Deconstruir el problema vasco
Es urgente. Es imprescindible. Mucho más en estos momentos, en los que podemos estar en los inicios de una nueva fase política centrada en la recuperación del diálogo. Tras la Era Ermua, caracterizada por la expansión del discurso constitucionalista español y hasta del discurso simplemente españolista, tras la Era Lizarra, con la explosión del discurso soberanista vasco y hasta del discurso simplemente escisionista, ¿entraremos en una Era Lluch, caracterizada por la búsqueda de un nuevo equilibrio político basado en un diálogo que reconozca la legitimidad de las posiciones del adversario, siempre que se expresen civilmente? Bendito sea el advenimiento, si se produce (si lo producimos), de esta nueva etapa política. Pero que nadie se equivoque: el diálogo es siempre diálogos, es decir, proceso, paciencia histórica, gestión inteligente de los tiempos, acompasamiento de ritmos, acoplamiento de posibilidades. El diálogo es, también, reconocimiento y por lo mismo renuncia a ganarlo todo, disposición a compartir el triunfo. Todo ello exige actitudes y perspectivas muy alejadas de lo que hoy podemos encontrar en las grandes superficies del mercado político: discursos desquiciantes alimentados con productos de deshecho utilizados para lograr un rápido engorde mediático o electoral. Pero la posibilidad de una nueva fase política exige también dotar de contenidos nuevos ese diálogo que hoy se reivindica. Empezando por el principio.Soy muy consciente -lo decía la semana pasada en estas mismas páginas- del valor que tiene poseer un Estado, de la ventaja comparativa que la posibilidad de apoyar determinadas culturas sociales tiene, de la capacidad de los estados para proteger y desarrollar determinados elementos básicos para el desarrollo de una vida buena. Entre estos elementos, voy a distinguir tres: los hábitats de significado, los hábitos del corazón y las habitas contadas. Los hábitats de significado son aquellos espacios capaces de sustentar los pequeños mundo de la vida en los que los seres humanos seamos capaces de vivir el pluralismo sin sucumbir a la crisis de sentido. Es en ellos en los que fundamentalmente hemos podido desarrollar aquellos hábitos del corazón (es decir, aquellas referencias morales que nos vinculan con una comunidad humana concreta, configurando una determinada forma de ser) que permiten hablar de la existencia de un nosotros. En la era moderna la inmensa mayoría de las comunidades humanas se han configurado, o han aspirado a hacerlo, como comunidades nacionales asentadas en un territorio concreto organizado políticamente en la forma de Estado. Y para muchas comunidades humanas, todavía hoy, la salvaguarda de un hábitat de significado que permita el desarrollo de los imprescindibles hábitos del corazón sin los cuales no cabe una vida realmente humana depende de la delimitación de un espacio territorial protegido por un ejercicio de soberanía (casi siempre, por la vía estatal) que las ofrezca aunque sólo sea una posibilidad de sobrevivir. Ahora bien: ¿podemos afirmar que lo que hoy está en riesgo en nuestro país, que el bien a proteger políticamente, es un hábitat de significado o unos concretos hábitos del corazón? ¿No será más bien el nuestro un problema de competencia (absolutamente legítima, pero de distinta naturaleza) por el control político de recursos materiales, es decir, por lo que he denominado habitas contadas?
De nada sirve tender un puente si luego sobrecargamos sus frágiles arcadas con los mismos viejos agravios, con las mismas viejas soluciones. Es por ello fundamental desestatalizar el problema vasco y su otra cara, el problema español; diríamos mejor desestatonacionalizar, si no fuera por el palabro de marras. Mientras quienes lleven la voz cantante sean, por un lado, quienes no conciben una España distinta de la históricamente realizada, y por otro, quienes no son capaces de concebir una Euskal Herria distinta de la históricamente soñada, el diálogo no servirá para otra cosa que para alimentar el miedo y la desconfianza; para fortalecer, en suma, la alianza de neuróticos.
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