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La deuda externa se prolonga al nuevo siglo

Muchos de los países pobres que este año consiguieron un alivio de sus pagos volverán a desembolsar más en tres años

Fernando Gualdoni

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La condonación de la deuda externa de los países más pobres del mundo se ha convertido este año, con todas las de la ley, en una causa. Hacía 30 años que los jóvenes de Occidente no tomaban las calles con un objetivo común. Las manifestaciones en favor de esta meta, que comenzaron en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, en noviembre de 1999, se repitieron e intensificaron este año en las reuniones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington y Praga. Hasta tal punto han llegado las protestas, que sólo un miembro de los 140 de la OMC, Qatar, se ha propuesto para organizar la próxima cumbre de la organización, que debería celebrarse en noviembre de 2001. La mayoría de los gobiernos industrializados no quieren en sus calles a los manifestantes en contra de una globalización, a la que juzgan dañina para los países pobres. Italia, por ejemplo, ya se prepara para recibir la protesta de miles de personas en la reunión de julio del G-7 en Génova.Para la mayoría de estos jóvenes, la iniciativa del Banco Mundial para la condonación de la deuda de los 41 países más pobres es una farsa. Para otros muchos, es más que insuficiente. El presidente del banco, James Wolfensohn, en una tribuna publicada en varios periódicos del mundo hace una semana, celebró los avances de la iniciativa para el alivio de la deuda, pero también reconoció que aún queda mucho por hacer.

Las cifras que prueban que la iniciativa todavía está lejos de cumplir la meta para la que fue diseñada, la de combatir la pobreza a través de la condonación de la deuda, proceden del propio banco. De los 41 países más pobres, 22 han sido seleccionados por los acreedores para reducir su deuda. Para ocho de una lista de 12 que hace el banco, la iniciativa supondrá un alivio en los próximos tres años. Pero, a partir de 2004, los desembolsos que tendrán que realizar para pagar los intereses de la deuda vuelven a subir. Dos de ellos son Uganda y Bolivia, los países generalmente utilizados como el paradigma del éxito de la iniciativa. Estos dos países, un año después de haber obtenido una reducción de la deuda hasta hacerla sostenible, volverán al punto de partida. Otra vez, la carga de sus deudas se considerará insostenible.

El plan del Banco Mundial tiene todavía muchas contradicciones y flancos descubiertos. El banco ha resaltado que el programa permitirá una reducción de 33.600 millones de dólares (6 billones de pesetas), en valor nominal, del servicio de deuda de los pobres. José María Vera, director de estudios de Oxfam España, dice "que en valor real, la reducción es de tan sólo 20.400 millones y que esta cifra es tan sólo el 12% de los intereses de una deuda real de 170.000 millones de los 41 países".

La coalición Jubileo 2000, que este año recibió un fuerte apoyo de diferentes personalidades, como Bono, cantante de U2, critica la iniciativa porque, según sus cálculos, los diez primeros países en pasar las etapas del programa se beneficiaron de una reducción real de la deuda de 9.119 millones, el 33,6%. A juicio de esta ONG, la cifra es más que insuficiente.

Oxfam, utilizando cifras oficiales de los gobiernos de 12 países de la iniciativa, ha calculado que ocho seguirán pagando más en intereses de deuda en los próximos tres años de lo que gastan en educación y sanidad.

Ambas organizaciones reconocen que sin la iniciativa del Banco Mundial, muchos de los 41 países pobres pagarían más en intereses de deuda de lo que deberán desembolsar. Pero ambas critican que el programa se quede muy corto y que la meta que surgió de la cumbre del G-7 en Colonia, en junio de 1999, se la ha llevado el viento. La meta era: acelerar y ampliar las condonaciones de deuda, y en su opinión, esto no se ha cumplido. Los responsables del banco, por el contrario, aseguran que sí se ha avanzado.

Según las ONG, el alivio llega muy tarde, si llega, y los beneficios, para la mayoría, son escasos. Desde el compromiso de Colonia, el alivio llega uno o dos años antes. Pero, de todos modos, sigue siendo tarde. El Banco Mundial afirma que necesita tiempo, entre otras cosas, para poner en marcha mecanismos con los que asegurarse de que el dinero que estos países dejarán de pagar no acabará engrosando las fortunas de las oligarquías enquistadas en el poder en muchos de ellos, dictaduras encubiertas algunos, y casi todos plagados por una corrupción rampante. Chad es un ejemplo. Aquí, tanto el Banco Mundial como las ONG del país concidieron en no incluirle en la lista de posibles beneficiarios tras comprobar que parte del dinero se utilizaba para comprar armas.

Las ONG insisten. Vera pone el ejemplo de Nicaragua. Este país centroamericano comenzó a negociar el recorte de su deuda hace 12 años. Actualmente debe 6.664 millones de dólares, pero sólo 4.197 pueden ser condonados mediante la iniciativa del banco, porque ésa era la deuda que el país tenía en octubre de 1988, cuando comenzó a negociar la reducción. Todas las deudas que ese país adquirió desde entonces, en particular las relacionadas con el desastre del huracán Mitch de 1999, no están bajo el programa. El propio banco reconoce que aún después de que a Nicaragua se le reduzca su deuda, ésta superará en más del 150% las exportaciones del país. Éste es uno de los criterios que el banco utiliza para calificar una deuda de insostenible. "Uno de los mayores fallos del programa", explica Vera, "es que no prevé el endeudamiento futuro, con lo que la situación para países como Nicaragua no se modifica, siempre están endeudados por encima de sus posibilidades de pago". Oxfam propone que a ningún país que sea seleccionado en el programa del banco se le pida que pague más del 10% de sus ingresos en concepto de intereses de deuda.

La insatisfacción por el resultado de la iniciativa del banco y la presión de las protestas durante este año han provocado que tres de los países del G-7, EE UU, Reino Unido y Canadá decidieran, unilateralmente, dejar de cobrar los pagos de deuda a esos 41 países pobres más endeudados. El congreso estadounidense, a instancias del presidente Clinton, aprobó en octubre la liberación de 435 millones de dólares que se utilizarán para completar la promesa de Clinton de contribuir con 600 millones al fondo de ayuda del Banco Mundial y para cancelar, progresivamente, todas las deudas de los países pobres. Poco después, el 2 de diciembre, el ministro de Economía británico, Gordon Brown, fue más lejos y anunció la condonación de la totalidad de los créditos para ayuda al desarrollo y los comerciales anteriores a 1996. Canadá secundó la iniciativa 15 días después y la superó: perdonó el 100% de todas los préstamos de esos países. Los otros miembros del G-7, Alemania, Italia, Francia y Japón, anunciaron medidas similares.

Otros países ricos de fuera del grupo, como Australia y los países escandinavos han imitado a los del G-7. España ha condonado los créditos al desarrollo anteriores a 1996 y ha anunciado que también lo hará con los comerciales previos a ese año.

Estas iniciativas son sin duda buena prensa para los países ricos, pero no pueden ocultar el hecho de que muchos de estos Estados imponen elevados aranceles de importación a los principales productos de exportación de los países en desarrollo (alimentos y textiles). Añadido a esto, los países de la OCDE han invertido 300.000 millones de dólares en subvencionar sus sectores agrícolas. El Banco Mundial insiste en que esas barreras comerciales impedirán que los países pobres se beneficien menos de lo que deberían del crecimiento del comercio mundial que ya se prevé que será del 12,5% y que seguirá incrementándose a corto plazo. Si los países pobres pudiesen ingresar más por sus exportaciones, ese dinero, bien administrado, serviría para reducir sus deudas o aumentar sus inversiones en sanidad y educación. Las tarifas para productos como la leche, la carne, el chocolate y el azúcar superan el 100% en la UE, Canadá, EE UU y Japón.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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