiradme. Envidiadme. Desafío el riesgo de parecer vanidosa vestida de gala o, lo que es lo mismo, en atavío de mayúscula, reto a cualquiera a que demuestre que existe una letra que pueda comparárseme. Los monjes medievales, pacientes miniaturistas y pendolistas, veían en mí un don del Señor, y exigían plumas de arcángel para representarme cuando era yo quien iniciaba un capítulo de un Libro de Horas o Comentario del Apocalipsis. Nadie como yo proponía tantos desafíos ni proporcionaba tantas posibilidades y soluciones. Podían hacerme dragón alado, sierpe, pámpano en cierne, ola marina majestuosamente encrespada, trompa musical, garabato de candil, rabo de cerdo.

No es éste el momento de catalogar -y envanecerme por ello- las formas en que, a través de los siglos he sido interpretada por los calígrafos. Pero no he venido a envanecerme de mi belleza externa. (...)

H Martín de Riquer

Marrtín de Riquer

H mayúscula

La hache es la letra que más antipatías ha suscitado y que ha sido la más atacada. La odian los niños en la escuela porque les plantea problemas más graves que el uso de la be y la uve o de la ge y la jota, ya que, según el diccionario académico, la novena letra del abecedario español 'en la lengua general no representa sonido alguno', y por esta razón hace siglos que tiene enemigos que intentan eliminarla, entre los que nunca han faltado gramáticos e ilustres escritores. (...) Ante todo conviene resaltar el valor de la hache como seguro indicio de nivel cultural (...)

I Claudio Rodríguez

Claudio Rodríguez

I mayúscula

Se trata del habla, del idioma que es sonido y significación. Las letras son meramente símbolos; que la vocal i velar se articule con duración más breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiración de la pronunciación humana. Si se habla de fonemas, la i es regular, poco cambiante. La I es la Iota griega y la semítica Yod, aunque ésta represente una consonante. Pero es el sonido, las peculiaridades acústicas que derivan de la sensibilidad de cada persona. Esta vocal suena a algo susurrado, a algo que no acaba, como un toque impreciso y misterioso que late después de un compás musical y que se pierde en el aire e incluso que se puede personificar, como a través de tantas canciones populares, y sobre todo infantiles. Digo infantiles porque existe una 'lógica fonética' en el aprendizaje de la locución. Por ejemplo:

Golondrina que hilaste

y por marzo nos dejaste

siempre aquí, siempre allí

¡Doña Beatrííí! (...)

j Pedro Laín Entralgo

Pedro Laín Entralgo

j minúscula

(...) Jota minúscula. Para un aragonés, yo lo soy, algo así como una secreta advertencia, más o menos expresable en estos términos: 'Reconociendo tu condición de aragonés, el Destino te ha situado en la letra jota; mas para evitar que te encumbres demasiado, te ha relegado a la jota minúscula'. Lo cual me hace advertir demasiado que no sólo en la distribución de sillones de la Academia, también en la realidad histórica y social de Aragón, esto es, en la tierra donde se canta y baila la jota, hay una Jota mayúscula y una jota minúscula. (...)

K Ana María Matute Fábula de joven K

(...) Le he dicho varias veces: mira, no te pongas en mi camino, mejor será, no te pongas delante, ya sabes cómo soy y mis cosas, no te me enredes entre los pies, no me colmes la paciencia. Al principio, sí, me hizo caso, parecía. Ni se notaba que íbamos a la misma clase, al mismo curso, bien que se cuida de apartarse. Hasta el día que empezó a esperarme al lado del abedul. Le dije: aparta, vamos a tener la fiesta en paz. (...)

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

Rafael Lapesa

k minúscula

En 1611, Sebastián de Covarrubias Orozco, en su Tesoro de la lengua castellana o española dedicó sólo una entrada a esta letra, en el folio 510r: De la letra K, que llaman los griegos, (...) no ay uso cerca de los latinos, fuera de dos diciones suyas, que son kalendas y kiries; y éstas, cuando se escriven en nuestra lengua castellana, se forman y pronuncian con CH, chiries, y calendas con sola C, la qual haze el mesmo oficio que la K, y ésse tiene también la Q, salvo que se le sigue siempre U. Vide supra verbo calendas; y el Kirie eleyson vale tanto como Domine miserere, San Gregorio Magno, instituyó que en la misa se dixessen los kyries. Vide Stephanum Durantium, De ritibus Ecclesiae Catholicae.(...)

L Mario Vargas Llosa Libre, lectora, literaria, leguleya y liberal

Me considero muy afortunado de que los dioses, o el azar, me deparasen el sillón académico bautizado con la letra L: no hay una más apuesta, alegre y de más estimulante simbolismo en todo el abecedario, tanto que debería se escrita siempre en mayúscula, para subrayar su liderazgo sobre las demás. Es una letra de grafía bella y airosa, parecida a un arbolito, bien plantada en el suelo de la realidad gracias a esa sólida plataforma en que se apoya, pero cuya esbelta figura se levanta hacia las nubes y el cielo, como queriendo volar. Con ella comienzan algunas de las palabras que más amo en la lengua española -literatura, leyes, lectura, libertad-, porque son emblemáticas de la civilización, y porque, como la letra L, hunden sus raíces en la vida real, cotidiana y pedestre, pero para alzarse desde allí hacia las cumbres más elevadas del ensueño y el ideal. Como escritor, a todas las quiero y reverencio por razones sobradas. Pero, si debo quedarme con una sola, elijo ésta, la L, libre, literaria, lectora, leguleya y liberal, que me tocó (...).

l Emilio Lledó

No llegan a los treinta signos gráficos que organizan la parcela donde se dibuja, en un diccionario, el territorio de la lengua. Unos cuantos signos que, además, sirven para agrupar alfabéticamente las palabras iniciadas con ellos. Unos signos inertes, al parecer, pero en los que se engarza la infinita explosión de los significados. Las letras del alfabeto van, pues, acotando esos espacios ideales en los que se establecen las palabras, y en los que tiene lugar el misterio de la comunicación, de la expresión, de la Literatura. (...). La letra ele, que ha visto, recientemente, aumentada su parcela con la elle, se ha enriquecido con palabras tan hermosas como lluvia o como llanto, dos nombres que manifiestan ese prodigio de la naturaleza que atesoran las nubes o los ojos humanos, que surcan las mejillas o que ablandan la tierra (...). Todas las palabras de ele estimulan nuestra reflexión. Es una letra especialmente jugosa y clara (...)

M Carlos Bousoño La letra M de mi sillón académico

La letra M que designa el sillón que yo ocupo en la Real Academia Española perteneció, inmediatamente antes de llegar a mí, a don Salvador de Madariaga, cuyas obras históricas sobre la América que habla nuestra lengua han sido decisivas para comprender a fondo el fabuloso esfuerzo español de la conquista, la incorporación cultural a Occidente y el desarrollo del inmenso territorio al que dimos nuestra sangre y nuestro idioma, con todo lo que esto último lleva consigo. Observo, al hablar así, que, casualmente, el apellido Madariaga empieza también por M, y recuerdo que México (otra M inicial) fue el tema de un magnífico libro suyo (el titulado Hernán Cortés) y que también resultó ser en Mexico donde trabé amistad con una hija, precisamente, de don Salvador, casada por aquel entonces con un inglés, apellidado Matthews (de nuevo la M que parece perseguir este escrito), con quien la vi emparejada muy amorosamente una maravillosa tarde de música (M de nuevo) (...).

O Pere Gimferrer

Acerca de la O

Ninguna vocal puede considerarse tan característica del castellano o español como la O. Pese a que, a diferencia de otras lenguas románicas, sólo tiene un sonido para dicha letra, es el castellano el idioma que cobra una naturaleza más definitoria; ello se debe, en parte, al hecho de que en otros idiomas el sonido de la O se representa a veces mediante combinaciones vocálicas y no mediante una sola vocal (...) o bien ha evolucionado hacia otras vocales (...) o bien, finalmente, a que no le afecta la formación de plurales (...).

p Francisco Rico Polvo

Ya senador del Reino, Carlos Barral se ayudaba de un bastón para mantener el donaire de dandy inveterado contra los achaques de los años. Una de las veces que me lo encontré con tal apoyatura, diestramente empuñada para avanzar por el pasillo del wagon-lit, de vuelta al coche restaurante adonde yo iba, me planté frente a él mientras se acercaba y, al tenerlo a la distancia justa, declamé con énfasis y sorna: 'Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados...'. Comprenderás -apostillé enseguida, para quitarle hierro a mi crueldad amistosa- que no lo digo por el bastón en concreto, sino por Sus Señorías en general. (...)

R Fernando Lázaro Carreter La letra canina

Es la del sillón que me fue adjudicado al ingresar en la Academia, y creo mi deber defenderla aun a toro pasado. Se trata de la R, a la cual, recuerda el viejo Covarrubias, se la había llamado canina 'por el estridor con que se pronuncia, como el perro cuando regaña', y, en efecto, nada menos que Persio la designó así. Este asunto del son que corresponde a los fonemas viene rodando desde muy antiguo a impulsos del ansia de averiguar. Un famoso -y ambiguo- diálogo dedicó Platón a demostrar cómo las palabras primeras fueron onomatopeyas, de lo cual habría testimonio en el griego de su tiempo; y no sólo de los ruidos imitativos precederían los vocablos, sino de cierta conformidad natural entre lo representado, físico o mental, y su sonido. (...).

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabra

T Manuel Alvar

Gonzalo Torrente Ballester

E mayúscula

El Escritor y la palabraManuel Alvar

T mayúscula

De las letras decía san Isidoro que 'son índices de las cosas y signos de las palabras'. Poco falta, pues, para pretender que en ellas se encuentre un mundo simbólico falto de asideros precisos. Sabemos del primer alfabeto: se documenta en Ugarit, ciudad siria de la costa, destruida el año 1200 a. C. En aquel remotísimo repertorio, la t se llamaba tu, anticipo de la tau griega. Una colección de salmos ampara a cada uno de ellos bajo el nombre de una letra. ¿Hay alguna relación entre la cabecera y el texto? La letra tet (realmente t) está al frente de un bellísimo poema de sumisión y renuncia. (...)

u Antonio Muñoz Molina

Tratado instantáneo sobre la u

Llamándome Muñoz y siendo de Úbeda trabé desde muy pequeño un estrecho contacto con la letra u, especialmente en su forma minúscula, sin saber que muchos años después acabaría sentándome en ella cuando ingresara en la Academia Española. La letra es pequeña, pero eso no hace que el sillón sea menos labrado e imponente, y uno se acomoda en su concavidad de una manera muy satisfactoria, y además, sin el exceso de empaque que tienen otras letras, como la hache mayúscula o la ene mayúscula, que son casi como frontispicios de monumentos. Yo veo que esta u tan pequeña va bien con mi carácter. La u aparecía en los cuentos de miedo que me contaban cuando era muy niño: (..) su sonido me asustaba cuando el que me estaba contando el cuento imitaba el aullido de un lobo a medianoche o el ulular del viento entre las oscuridades movedizas de un bosque. El verbo ulular está tan lleno de viento porque está lleno de úes: los lobos de los cuentos alzan el hocico hacia la Luna y de sus gargantas surge una amenazadora letra u que es la misma que suena en un aullido y en la ya de por sí inquietante palabra aullido. Otro de los personajes con que se asustaba a los niños más pequeños era casi como una exhalación fantasma de la letra u: el Bu. El Bu iba a venir si no nos comíamos la sopa, si no nos dormíamos pronto, el Bu podía amenazar con su llegada sin ningún motivo y sin culpa nuestra, sólo porque a un adulto le hacía gracia ver la cara de susto que poníamos al oírlo nombrar: -¡Qué viene el Bu! (...)

V Juan Luis Cebrián La uve voraz

Llegué a la letra V, como a la Academia, un poco por casualidad, si casualidad es que te quieran los amigos. En realidad, ese signo no tenía nada de especial para mí, como no fuera el privilegio de suceder a Emilio García Gómez en la docta casa. Luego supe que Jovellanos había ocupado la misma silla que hoy me corresponde, y que pudo hacerlo Antonio Machado, elegido para ella aunque nunca llegara a pronunciar el discurso de ingreso. Esas cosas sirvieron para que me reconciliara en parte con un grafismo que en mi subconsciente tendía a relacionar con el signo fascista de la Victoria, que tantas veces había visto reproducido en la tribuna del dictador Franco (...). En el caso de la uve, la cuestión estriba en no dejarse vampirizar por ella. Es preciso buscarle las vueltas (...), abrazar su vertical figura y arrastrarla con decisión al vals de la existencia (...). Un cansado ejercicio, desde luego, aunque del todo inevitable para aquel que corra la ventura de nacer o vivir bajo su influjo. Vale.

Z Francisco Ayala

La vida está llena de ironías, y una ironía de mi vida ha sido que la Real Academia Española me llevara a su seno para ocupar precisamente su sillón Z. Ironía amable y zumbona en esta ocasión. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ¿qué podía significar para mí? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o lotería, inesperadamente, me hubiese caído como premio la letra zeta. ¿Por qué precisamente la letra zeta a mí? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qué significaría tan azaroso premio; qué podría haber oculto detrás de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simbólico sillón: la Zeda o Zeta, que así se llama (...). Con eso y todo, vengo a descubrir que al final de cuentas me he encariñado con la letra zeta; que a la fecha de hoy, la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adueñado de ella, y no consentiría ya que nadie me la disputase: ¡Es la letra de mi sillón académico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cariño. Quizá no era otro, en definitiva, el secreto que la suerte azarosa me deparó el día de mi elección o -permítaseme- entronización académica.

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