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Tribuna:CRÓNICAS
Tribuna
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Esto es

Juan Cruz

Esto es lo que hay, esto es lo concreto, lo tangible, y no hay vuelta de hoja. Cuando matan a un hombre no hay marcha atrás: el disparo fatal rompe las respuestas que estaban escritas, la muerte deja sin argumentos, establece una brutal crónica sobre lo que sucede: lo que pasa se presenta ya sin vuelo en el verso, como decía José Hierro, no hay alternativa, lo que pasó es lo que está pasando. Lo inevitable se presenta así, ante nosotros, como el final desconocido tras el cual ya no hay esquinas, nadie nos va a salvar del desastre, se nubla la visión, el futuro se detiene, eso que parece tan abstracto se toca, lo tocan los hombres y, en ese instante en que eso se percibe, se produce la tristeza colectiva, existe, la hemos visto.El asesinato es lo que hay y ya la vista se nubla y no existe otra visión, nada la cambia: hacía años que no se apreciaba en la sociedad española un estupor así, una rabia como ésta, y esta respuesta involuntaria pero unánime, no inducida, espontánea, real, íntima y verdadera, tiene su raíz en la perplejidad, en la sorpresa y en el miedo: ¿también a este, que pedía entendimiento? Pues también a éste, acaso porque buscaba entendimiento. Y eso es lo que ha roto el esquema, el vaso de sangre que ha colmado el cubo ingenuo de los que han buscado velas al final del túnel: han matado un modo de esperanza, existen otras, pero ésa era una, y muy insistente. ¿Y después? ¿Qué harán después? Lo han logrado: no sólo han abatido a un hombre, han acabado con su estado de ánimo, el estado de ánimo que él ha representado. Eso es lo que ha producido el estupor, el abatimiento y la rabia, y eso es lo que ha convertido su asesinato, también, esa metáfora que induce a la gente a decir: "Ya no pueden ir más lejos". Irán.

Al menos en Madrid eso se veía así, contundente y viscoso, el miércoles último: como se ven las cosas concretas, las que no tienen vuelta de hoja... Fue quizá el día más gris de los años últimos, la temperatura se heló, el cielo cayó a plomo sobre la ciudad y el silencio se apoderó de la garganta colectiva; no es una metáfora, así pasó, y se vivió de ese modo en las escuelas y en las redacciones, se escuchó por la radio y en los taxis: Gemma Nierga representó, desde la radio, la esencia de la congoja, el llanto múltiple ("no he dicho a nadie que he estado a punto de llorar", ella lloró, no podía parar) que puso el silencio en el borde de los labios de una sociedad cansada.

La sociedad respira porque espera; de pronto sucede un asesinato como el que acabó con la vida de Ernest Lluch y se rompe una vez más (la metáfora es de Felipe González, para otra cosa) el tapiz, ya no hay armonía; la violencia es un desastre y parece un desastre, no hay vuelta de hoja. Se rompe, decía Camus, la armonía del día, el silencio excepcional de un tiempo y un lugar que un día fueron felices. Desde cuándo rompen la armonía, en qué momento rompieron la armonía del día, el silencio excepcional de una playa feliz.

Un asesinato como éste. Ha habido muchos en los últimos años, todo el mundo (él, ella, cualquiera) está amenazado y los terroristas cumplen construyendo argumentos para explicar el miedo. Frente a ese edificio de horror en el que han convertido la convivencia, unos han elaborado unas respuestas y otros responden de otro modo; poco a poco, el abismo entre unas respuestas y otras ha llegado a ser, también, una de las muestras del horror civil en el que vive ahora la sociedad española. Mario Benedetti se encontró hace años, en Ecuador, con una pancarta que advertía: "Cuando tenía todas las respuestas me cambiaron todas las preguntas". Ahora ya nos han cambiado, de nuevo, todas las preguntas: un hombre que buscaba las soluciones del diálogo se halla antes de la medianoche con la bala que rompe su voz, quiebra de una vez la claridad de su metáfora. Los que se han manifestado por él y por la libertad en Barcelona piden diálogo, que se prolongue su ejemplo, el que le enfrentó a los que le iban a matar: "Gritad más fuerte, nunca gritasteis contra el franquismo".

Quién hay al otro lado de su propio grito. Decía Candel, han matado a un hombre, han roto un paisaje. Aquí han interrumpido, también, un estado de ánimo. Y de qué manera. Qué desastre.

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