El Gobierno menospreció la avería del 'Tireless' y aceptó su reparación en Gibraltar
Desde que el pasado 19 de mayo llegara al puerto de Gibraltar y hasta ayer, el Gobierno de José María Aznar había menospreciado la avería del submarino nuclear Tireless y había restado importancia al problema que suponía su presencia en Gibraltar, junto a poblaciones donde residen más de 250.000 españoles. El Ejecutivo aceptó desde un principio las tesis británicas sobre la dificultad del traslado del submarino, por lo que las declaraciones de los ministros siempre dieron por hecho que se repararía en Gibraltar. El vicepresidente Mariano Rajoy puso incluso una fecha: "Antes de finales de año".
"Suficientemente informado"
La escasa importancia política que desde un principio dio el Gobierno a la crisis del submarino tuvo una puesta en escena muy especial. Aznar ofreció una conferencia de prensa junto a Tony Blair el 27 de octubre -161 días después de la llegada del Tireless a Gibraltar- y se permitió la siguiente ironía cuando le preguntaron por el submarino nuclear: "Evidentemente, era más divertido cuando cantábamos el submarino amarillo", comentó mientras se tronchaba de risa por su ocurrencia. A continuación, el presidente español sostuvo que había quedado muy claro que no existía "el más mínimo riesgo" para las poblaciones circundantes por la reparación de la nave en el puerto de Gibraltar.Ya entonces se admitía que la avería era mucho más grave de lo que se había asumido en un principio. De hecho, cuando el buque llegó al puerto del Peñón procedente de Sicilia y con el reactor apagado por la avería, estaba previsto que pasara allí sólo unas horas. Pero unos días después, el Gobierno británico decidió que sería reparado allí, pese a que el puerto carecía de la categoría adecuada para arreglar la avería de un submarino nuclear.
La oposición pidió el traslado desde el principio. Y los más vehementes fueron los alcaldes de la zona, socialistas, andalucistas y del GIL. A ellos se unió hace 15 días el ayuntamiento de Cádiz, gobernado por el PP. Incluso el Gobierno de Gibraltar, dirigido por Peter Caruana, puso pegas a la metrópoli. De hecho, lo que más reprochó la oposición y los alcaldes de la zona al Ejecutivo de Aznar es que sólo la actuación de Caruana había logrado detener, al menos temporalmente, la reparación del submarino.
El único que apoyó las tesis británicas desde un principio fue el Ejecutivo español. El Gobierno de José María Aznar se consideró en aquellas semanas "suficientemente informado" por las autoridades de Londres. Aunque las pruebas de su desinformación eran múltiples: el 11 de julio, el portavoz, Pío Cabanillas, decía que la reparación se producía con "total normalidad", cuando ésta no había comenzado. Ni siquiera hoy se ha iniciado, tan sólo han cortado el trozo de tubería en el que se detectó la grieta para analizar el motivo de la avería y sustituirla, nunca antes de febrero.Tras intensas negociaciones, Londres aceptó que técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear inspeccionaran el submarino, el 3 de noviembre. Éstos reconocieron después que no habían podido acceder a la zona del reactor y que, por tanto, desconocían la magnitud de la avería y sus posibles repercusiones.
El Ejecutivo aceptó sin rechistar todas las determinaciones del Gobierno de Blair, y sobre todo la fundamental: el traslado del submarino era demasiado arriesgado. Así lo admitía el ministro de Exteriores, Josép Piqué, en una carta al presidente andaluz, Manuel Chaves, el 31 de agosto.
El pasado 8 de septiembre, cuando la polémica crecía, el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, restaba importancia una vez más al asunto y comentaba que la reparación concluiría sin problemas "antes de final de año". Añadía que el Ejecutivo español contaba con "argumentos muy razonables" para aceptar la decisión británica de reparar el submarino en Gibraltar. Rajoy concluyó aquel día: "El traslado sí supondría un auténtico riesgo de hundimiento y de catástrofe".
Pocos días después, el mayor implicado en una polémica con un fuerte contenido de crisis diplomática, el ministro de Exteriores, Josep Piqué, confirmaba que ésta era la tesis aceptada por el Gobierno y hablaba en el Congreso de la "inexistencia, por razones de seguridad, de alternativas viables para el transporte" del submarino.
Piqué fue el protagonista de una de las situaciones más extrañas que se han vivido dentro de la rocambolesca historia de la crisis política por el Tireless. El día anterior a la visita de Blair a España, se dio a conocer una carta que el ministro español de Exteriores dirigió a su colega británico, Robin Cook, en la que se quejaba de la "insuficiente información" que recibía su ministerio sobre el desarrollo de los trabajos en el submarino y el alcance de la avería. En la misiva, Piqué consideraba "inquietante" el agravamiento de la avería y tachaba de "alarmante" la anunciada prolongación de la estancia del Tireless en el Peñón. Era la primera vez que el Gobierno español se pronunciaba en estos duros términos. Pero la iniciativa del ministro quedó totalmente desautorizada cuando, al día siguiente, el presidente José María Aznar declaró en la conferencia de prensa conjunta con Blair que ambos Gobiernos habían trabajado con una "transparencia y confianza, como demuestran los hechos, satisfactorias" y añadía además que por entonces no había "ningún motivo para la intranquilidad" respecto al agravamiento de la avería.
Aznar, ayer, eliminó con su declaración todos los temores de sus ministros sobre riesgos graves de hundimiento y catástrofe nuclear cuando pidió, siete meses después, el traslado del Tireless al Reino Unido.
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