Legionella y pocos reflejos
Aunque otra cosa parezca, no es fácil configurar buenos equipos de gobierno, ni siquiera cuando el líder goza de amplia discrecionalidad para elegir a sus colaboradores. Concurren intereses de partido, favores insoslayables y, además, la remuneración no atrae a las mejores cabezas si están vacunadas contra la sugestión del poder y de sus abalorios. Tampoco es infrecuente que el sumo dirigente añada otra limitación a las ya anotadas: que nadie pueda hacerle sombra en virtud de sus talentos. En consecuencia, áreas de gestión decisivas suelen caer en manos de ineptos que transitan por la vida pública sin revelar su inmadurez hasta que han de medirse con un problema grave e imprevisto. Como, por ejemplo, el brote de legionelosis de Alcoy.No aludimos, por más que lo parezca, a los consejeros de Sanidad y Medio Ambiente de la Generalitat, cuyas cabezas, así como las de otros cargos subalternos de los citados departamentos, han pedido insistentemente los partidos de la oposición. Tiempo habrá para exigir las debidas responsabilidades políticas, pues ahora lo apremiante es que los mentados acaben con la dichosa bacteria, restaurando así la tranquilidad del vecindario que tiene motivos sobrados para vivir con el corazón en un puño y sumido en la desconfianza.
No aludimos, pues, a Serafín Castellano y Fernando Modrego, de quienes nadie cuestiona sus buenos sentimientos, sino al Consell en pleno por su falta de reflejos para valorar y acometer el referido brote epidémico desde sus primeros síndromes, 14 meses atrás, nada menos, con 133 infectados por el momento. Se quería una prueba científicamente concluyente para no alarmar a la población, ha dicho el presidente Eduardo Zaplana. ¿Y cuántos pacientes habría de detectarse para buscar las pruebas y los focos de infección? ¿O es que con tal de que nadie se enterase, al margen de los enfermos -¿o tampoco?-, la legionella se iría por donde vino?
La verdad es que, salvada la buena fe, no se percibe otra cosa que una clamorosa insensibilidad del equipo gobernante para afrontar desde su origen el asunto, agudizada por el desmañamiento a la hora de dar cuenta de la situación. Confusión y despiste tanto más notorio cuando por estos mismos días y ante un trance semejante, las autoridades barcelonesas han resuelto el problema en no más de dos semanas. No parece creíble que la competencia de los primos del norte sea tan superior, tanto más cuando en esta comunidad se cuenta con precedentes sonados de legionelosis. Los de Benidorm han sido singularmente evocados y hay motivos para pensar que el entonces alcalde de la villa turística y hoy Molt Honorable debería de haber estado más avisado. Claro que, con lo mucho que viaja por esos mundos, no se puede estar al quite de todos los conflictos domésticos.
Contra lo que algunos opinan, no creo que este episodio merme la solidez y proyección de este Gobierno autonómico. Todavía disfruta de la prodigiosa baraka, la suerte de los ganadores. No obstante, hoy mismo, en la comisión parlamentaria mensual de control y en la otra comisión de investigación que el PP ha aceptado constituir en las Cortes, podría desvelarse la mucha desidia e incompetencia que ha exhumado la maldita bacteria. Lo malo es que estas flaquezas no se curan con agua hirviendo.
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