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TERREMOTO EN CENTROAMÉRICA

Un centenar de especialistas españoles trabajan con perros en la zona con más desaparecidos

Juan Jesús Aznárez

Las operaciones de los otros equipos nacionales y extranjeros presentes en el barrio fueron suspendidas para que los animales pudieran olfatear sin ser distraídos por las voces de las brigadas y el estruendo de las máquinas de rescate. 'Es mejor interrumpir el trabajo una hora porque los perros pueden encontrar algo', aconsejó un bombero de Madrid.

Hacia las nueve y media de la mañana, mientras los canes batían resquicios y lomas de amasijos, los sensores de un grupo de españoles registraron ruidos en el interior de una vivienda, a cuyo primer piso fue posible acceder por una ventana. 'Silencio, por favor', pidió un socorrista. La zona enmudeció para evitar que cualquier ruido extraño pudiera confundir. Un militar salvadoreño, César Mejía, había informado sobre el paradero de su sobrina, de 16 años, que hacía café en esa planta cuando sobrevino la avalancha. Murieron su abuela y una tía. El uniformado salvadoreño indicó el sitio donde eventualmente podría encontrarse su sobrina, y acudieron media docena de bomberos, miembros del servicio de protección civil y voluntarios de varias comunidades españolas.

'¡Natalia, da tres golpes', gritó uno de ellos. Esperó varios minutos y lo intentó de nuevo. '¡Natalia, da tres golpes!' 'Un perro, un perro', pidieron después. Un perro de aguas español y su adiestrador llegaron a la vivienda, y el chucho olfateó a conciencia la montaña de tierra que sepultó el 90% del chalé de dos plantas.

'Sólo el perro nos va a dar garantías'. Minutos después, salía un bombero, visiblemente contrariado. 'Nada, ninguna reacción'. '¿Seguro?', le preguntó un compañero. '¿Sí, seguro, posiblemente nos ha debido confundir el ruido ambiente'. El militar, de todas formas, ya había dado por muerta a su sobrina.

'En ningún momento tuve esperanzas. Cuando sintió el temblor la tía salió a fuera a buscar a su abuela. Fueron los dos cadáveres que encontramos. Ahora alguien ha dicho que bajo tierra alguien golpeaba hacia arriba. No sé'.

El experimentado grupo enviado por España, cuya reacción fue más rápida y eficaz que la observada en anteriores catástrofes naturales ocurridas en América Central, Venezuela y Colombia, aterrizó primero en la zona de Usulután, pero pronto comprobó que la información recibida no era la adecuada. En aquella geografía salvadoreña los daños eran importantes, una veintena de muertos, dos centenares de heridos, y miles de damnificados, pero nada comparable con la periferia de San Salvador, el destino más aconsejable para las características de la dotación, el punto con los principales derrumbes, y el mayor número de personas sepultadas.

En los dos primeros aviones viajaron equipos de Madrid, de la capital y de la comunidad, de Getafe, Granada, Huelva, Sevilla, Castellón y Málaga. Estaba previsto el aterrizaje de otro con más material y un hospital de campaña.

Método de trabajo

'Hemos dividido la zona en cuatro partes, y en cada una de ella trabajan los perros', informó uno de los mandos. 'No hay que desanimarse porque hemos visto que una persona ha podido aguantar hasta días atrapado entre los escombros. Todo depende de su fortaleza física, de las condiciones del encierro y de la suerte en encontrarlo'. Pese a todo, era improbable el hallazgo de nuevos sobrevivientes porque las toneladas de tierra caídas sobre Las Colinas, y la maraña de estructuras metálicas entrecruzadas con los cascotes, o los coches volteados, cegaron las salidas de las casas, y multiplicaron las dificultades del desescombro.

Estos expertos calculan que el tiempo de vida máximo bajo los escombros puede ser de 72 horas. En la mañana de hoy se cumple este plazo. Las experiencias de México, y las más recientes de Taiwan y Turquía demuestran que los milagros son posibles; ésa es la esperanza que llevará a los equipos a trabajar a destajo mientras exista un halo de esperanza.

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