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Reportaje:RETRATO ECONÓMICO

Siglos enlatando pescado

La industria conservera, que factura 47.000 millones de pesetas, se mueve entre la tradición y la expansión

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Retos de futuro para la industria conservera

Años duros

Este es un negocio con historia. Una orden de Alfonso IX permitía ya en 1325 "andar e pescar e salar". Cinco siglos después, los sicilianos recalaron en la costa cantábrica buscando materia prima al descender la captura de anchoa en su país y enseñaron a los conserveros vascos su técnica para preservar el pescado en salazón a finales del siglo XIX. En 1924 había sólo en Guipúzcoa casi más conserveras de las que existen ahora en todo Euskadi. Eran, en total, 42 fábricas de conservas y salazones, con 4.360 operarios.Estos son algunos datos históricos que recoge el libro Las conservas de pescado en el País Vasco. Industria y patrimonio, que editó el Museo Naval de San Sebastián en 1997. Esta publicación incluye también otras anécdotas de la historia, como la pujanza que vivieron los fabricantes de conservas durante la II Guerra Mundial por los pedidos de las tropas alemanas.

Concentración

Luego llegarían años más duros, primero, con la derrota de los ejércitos de Hitler -lo que provocó la desaparición de muchas conserveras- y, después, con la política autárquica de la dictadura franquista.El estudio del Museo Naval, que analiza con lupa el sector desde el siglo XIV hasta la actualidad, pretende "dar a conocer a grandes rasgos el pasado y el presente de la transformación del pescado en el País Vasco no sólo en cuanto realidad socioeconómica sino como actividad generadora de un patrimonio industrial, arquitectónico e icónico", según señala en el prólogo José María Unsain.

La mayoría de las conserveras son empresas familiares que han sobrevivido a lo largo del tiempo utilizando técnicas artesanales y una materia prima de gran calidad, cuidadosamente comprada en los puertos vascos durante la costera del bonito, que se desarrolla de julio a septiembre, y durante la temporada de la anchoa, de marzo a junio. Tienen poca producción, pero muy selecta, y cuentan con un porcentaje de exportación medio del 35% a mercados tan exigentes como el suizo y el italiano. "Algunas exportan hasta al Vaticano", comenta un portavoz de la Asociación de conserveros de Vizcaya.

En otra situación se sitúan las grandes empresas del sector: Garavilla, Sálica y Conservas Ortiz, que cuentan con varias plantas de producción, y que han realizado grandes inversiones para dotarse de capacidad productora suficiente para dirigirse al mercado de la gran distribución. Sólo el grupo Garavilla factura, en sus cuatro plantas españolas y en sus fábricas de Marruecos y Ecuador, 35.000 millones de pesetas anuales.

Entre estos dos tipos de empresas se mueve esta actividad, que ha afrontado bastantes cambios en los últimos años. Tan solo entre 1991 y 1995 la industria conservera tuvo que acometer importantes mejoras, con un coste global de 7.400 millones de pesetas, para adaptarse a las directrices técnico-sanitarias de la Unión Europea.

Ahora, en opinión de algunos, ha llegado el momento de la fusión de empresas. La competencia en aumento de terceros países y la necesidad creciente de importar materia prima de otros puertos porque lo que pescan los arrantzales vascos no es suficiente, son las piedras de toque del negocio.Pero contra la concentración de empresas, que defiende el Gobierno vasco, se levanta la cultura tradicional de las empresas, reacias a esta política. Con la misma resistencia se encuentra la Xunta de Galicia. Las conserveras gallegas suponen el 63% de las empresas del sector español; en segundo lugar, se sitúan las vascas y, a larga distancia, las industrias de transformación de pescado de Cantabria y Andalucía.

La actividad de las empresas de estas cuatro comunidades convierten a España en el primer país europeo productor de transformados pesqueros. En datos de 1996, y según un estudio de la Federación Vasco-Navarra de Cajas de Ahorro, España aporta más del 18% de la industria de transformación pesquera y emplea al 22% de los 80.000 europeos que trabajan en esta industria agroalimentaria.

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