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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ecos del pasado

La impronta de los viejos maestros salva aún al BNE, donde hay muchas caras nuevas y una cierta ausencia de aquel empaque de antaño. Ritmos es un clásico, la mejor obra de Alberto Lorca y solvente carta de presentación para una compañía de gran formato como debe ser siempre la titular española. Destilaron madurez y gusto Antonio Najarro y Aloña Alonso.Estamos solos no es un estreno mundial ni mucho menos, como reza el programa. Es el Bolero que creara el Maestro Granero para Los Ballets de Madrid hace ahora 20 años (luego lo repuso hace poco más de un lustro), lo que no quita en nada valor y calidad a la coreografía. Granero revisita su pieza creada para formato medio, agranda la plantilla y la tramoya, pero en esencia mantiene lo mismo, una especie de Ángel Exterminador que se impone concéntricamente sobre los intérpretes. Bellos trajes y luces de efecto completan el cuadro de claustrofobia y catarsis.

Ballet Nacional de España

Ritmos: Alberto Lorca /Nieto; Estamos solos: José Granero/Ravel; Mirabrazo: Antonio Canales/popular; escenografía y luces: S. Spinelli; Oripandó: A. Galia, I. Galván, I. Bayón, Currillo/D. Franco. Dirección: Aída Gómez. Teatro Auditorio de Alcobendas. Madrid, 15 de diciembre.

Mirabrazo es el segundo acercamiento de Canales a la figura y leyenda de Carmen Amaya (el primero fue con su compañía en Los Veranos de La Villa hace siete años), y se ve por primera vez en Madrid (el mundial fue en la Bienal de Sevilla). Tras una caricatura injustificada del NO-DO, sigue un cuadro frío y sombrío, de limpia ejecución y poca urdimbre que lo relacione con Carmen Amaya. El papel corifeo de José Huertas (viene de las filas de Gades) y de Luis Ortega arropa a Aída Gómez, vestida de hombre (como solía salir Amaya). Los tres están dignos, son buenos con el tacón y los ritmos jondos, pero nada más.

Oripandó sigue teniendo los mismos problemas desde su estreno hace un año: excesiva extensión de las danzas y su monocromía tostada, pero a pesar, allí se disfrutó del buen baile de Ortega y Huertas. Sin que parezca una segregación de géneros, el estilo del BNE deriva a una pulsación bronca y rasgada, de fuerza y efecto, generosamente imbricado en el nuevo flamenco de fusión y sus entusiasmos. Todo ello tiene su importancia y su papel, su éxito y su público, pero no puede suplantar el meollo estético del baile español.

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