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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fuera de control

Tras dos meses de crisis por la expansión de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o mal de las vacas locas, a países hasta noviembre libres de la enfermedad como España y Alemania, el problema sigue fuera de control. En toda Europa, pero sobre todo en nuestro país, las normas destinadas a atajar el mal se suceden de manera atropellada y, a veces, incoherente. El plan integral con que se pretende afrontar la crisis en España, concretado en un decreto publicado el 23 de diciembre, establecía requisitos que han tenido que ser corregidos sólo tres semanas después porque eran de imposible cumplimiento. Así, el decreto obligaba a los veterinarios a certificar en las reses destinadas al matadero la ausencia de síntomas de 27 enfermedades, entre las que no se incluía la EEB, un olvido posteriormente corregido.

La entrada en vigor del plan ha puesto de manifiesto las carencias españolas para atajar de forma drástica las posibilidades de que la enfermedad acabe afectando a las personas. El ejemplo más evidente ha sido la enorme chapuza que supuso enterrar sin garantías higiénicas 282 vacas muertas en una mina abandonada de Mesía (A Coruña), vulnerando lo establecido en el decreto apenas una semana después de su publicación. La dificultad de cumplir con la nueva legalidad a la hora de eliminar los animales muertos de enfermedad o accidente también se ha puesto de manifiesto en Asturias, donde más de dos centenares de reses no han sido destruidas como establece el decreto, pero al menos se ha optado por echarlas a un vertedero legal después de extraerles los despojos peligrosos.

Todo este descontrol puede ser fruto de la urgencia en la adopción de medidas para cortar el miedo entre la población a consumir carne vacuna, después de que en noviembre se hiciera público el primer caso de res enferma de EEB, al que se han sumado cuatro más hasta hoy. Pero es, sobre todo, consecuencia de la política del avestruz seguida durante años. Hace tan sólo seis meses, el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, tildó de 'irresponsables' y 'alarmistas' a los miembros del Comité Científico que asesora a la UE por incluir a España entre los países de 'alto riesgo', cuando aún no había sido detectado ningún caso de EBB. El tiempo ha dado la razón a los técnicos. Si el ministro hubiera iniciado entonces los preparativos para afrontar lo que iba a venir, las cosas estarían ahora mejor.

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Tras superar su actitud displicente, Arias Cañete ha acabado por tomar las riendas de la situación y ha hecho un esfuerzo de coordinación con las comunidades autónomas. Por el contrario, la titular de Sanidad, Celia Villalobos, se ha limitado a confundir a la opinión pública. Por su parte, el presidente del Gobierno, José María Aznar, ha dejado que la imagen de división de su Gabinete se consolidara y ha esperado hasta esta semana para, finalmente, aceptar que el de las vacas locas es un 'problema serio'.

Sólo un consejero regional, el gallego Cástor Gago, ha asumido sus responsabilidades por la mala gestión de la crisis y ha presentado su dimisión. Contrasta con la evolución de los acontecimientos en Alemania, donde han dejado el Gobierno los ministros de Agricultura y Sanidad. Pero, más allá de las dimisiones, el Gobierno de Berlín ha afrontado directamente la crisis alimentaria e iniciado un proceso en el que trata de corregir los excesos en que ha incurrido la industrialización de la agricultura y la ganadería, para buscar una vía más respetuosa con el consumidor y el medio ambiente, un enfoque que, seguramente, acabará imponiéndose en el conjunto de la UE. ¿A qué espera el Gobierno de Aznar para situar entre sus máximas prioridades la solución de un 'problema serio' como éste?

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