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Reportaje:

El falso deshielo entre el Vaticano y Moscú

La construcción de una iglesia ortodoxa en Roma no acaba de acercar al Kremlin y la Santa Sede

La ceremonia fue toda una metáfora de los nuevos tiempos. El ministro ruso de Exteriores, Ígor Ivanov, colocó el sábado en Roma la primera piedra de la que será la iglesia ortodoxa de Santa Catalina, que estará ubicada en el parque de la famosa Villa Abamelek, sede de la mítica embajada soviética y hoy residencia del embajador ruso en la capital italiana. La villa, que fue escenario en los años sesenta de las citas periódicas entre el camarada Klaudio, (nombre en clave del presidente del actual Partido de los Comunistas Italianos, Armando Cossutta) y agentes del KGB cargados de dólares destinados al partido hermano, el Partido Comunista de Italia (PCI), alojará en el plazo de unos años, y a poca distancia del Vaticano, un rutilante edificio dedicado al culto cristiano ortodoxo.

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Pero el dossier Mitrokhin (material secreto copiado por un ex funcionario del KGB en Moscú y publicado en el Reino Unido) es ya agua pasada en Italia, y el interés de la ceremonia se centró exclusivamente en saber si esta primera piedra será también una señal de deshielo entre la Iglesia ortodoxa y la romana, separadas desde el cisma del siglo XI. Todo apunta a que no será así, porque el veto del patriarca ruso, Alexis II, se mantiene como el principal escollo para que el Papa pueda viajar a Moscú. No contento con ello, el patriarca estaría intentando además, según la agencia católica Fides, impedir el viaje a Ucrania que Juan Pablo II tiene previsto hacer en junio.

El sábado, Ivanov estuvo acompañado por su homólogo italiano, Lamberto Dini, pero la Santa Sede, que se divisa a la perfección desde las alturas de Villa Abamelek, envió sólo a dos representantes de segunda fila. Y es que la gran ocasión, para la que Ivanov viajó ex profeso a Italia y al Vaticano, donde ayer fue recibido por Juan Pablo II, no refleja ningún acercamiento entre la Iglesia de Roma y la Iglesia ortodoxa rusa. Al contrario. El patriarca Alexis II envió un frío mensaje, que fue leído en la ceremonia, en el que se felicitaba por 'la significativa coincidencia' entre la colocación de la primera piedra de Santa Catalina 'y el inicio del tercer milenio en un lugar tan importante como la ciudad de Roma'. Ni una mención al anciano Papa ni al Vaticano.

Tampoco en la entrevista entre Ivanov y el pontífice se produjo la esperada invitación a Karol Wojtyla a visitar Moscú. Algo que hicieron en su día Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin, pero que no fue confirmado por el actual presidente ruso, Vladímir Putin, en su visita al Vaticano de junio pasado. Sobre la Rusia de hoy pesa con mayor fuerza una Iglesia ortodoxa que ha recuperado toda su influencia en la federación. La diplomacia vaticana ha encajado el golpe con la habitual sangre fría. El encuentro entre Ivanov y Karol Wojtyla fue resumido ayer por la Santa Sede con un escueto comunicado redactado por el portavoz de prensa, Joaquín Navarro Valls, en el que figuran las palabras habituales. La entrevista se desarrolló con 'gran cordialidad' y dio pie a un 'intercambio de puntos de vista sobre cuestiones internacionales', incluida la 'situación en Oriente Próximo'.

A nadie se le escapa, sin embargo, que no es el poder político el responsable de esta frialdad. 'Las relaciones interestatales entre Rusia y la Santa Sede van mejor que bien', recalcó Ivanov en vísperas del encuentro con el Papa. 'Nuestros puntos de vista coinciden sobre muchas cosas'. Rusia figura entre los 175 países que mantienen relaciones diplomáticas con el Vaticano, pero en su caso, como en el de la Autoridad Palestina y la Orden de Malta -un Estado sin territorio-, no son plenas, aunque la misión rusa ante la Santa Sede está guiada por un embajador y todo apunta a que los lazos serán reforzados en breve. Quizás para cuando se inaugure la iglesia de Santa Catalina se habrá producido el definitivo deshielo.

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