"Una especie de hogar"
Casi un centenar de toxicómanos duermen hacinados cada noche en el centro de urgencia de La Rosilla
Cada noche, el centro de atención socio-sanitaria para drogodependientes de La Rosilla, en Vallecas Villa, se convierte en un campamento de refugiados. Desde que empezó el frío, unos 90 toxicómanos se hacinan en sacos de dormir, cartones y camastros instalados hasta en los baños. Es el único lugar donde los adictos reacios a los horarios de los albergues y con gran deterioro físico y social pueden cobijarse. La Agencia Antidroga espera paliar el problema con las "40 o 50 plazas" del refugio previsto para 2001 en Las Barranquillas. Pero allí hay otros 400 drogodependientes más sin hogar.A primeras horas de la noche comienza el trasiego. Varios drogodependientes friegan el recinto y comienza el acarreo de colchones y mantas. Cada uno instala su jergón donde puede, en el suelo o encima de varias sillas. Unos en el patio del centro, protegidos por una techumbre, y la mayoría, hasta 60, en el interior. En el local está prohibido consumir drogas, así que algunos, antes de dormirse, salen a fumarse un chino o meterse un chute. También se aprovisionan de vasos de leche o aprovechan para ver una película en la tele. Al amanecer hay gente durmiendo hasta en los baños. Sólo permanecen libres los despachos del médico y los educadores y el mostrador donde se sirven desayunos, comidas y cenas.
Los toxicómanos comenzaron a dormir en este centro en el verano de 1999, cuando el recinto, inaugurado 14 meses antes, empezó a funcionar día y noche. Al principio sólo se permitía pernoctar en él a unos 20 toxicómanos enfermos. Pero poco a poco la espita se fue abriendo, según explica Rosa Bravo, coordinadora médica de este local donde los drogodepedientes pueden comer, ducharse, obtener ropa y recibir atención médica y social.
"Abrimos las puertas cuando vimos que los chicos, a base de atención y comida caliente, reposo y, en muchos casos metadona, iban mostrando mejores actitudes para la convivencia", explica. "Ahora apenas surgen conflictos, porque para muchos de ellos el centro es una especie de hogar y lo defienden y respetan. Este año hemos tenido unos 80 incidentes, sólo 10 de ellos graves frente a los 700, 100 de ellos graves, del año anterior. Una persona que descansa, se alimenta, tiene a quien recurrir e inicia un programa de metadona está mucho menos agresiva que alguien que arrastra el agotamiento", añade.
Carlos, de 40 años, es uno de los habituales. Después de media vida de consumo este antiguo camarero que trabajó en importantes restaurantes de la ciudad se encuentra en la calle. "Antes me metía a dormir en los cajeros automáticos y en coches abandonados, pero aquí se está mejor, más seguro, no te echa nadie y te tratan bien porque los educadores son comprensivos y enrollados", asegura. Ahora está en un programa de metadona.
Manolo, también de 40 años, duerme con su mujer en un camastro del patio. "Prefiero estar al aire que ahí dentro con tanta gente y como hay mantas suficientes no pasamos frío", dice este toxicómano que lleva enganchado "demasiados años". "Antes íbamos a una pensión, pero esto es mejor", afirma. "¿A un albergue? No, nunca hemos ido, no nos gusta, hay mafias de gente que lleva años en ellos y se cree con más derechos. Esto no es una maravilla, pero es lo que hay", apostilla.
La saturación del centro ha llevado a los 27 educadores, trabajadores sociales y sanitarios que lo regentan a buscar soluciones. "Intentaremos derivar cada semana a dos usuarios al centro de acogida municipal de San Isidro. Pero serán aquellos que tengan una vida más normalizada para evitar fracasos", explica Jorge Gutiérrez, médico del centro. Un tercio de los albergados de La Rosilla están en programas de metadona y el resto son consumidores activos de heroína, cocaína y otras sustancias. Buena parte de ellos se pasan el día en el cercano poblado marginal de Las Barranquillas.
"El problema es que hay muchos toxicómanos sin hogar y los recursos para atenderles son muy pocos. Las plazas en albergues son insuficientes, pero es que, además, a menudo no sirven para esta población que consume drogas", matiza Gutiérrez. También los responsables de San Isidro han manifestado la necesidad de abrir un albergue para personas sin hogar reacias, en un primer momento, a los horarios y a seguir programas de atención social.
El gerente de la Agencia Antidroga, José Cabrera, de quien depende este centro gestionado por la empresa Trama, reconoce el hacinamiento. Pero promete que este invierno "será el último en que la gente duerme en estas condiciones". Su proyecto es abrir, en 2001, un albergue junto a la narcosala de Las Barranquillas.
"Que duerma tanta gente en La Rosilla es un problema, pero también una muestra clara de que estamos haciendo cosas", afirma. "Antes de que se pudiera dormir allí, los toxicómanos pasaban las noches en tiendas de campaña y en la calle, pero, como nos ocurre a menudo, una vez creado el recurso la demanda se ha multiplicado por dos", concluye.
En Madrid hay 14.000 toxicómanos en tratamiento: 8.000 en planes de metadona y 6.000 en programas libres de drogas (abstinencia). Pero las instituciones disponen sólo de 459 plazas en pisos y comunidades terapéuticas para adictos en rehabilitación sin un lugar donde vivir. Además, dichos recursos no sirven para aquellos que todavía no han iniciado programa alguno, pero que también malviven en las calles de la ciudad.
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