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Tribuna:EL PACTO ANTITERRORISTA
Tribuna
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Antinomias

El pacto antiterrorista ha gustado poco a los nacionalistas vascos. Esto era perfectamente previsible, y no merece mayores comentarios. Lo que sí se me antoja interesante, y en cierto modo desorientador, es la guerra de cifras que se ha desencadenado a continuación. Los nacionalistas afirman que el pacto excluye a tal y cual porcentaje de la población. Y los firmantes del pacto replican esgrimiendo sus porcentajes adversos: notabilísimos si se tienen en cuenta a las tres provincias, y abrumadores si se introduce en la ecuación al conjunto de España.Detrás de la polémica persiste una idea inexacta de lo que es la representación democrática. Se diría que las políticas de los partidos reflejan el sentir de quienes han votado por ellos, y que confrontar votos viene a ser lo mismo que cotejar opiniones ciudadanas tomadas a granel. Esto... no es por fuerza así. Y no sólo porque los partidos son proclives a contravenir sus programas electorales u ocultar sus auténticas intenciones -famosamente, quienes votaron al PNV en las últimas autonómicas desconocían el acuerdo secreto de éste con ETA-, sino, a la vez, porque el propio concepto de "representación popular" es equívoco. "Representar" es una palabra equívoca, y "popular", también. Para comprobarlo, basta reparar de nuevo en el contencioso vasco.

Según las encuestas, una mayoría de los ciudadanos vascos apoya el derecho a la autodeterminación. Ahora bien, según las encuestas igualmente, el derecho a la autodeterminación ocupa un lugar muy secundario en el menú de las prioridades expresadas por los vascos. No acostumbramos a concentrar nuestras energías intelectuales en las cuestiones que nos tocan sólo de refilón, y de resultas, el votante tiende a contradecirse cuando son esas cuestiones, esas cuestiones precisamente, las que se ponen sobre el tapete. Prueba del algodón: una mayoría de los vascos manifiesta su conformidad con el Estatuto, el cual es incompatible con el derecho a la autodeterminación. He aquí un primer límite a lo que se denomina "representación popular": el alcance y significado de la representación popular se difractan cuando el pueblo cultiva nociones inestables en torno a la cosa que ha de ser objeto de representación.

A las dificultades anejas a un déficit de información o reflexión por parte del electorado se añaden luego otras, de índole, por así decirlo, matemático/estructural (véase, a este respecto, el apéndice 2) a The Calculus of Consent, por M. Buchanan & Gordon Tullock). Una de las más conocidas y letales circula por ahí con el nombre de "la paradoja de la mayoría cíclica". Supongamos que se ha de elegir entre tres opciones, A, B y C, y que el votante puede establecer, y saldar mediante el voto, todas las contraposiciones pertinentes: de A con B, de B con C, etcétera. A gana por los pelos a B, y B a C. ¿Se sigue de aquí que A ganará a C? No. Existe la posibilidad lógica de que C venza a A. Ninguna opción sería entonces la mayoritaria. ¿Conclusión? El mero hecho de plantear alternativas suscitaría una situación irresoluble por el sufragio democrático.

Por descontado, el ejemplo que acabo de pintarles aloja un valor puramente heurístico. Aparte de no corresponderse con ninguna posibilidad real, ignora que un referéndum celebrado en el País Vasco contendría ya, anticipadamente, un desenlace favorable a los nacionalistas. Puesto que el referéndum sólo sería convocable tras la derrota moral de la Constitución. Esto lo sabe Arzalluz, el cual, por otra parte, está contemplando la confección de un censo hecho a su corte y medida. Lo único que me he propuesto en esta columna es recordar que una de las mayores responsabilidades de los partidos democráticos consiste en no formular preguntas inconvenientes. Entendiendo por "inconvenientes" preguntas que, además de no ser vitales para la gente, dividen al cuerpo electoral en porciones o añicos de recomposición difícil en términos políticos. Distinto sería que una mayoría insoslayable de los vascos deseara la independencia. Pero esa situación, claramente, no es nuestra situación. Hasta que la última no se haga efectiva, podremos afirmar que el PNV está coadyuvando activamente a que sea la cola la que mueve al perro.

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