Vascos
Yo soy vasco, él es vasco, todos somos vascos. La ingenuidad de creer que uno es más vasco que otro se parece al mal rollo de las vacas locas: todos queremos creer que somos más vascos que los demás, cuando en realidad todos somos, estamos hechos, de material humano. Las mismas proteínas.¿Usted es vasco? Yo soy vasco. Bien vasco que soy, pardiez. ¿Qué tal está usted, señor vasco? Yo muy bien, ¿y usted? Éste es el saludo clave de las relaciones humanas. Yo soy más vasco que usted no vale para nada. ¿Y usted es vasco? Yo muy bien y tú? ¿Qué tal está usted? ¿Qué tal estamos? Esto es. No nos enteramos. Como sombrereros locos. A ver si cambia la cosa. Pues mire, andamos unidos. ¿Sí? ¿Por qué? Pues por la cosa esta. ¿No me diga? Diga usted lo que quiera. La situación política, ya sabe. ¿La situación mundial, dice? Pues sí, pero eso es otra cosa. ¿Cómo que otra cosa? Mire que ya me he enterado.
Conversaciones así se producen en las manifestaciones de nuestras ciudades, cuando la inmensa mayoría nos exiliamos voluntariamente hacia la ciudad del corazón. ¿Es usted falso? No, yo soy verdadeiro. ¿Y por qué vive usted aquí? Porque me da la gana. ¿Y la situación política, dice? Mi situación es el trabajo. No sea usted odioso. Pues mire, lo soy si usted se empeña. En la búsqueda de trabajo para todos andamos todos. En la búsqueda de paz.
Y nosotros los jóvenes, estamos aquí aguantando, me dice. Esto es una verdadera porquería. Cuando todos juntos deberíamos estar unidos en la búsqueda de la paz, no sólo ellos. ¿Por qué no debemos pronunciar la palabra? ¿No andan todos entre conversaciones? ¿Por qué no puedo pronunciar la palabra? ¿Acaso no tiene sentido? Me duelen los brazos de tanto teclear en el ordenador, y mientras tanto, otros tienen el dedo con callo de gatillo. ¿Te sorprende? ¿Quieres comer algo? No me digas que no quieres nada. No me digas que quieres cambiar el mundo sin comida para todos. No me digas que tienes lo que hay que tener. ¿Es este el mundo que quieres? No, claro que no. ¿Tú eres vasco? Todos somos vascos. Positivos y negativos.
Hay formas de dar de comer al mundo, y mientras tanto seguimos pensando en lo que somos. ¿Qué quieres tú? ¿Un cigarrillo, o una tostada? Por supuesto, caballero. Quiero que usted coma bien. ¿Y tú, chaval, qué quieres? Yo quiero vivir bien y que me dejen en paz. Ellos se encargarán de todo, quién sabe lo que pasará. Y todos unidos comeremos bien.
Si no estás de acuerdo, es que te falla algo en la cocorota. Dame un beso. Dime que me quieres. Escúchame. Ahora es el momento. No dejes de gritar paz. Yo soy, tú eres, él es, nosotros somos, vosotros sois, ellos son. Es una forma lógica de conjugar. ¿Quiere usted un cigarrillo? No, lo he dejado. Cosas del corazón, ¿sabe? Y tú, ¿tienes un cigarrillo? Yo tengo negro. Dámelo. Aunque siempre haya fumado rubio, voy a dejarlo. En la manifestación nos vimos, ¿lo recuerdas? Estábamos usted y yo. Estábamos tú y él. Estábamos todos con hambre de libertad y acudimos a batir palmas por la paz. Estábamos todos unidos/as. Ahora es el momento de recordarlo. Es el momento de reconstruir los sucesos pasados. La belleza del momento. Ese resplandor que a todos nos llena cuando caminamos juntos hacia un futuro mejor. ¿Usted se extraña? ¿Y tú? ¿Después de todas las tonterías que se dicen en los corrillos políticos? ¿Tantas conversaciones para nada? ¿Queremos seguir comiendo y gritando, o vamos a pasar a la acción? Yo tengo hambre de paz. Usted también. Usted dirá.
No podemos apagar la antorcha de la libertad, la bombilla de las buenas ideas. Estamos todo unidos en la búsqueda que nos llevará a un mundo mejor. A un futuro compartido. ¿Usted qué tal? Yo, vasco también.
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