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Entrevista:CONVERSACIÓN DE DOS GALARDONADAS CON LOS PREMIOS EUSKADI

El testimonio de dos heridas por las letras

El País

El lehendakari, Juan José Ibarretxe, entregará mañana en Vitoria los Premios Euskadi de Literatura 2000 a las escritoras Lourdes Oñederra, por Eta emakumeari sugeak esan zion (Erein), y Paloma Díaz-Mas, por La tierra fértil (Anagrama). Las obras galardonadas en euskera y castellano siguen caminos distantes: en un caso se trata de una novela intimista que narra las emociones de una mujer; en el otro, es un relato en forma de crónica medieval. En cambio, sus autoras, la veterana Días-Mas, premiada en 1992 con el Herralde de novela, y la debutante Oñederra, están unidas por el trabajo en la Facultad de Filología de Vitoria, la pasión por la literatura y el pudor que les provoca sacar sus escritos a la luz.

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Sentadas frente a frente a la hora de la sobremesa Paloma Díaz-Mas y Lourdes Oñederra recuerdan orgullosas que trabajan en la Facultad de Filología, rodeadas "por la más alta concentración de escritores del País Vasco". En ese ambiente desarrollan una profesión que les permite disfrutar "del lujo" de la literatura, pausadamente, a su propio ritmo.Paloma Díaz-Mas: Todos los compañeros de la Universidad que escribimos somos los que los catalanes llaman lletra ferit, los letraheridos.

Lourdes Oñederra: Sí, me siento inevitablemente letraherida.Para bien, porque me encanta escribir y porque estoy entusiasmada con las letras, pero, por otra parte, es muchísimo trabajo y hasta cierto punto un cierto sufrimiento. Me parece que tu literatura es mucho más trabajosa que la mía. Es admirable la forma en que conjugas la parte más literaria con la investigación histórica. Es un gran trabajo, no sólo de lucha con el lenguaje, como en mi caso.

P. D.-M. Yo no sufro escribiendo, más bien disfruto, pero si es verdad que es una labor trabajosa. No sólo por el lenguaje, una característica de la literatura que todos los escritores padecemos y disfrutamos. Como mis dos últimas novelas han sido históricas, tengo que documentarme. Por mucho que escribas historias inventadas, si eliges el género de la novela histórica debes documentarte; si no no escribas un tema histórico, sino una novela contemporánea. Es un trabajo que lo disfruto porque lo hago despacio. Creo que somos dos escritoras que nos parecemos en que no tenemos ninguna prisa. En tu caso es evidente: has estado trabajando de manera continua o discontinua en una novela 15 años. A mí tampoco me importa echarle siete años a una novela como La tierra fértil. Es una actitud ante la literatura que me gusta: vivir de otra cosa y escribir a tu aire y sin presión.

L. O. Yo eso no lo cambiaría por nada. Alguna vez me han preguntado si dejaría la enseñanza y la investigación, y creo que no, porque mi trabajo, la lingüística, me encanta, y porque hace que viva la literatura de manera distinta.

P. D.-M. Nosotras somos dos que escribimos lo que nos apetece y al ritmo que nos apetece.

L. O. Y eso es un lujo.

P. D.-M. Yo te quería preguntar cuándo y cómo te decidiste a publicar la novela. ¿Cómo es el proceso de una persona que va escribiendo, deja reposar el manuscrito, lo retoma, hasta que rompe aguas?

L. O. Toda la vida, desde que aprendí a hacer las letras, iba rellenando carpetas. Un amigo me animó a lanzarme a una cosa un poco más larga. Yo decía que sólo sé hacer comienzos. Con la historia de la novela empecé cuando vine a trabajar a Vitoria, hace 15 años. Cada vez que se me ocurría algo que pudiera servir lo iba metiendo en una carpeta. Cuando me contrataron en Austria como profesora invitada, me propuse ver si era capaz de escribir adrede, no sólo en borbotón, sino trabajarlo. En 1998 y 1999 le dedique un poco más de tiempo, y se lo enseñé a mi amigo. Le entusiasmó y lo pasó a un editor a quien le gustó todavía más. Me propusieron prepararlo para la Feria de Durango, y tuve que encerrarme a hacerlo. Por vergüenza no me volví para atrás, como cuando estás en la piscina al borde de un trampolín.

P. D.-M. Es curioso que después de 15 años, acabaras la novela en un apretón.

L. O. Creía que estaba más verde. Pero empecé a enseñarlo a amigos y vi que funcionaba.

P. D.-M. ¿No te da pudor? Yo nunca enseño lo que estoy escribiendo. Cuando está acabado sólo lo lee Carlos, mi marido, antes que el editor.

L. O. A mí me da pudor incluso cuando me dejan algún borrador. Dar a leer mi novela fue uno de los momentos más terribles de mi vida. No pasé tanto apuro ni en las oposiciones. Me alegro de que te pase lo mismo.

P. D.-M. Tengo un poco de miedo de dejarme influir.

L. O. Sí, te pueden dar una idea que no es tuya. Yo no tengo tanta experiencia como tú, pero creo que también hace falta que lo lea alguien para ver si resulta legible. Yo llevaba tanto tiempo con esa historia que no sabía si podía funcionar.

P. D.-M. Ésa es una duda que siempre he tenido al acabar una novela. ¿Le interesará a alguien más? La sensación es, como tu decías, tirarse a la piscina.

L. O. ¿Cuando empezaste tenías ya la idea de publicar?

P. D.-M. Yo empecé siendo una niña y lo cierto es que siempre tuve la idea de darlo a conocer. Me presentaba a concursos de redacción y eso implica un deseo de dar a conocer lo que haces. Aunque hay gente que desde muy joven ya se plantea que quiere ser escritor profesional, pero creo que no es nuestro caso, tenemos unos comienzos de aficionadas. Empezamos a escribir porque nos gustaba.

L. O. Sí, una de las cosas que hacías en la vida. A mí me publicaron entonces el epílogo de Ehun metro, de Ramón Saizarbitoria. No te planteabas: voy a ser escritora. Simplemente, escribías.

P. D.-M. Ahora el premio nos da la posibilidad de traducir la obra a otro idioma. En mi caso dependerá de que haya una editorial extranjera interesada.

L. O. A mí la traducción me da vértigo.

P. D.-M. Yo hablo desde el punto de vista de quien escribe en castellano, una lengua con más hablantes, con más potenciales lectores. Para mí es importante de cara a la difusión que la novela permanezca años accesible al público. Con la editorial que yo publico tengo un libro editado hace 16 años y se sigue encontrando en librerías. Es importante que sea una editorial que tenga fondo, que esté bien distribuida y que el libro no desaparezca, una cosa que, por desgracia, sucede cada vez más. Las librerías no tienen fondo y las editoriales están triturando los suyos.

L. O. Y cada vez hay menos libreros profesionales. Es una de mis obsesiones: se están convirtiendo en supermercados.

P. D.-M. Las librerías se quejan mucho, pero yo creo que sólo pueden competir con las grandes superficies con un trato más profesional. Si no tienes espacio para que pervivan los libros tienes que tener información.

L. O. Convertirse en delicatessen.

P. D.-M. El problema de la literatura en castellano es la permanencia. Si escribes es para que perdure.

L. O. Sí. La literatura no es un hit parade.

P. D.-M. ¿Tú cómo lo ves en la literatura en euskera?

L. O. Es un tema sobre el que he pensado, he oído y he leído, desde hace años. ¿Por qué escribir en euskera? Yo creo que es porque sí, en primer lugar. No es tanto un posicionamiento político ni afectivo, porque no me siento más lejos de la lengua castellana. Tengo mis afectos muy bien repartidos. Hay una opción lingüística, me preocupa profesionalmente. Bueno, y no sólo profesionalmente. Yo creo que la lengua vasca está en una situación francamente mala. Hemos sido muy triunfalistas. Está en peligro de desaparición, aunque no sea inmediato; la desaparición de lenguas se va acelerando y el euskera no es de las mejor situadas. A los políticos les vienen muy bien las estadísticas, pero en uso real se ha avanzado muy poco.

Es malísimo para la lengua que las novelas se traduzcan rápido. Una cosa que puede hacer la literatura, y es una de mis razones para escribir en euskera, es contribuir a hacer lengua, a normalizar y crear más registros. Pero si no se lee, ya puedes hacer lenguaje muy natural que da igual. Además, como entre los hablantes hay una proporción tan grande de teóricos de la lengua, profesores, traductores, escritores, empleados por instituciones, hay demasiada consciencia de la norma y, a veces con la mejor intención del mundo, y por salvar el euskera nos hemos pasado. Hay gente muy dogmática. Y eso para la literatura es malo. Pero es inútil pensar en las funciones de la literatura, si no hay lectores. Y el euskera no tiene suficientes. La traducción al castellano es todavía necesaria en nuestra comunidad para que una obra funcione como un producto literario. Es contradictorio, casi doloroso, pero es así.

P. D.-M. Una pregunta malévola ¿Te motiva igual el encuentro con los críticos que con el lector?

L. O. Encontrarme con los lectores es muy gratificante, pero los críticos estoy descubriendo que me motivan muy poco. Es generalizar, pero tengo la sensación de que hay lectores y lectoras, gente normal que no está metida en estas cosas, que tienen su propia lectura de su novela y es muy bonito. En cambio, con algunas críticas, de repente, me pregunto ¿y mi novela?

P. D.-M. Yo he tenido la misma impresión: no he reconocido mi novela al leer alguna crítica.

L. O. Tú sabes mucho más que yo de la elección de género, de temas. A mí me eligen los temas.

P. D.-M. Bueno, esa impresión la tenemos muchos escritores. Te van surgiendo ideas, a veces inconexas que se quedan larvadas o dan origen a una narración. La experiencia que tengo es que cuando estoy escribiendo una cosa tengo que elegir el tono, la voz del narrador, la peripecias de los personajes, pero cómo surge la primera idea sigue siendo enigmático para mí. Me suelen noquear bastante los lugares y los objetos. Las dos novelas históricas que he escrito, La tierra fértil y El sueño de Venecia , han sido suscitadas por la evocación de unos lugares concretos. En El sueño de Venecia fue el barrio donde nací en Madrid y en La tierra fértil, unos paisajes de la Cataluña interior que conozco bastante bien.

L. O. A mí me pueden las estampas. Me di cuenta hace poco que no era automático esto de mirar a alguien e inventar una historia. Mis padres lo hacían, por ejemplo.

P. D.-M. Tenías la literatura en casa.

L. O. Yo pensaba que era normal, que lo hacía todo el mundo. Me provocan las historias ciertos aspectos de ciertas personas, que no tienen que ser los más estrafalarios.

P. D.-M. En mi caso son los objetos inanimados; en el tuyo, las personas.

L. O. Sí, los personajes y más que los lugares, el movimiento. Cuántas veces escribo situaciones que transcurren en un avión, en el tren, en el metro.

P. D.-M. Yo soy una lectora caótica y rara. Por ser profesora de literatura leo obras que no están en el canón normal de lo que la gente lee. ¿A tí que te pasa?

L. O. Yo soy también terrible. Empecé a estudiar Filología Hispánica e Inglesa y, yo creo que por espíritu de contradicción, cuando todo el mundo leía el realismo mágico, yo estaba con Yeats, Lawrence y Virginia Woolf. Luego tuve que recuperarlo. Voy leyendo por interés y por lo que me encuentro por casualidad. Me interesa, incluso literariamente, un tratado de neurolingüística.

P. D.-M. Como por obligación tengo que leer mucha literatura, por gusto elijo la antropología o psicología.

L. O. Yo antes me proponía estar al día de lo que iba saliendo en euskera. Pero ya es imposible.

P. D.-M. Tendrías que leer un montón de libros cada día.

L. O. Es tan desproporcionado que me tranquiliza. No se puede llegar a todo.

P. D.-M. La proliferación de novedades causa el problema de colapsar la distribución. A las librerías llegan libros que ni siquiera se exponen, y los que se exponen, duran poquísmo. Y el resto, desclasificados o convertidos en pasta de papel. La única forma de combatir el problema de la poca perdurabilidad del libro es fomentar el fondo editorial y el acceso a ese fondo. Es carísimo almacenar libros. Una solución es Internet o la impresión a la carta, que puede garantizar que perviva un libro sin necesidad de almacenarlos. Un buen porcentaje de lo que se edita no es creación literaria y no hace falta que estén impresos. Y a eso se añade la capacidad de promoción de los grandes grupos editoriales.

L. O. Sumergen en la tiniebla total a otros libros.

P. D.-M. ¿Cómo te sientes con el premio? ¿Para qué te va a servir?

L. O. Supongo que para animarme a publicar. De momento me tiene un poco abrumada. Nó se si te pasará, pero me va a servir para permitirme a mí misma dedicar tiempo a escribir sin sentir ninguna culpabilidad.

P. D.-M. Sí, a veces te sientes un poco culpable por no estar haciendo tal cosa o corrigiendo. A mí me hace mucha ilusión porque es un reconocimiento profesional a una novela a la que he dedicado mucho tiempo, casi siete años. Y me hace gracia que sea el premio Euskadi, porque yo no soy una autora vasca, si por tal se entiende nacida en el País Vasco.

L. O. Yo creo que ya eres bastante vasca.

P. D.-M. Llevo 17 años viviendo aquí. Es un premio que me dan en una tierra en la que no he nacido, pero estoy naturalizada, por decirlo así, y me hace especial ilusión. Demuestra la falta de prejuicios con la que se entrega el premio. Yo pensaba de todas formas seguir escribiendo, pero sirve también para promocionar el libro, que se publicó hace un año, para que se vuelva a hablar de él.

L. O. Hay gente que va a la literatura a poner la rayita entre los de aquí y los de allá. Me parece mezquino decir que escritor vasco es sólo el que escribe en euskera. Y es tonto. Es autodestructivo. ¿Qué es Joyce escritor inglés o irlandés?

P. D.-M. Podía escribir en chino y seguía siendo irlandés.

L. O. Es un planteamiento antiliterario. Soltemos los corsés.

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