Francia se batirá "hasta el final" para mantener el equilibrio en votos con Alemania
La presidencia francesa de la Unión Europea no está dispuesta a ceder la paridad que ha mantenido hasta ahora con Alemania, justificada con el argumento de que ambos países son "socios fundadores" y de que esa paridad es un elemento inherente a la concepción misma de la Europa unida. Así lo afirmó ayer una fuente del Ejecutivo francés, directamente implicada en la gestión de la cumbre de Niza, que no ocultó las dificultades para llegar a un acuerdo y mencionó la voluntad de prolongar las sesiones hasta el lunes, si hiciera falta, para facilitar un pacto de "sacrificios mutuos" que salve la cumbre del fracaso.
Acabar con la cohabitación
¿Qué significa mantener la paridad "hasta el final"? En vísperas del Consejo Europeo, y una vez proclamada esa voluntad de partida, la respuesta verdadera del Ejecutivo francés es: "Se verá". La estrategia de los franceses se basa en poner sobre la mesa un acuerdo de conjunto y negarse a cerrar punto por punto. Lo máximo que Francia podría aceptar es la sugerencia italiana para ponderar los votos del Consejo Europeo en función de la población, que implica atribuir 33 a Alemania; 30 a Francia, Reino Unido e Italia, y 27 a España. Esto plantea problemas a países más pequeños, en especial a Holanda, que se apoya en su mayor número de habitantes para despegarse de Bélgica. Pero "los deslizamientos en este punto supondrían abrir la caja de Pandora", advirtió la referida fuente francesa.Frente al argumento de que la reunificación añade 16 millones de habitantes más a Alemania, el Ejecutivo francés mira hacia atrás para restar importancia a ese hecho. Según su versión, desde el principio de las negociaciones para la Comunidad Europea, a mediados de los años cincuenta, lo que entonces era Alemania Occidental hacía sus planteamientos en nombre de las dos Alemanias, es decir, de 76 millones de personas. En aquel tiempo, Francia incluía entre su población a la de Argelia, por entonces una posesión francesa; pero la suma de ambas, en torno a 56 millones, era inferior a la de las dos Alemanias en cuyo nombre se expresaba Alemania Occidental. Si la paridad se aceptó en esos términos, los franceses no ven razones para cambiarlo ahora.
En materia de mayorías cualificadas, Francia se opone a aceptar esa regla para las negociaciones comerciales internacionales, porque no las considera "suficientemente bien definidas" y el Parlamento nacional se opondría a transferir esa competencia.
A su vez, "Francia seguirá intransigente sobre la cultura", advirtió el alto funcionario aludido. "Tan intransigente como Gran Bretaña", advirtió a renglón seguido, "cuando se opone a que la fiscalidad sea uno de los temas que puedan llevarse a mayoría cualificada". Y en cuestiones de asilo, emigración o fronteras -es decir, en las grandes áreas de Justicia e Interior-, el Ejecutivo francés ve problemas constitucionales para ceder esas competencias a la UE antes de 2004.
La opinión pública francesa no está preparada para un fracaso de la cumbre de Niza; en realidad, se habla poco en Francia de la encrucijada en que se encuentra la UE. El incandescente clima político interno lo domina todo y afecta de lleno a Jacques Chirac como presidente en ejercicio del Consejo Europeo.
Tras el encarcelamiento de su antiguo brazo derecho, Michel Roussin -puesto ayer en libertad "bajo control judicial", al aceptarse un recurso contra el auto de prisión celebrado a puerta cerrada- múltiples voces presionan a Chirac, desde la izquierda e incluso desde la derecha, para que se explique ante los franceses.
El jefe del Estado y el primer ministro, Lionel Jospin, comparecieron ayer brevemente ante la prensa tras almorzar con representantes de organizaciones patronales y sindicales europeas. En ese acto público, el jefe del Estado no aceptó preguntas sobre el creciente número de testimonios que aluden a él como persona al corriente de la existencia de redes de corrupción política cuando era alcalde de París y primer ministro.
Chirac se limitó a contestar que está concentrando todas sus energías en la cumbre de Niza. A su lado, Jospin, que hace sólo diez días hizo un llamamiento a "terminar con la cohabitación" -en otras palabras, a escoger entre Chirac o él-, se mostró parco en palabras, pero tuvo tiempo de diferenciar entre el trabajo europeo y el "libre debate interno" que debe suscitar "lo demás". Si Alemania tenía alguna duda sobre la debilidad del liderazgo francés, a causa de la división interna, el propio canciller Schröder tuvo oportunidad de contemplar, el 10 de noviembre pasado, durante la última cumbre franco-alemana, hasta qué punto Jospin y Chirac se tiraban los trastos a la cabeza a propósito de las medidas a tomar respecto a la seguridad alimentaria. No hace ni diez días que el primer ministro francés ha lanzado al Partido Socialista a forzar un adelanto de las elecciones presidenciales. Demasiados problemas internos, en suma, para ejercer un liderazgo fuerte en momentos tan cruciales para Europa.
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