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Reportaje:

Regreso a la plaza de Catalunya

Los 25 inmigrantes que viven en el local de una ONG volverán a dormir en la calle para pedir su regularización

Miquel Noguer

Donde había vacas, ahora viven personas. Y no lo pasan mejor que los animales. La cuadra que no hace tantos años albergaba un pequeño rebaño para abastecer la lechería de la calle del Carme de Barcelona ha quedado transformada, desde el pasado 22 de noviembre, en un improvisado albergue para inmigrantes. Tan improvisado que sólo tiene un lavabo, un par de bombillas, 25 colchones y cartones alineados en el suelo y, sobre todo, una humedad que hiela los huesos.

Esto es todo lo que les puede ofrecer la ONG Servei Civil Internacional de Catalunya (SCI). Los responsables de esta organización decidieron en noviembre ofrecer un almacén de su local al grupo de inmigrantes que malvivía en las calles de Barcelona, entre ellos miembros del grupo que se instaló durante seis meses en la plaza de Catalunya.

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Los resignados huéspedes de este habitáculo son 25 hombres venidos del África subsahariana y de los países del Este. Casi todos son jóvenes, pero en sus caras ya se reflejan las marcas que dejan las noches en la calle, el frío, la mala alimentación y la miseria. 'Todos se quejan de dolor en los huesos', explica Sara Silvestre, secretaria de la organización.

La situación se ha hecho insostenible. 'Nosotros no somos una entidad de acogida de inmigrantes, sino de educación en el tiempo libre. No podemos hacernos cargo de ellos por más tiempo. Además no somos quienes tenemos que lavar la ropa sucia de las administraciones', afirma Silvestre. Así las cosas, los inmigrantes tendrán que abandonar la lechería el próximo domingo. ¿Y después qué? 'Regresaremos a la plaza de Catalunya. Es la única forma de que la gente nos vea y las instituciones hagan algo', explica Salomon Nsih, un joven de 24 años llegado de Sierra Leona. 'No pedimos nada raro, sólo que nos den los documentos necesarios para poder trabajar'.

La decisión de volver a la plaza de Catalunya la tomaron el lunes por la noche, tras una asamblea a la que asistieron los 25 acogidos en el local de SCI y representantes de la plataforma Papeles para Todos. Los representantes de esta organización acusan al Ayuntamiento de Barcelona de haber hecho creer a la opinión pública que, una vez abierto un albergue en Ciutat Vella, el problema de los inmigrantes de la plaza de Catalunya ya estaba arreglado.

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Pero lo cierto es que las cifras no cuadran. Según un portavoz municipal, 'en la plaza de Cataluña llegó a haber 70 u 80 personas'. En el albergue hay 130 plazas y todas están ocupadas, de manera que allí tendrían que caber todos. Pero aún hay personas en la calle que afirman haber vivido en la plaza de Catalunya. El efecto mediático que provocó la acampada que realizaron los inmigrantes en esta plaza hace que muchos de los recién llegados que ahora buscan un techo en Barcelona aseguren haber formado parte del grupo.

En el caso de los 25 inmigrantes de la calle del Carme, casi todos dicen haber pasado una o más noches en la plaza de Catalunya o el parque de L'Espanya Industrial. 'Dormí en medio de la plaza toda una semana. No quiero volver allí', afirma Salomon.

Mientras, la vida en el refugio de la calle del Carme transcurre entre la monotonía y la angustia permanente. Una responsable de la organización explica: 'Algunos de ellos aprovechan el día buscando trabajo, otros están tan desubicados que no saben ni por dónde empezar'. Éste es el caso de Boubacar Touré, un joven guineano que no habla una sola palabra de español ni de inglés. 'Lo único que veo es que en la Delegación del Gobierno me mandan de una ventanilla a otra'. Una portavoz de Servei Civil Internacional explica que muchos inmigrantes llegan a las ONG con un papel en castellano donde hay direcciones y teléfonos de utilidad. Se los dan los funcionarios de Extranjería. El problema es que muchas veces no consiguen comprenderlos. '¿Cómo tienen que moverse por una ciudad que no conocen si no hablan el idioma y no tienen ni un mapa?', se pregunta Sara Silvestre.

Pero se mueven, y a las nueve de la noche llegan al albergue, donde se cuentan cómo ha ido el día. Muchas horas las han pasado vagando por la calle en busca de alguien que les dé un empleo sin hacer preguntas sobre papeles.

Otro de los acogidos, un rumano de cerca de treinta años, explica que es experto en hacer chapuzas caseras, sobre todo trabajos de electricista. Además asegura tener algo parecido a una oferta de trabajo. 'Pero no tengo papeles y mi patrón me los exige ya', añade.

La regularización será, con la vivienda, la principal reivindicación de estos inmigrantes durante los próximos días. Si hace falta, lo pedirán montando un nuevo campamento en la plaza de Catalunya. Lo decidieron en asamblea el lunes, y pese a la unidad inicial, la idea no convence a todos.

Uno de los subsaharianos teme que su estancia en la plaza acabe por disgregar el grupo más o menos compacto que han formado hasta ahora. El frío, que sin duda será intenso, no le da miedo. Tampoco le preocupa mucho lo que pueda hacer la policía. 'Lo más peligroso es que, una vez allí, todo el mundo empiece a buscarse la vida por su lado. No nos tenemos que disgregar. Sería lo peor que podría ocurrirnos'.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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