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De la Rúa amenaza con ilegalizar la huelga general en Argentina si se vuelve violenta

Sobre la huelga general de 36 horas convocada en Argentina por el ala más dura del sindicalismo pendía ayer el riesgo de la ilegalidad. El ministro del Interior, Federico Storani, advirtió de que declararía "ilegal" la convocatoria si se producía una situación de "violencia desproporcionada". A pesar de la tensión social provocada por el anuncio de que el paro sería "activo", con marchas, caceroladas y "acciones de repudio", hasta la madrugada de hoy, hora española, sólo se registró un incidente menor a las puertas del edificio del Congreso, cuando el jefe del grupo de diputados peronistas, Humberto Roggero, fue golpeado por una piedra que arrojó uno de los militantes del sindicato de camioneros.

La manifestación de los camioneros fue organizada por el secretario general de ese gremio, el peronista Hugo Moyano, líder a su vez del sector disidente de la Confederación General del Trabajo. En su discurso a las puertas del Parlamento, y ante unos setecientos militantes, Moyano volvió a cargar la responsabilidad de la grave crisis económica sobre el Gobierno, al que acusa de someterse a las políticas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de continuar con "el modelo" impuesto durante la llamada "década menemista", los dos periodos de Gobierno del peronista Carlos Menem.En los días previos, el presidente, Fernando de la Rúa, consideró "inverosímil" y "sin sentido" la declaración de una huelga convocada para repudiar la presencia en el país de una misión del FMI, que finalmente postergó su llegada a Buenos Aires. En una reacción inesperada para el estilo habitual en él, De la Rúa dijo: "Éstos, que no le pararon a Menem, nos paran a nosotros".

Ante la sorpresa del jefe del Estado, Moyano se preguntaba: "¿En qué país vive el presidente, que no sabe por qué paran los trabajadores? ¿No lee los diarios? ¿Quién le escribe los mensajes? ¿Por qué le tiene miedo al pueblo?". Según Moyano, el país "no tiene perspectiva de mejorar; habrá más hambre y más miseria, pero también habrá más lucha". La policía federal reforzó la seguridad en todos los edificios públicos de la capital.

Grupos aislados de trabajadores de la Administración pública mantenían cortadas, a primera hora de la tarde, algunas calles y también carreteras y puentes de acceso a la capital, pero la policía no intervenía para desalojarlos. La modalidad de interrumpir el tránsito de coches, autobuses y camiones como forma de protesta se ha vuelto habitual en las protestas públicas desde que los llamados piqueteros, desocupados de las regiones y habitantes de los pueblos más pobres de provincias y de la periferia de Buenos Aires, empezaron a utilizar el método de incendiar y arrojar neumáticos viejos a las carreteras para reclamar ayuda.

La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, dijo que el Gobierno hará responsables a los dirigentes sindicales de cualquier acto de violencia que se produzca. Moyano le contestó: "No nos van a asustar haciendo creer al pueblo que somos violentos porque se corta una ruta o una calle. Violencia es rebajarle el salario a los trabajadores, violencia es dejar a la gente sin trabajo, violencia es dejar que se mueran de hambre 55 niños por día". Moyano declaró la huelga con el apoyo del Congreso de los Trabajadores Argentinos, que encabeza Víctor de Gennaro, y de la Asociación de Trabajadores del Estado. La adhesión del gremio de los conductores de autobuses, la Unión del Transporte Automotor, aseguró el éxito de la huelga. Los trabajadores podían llegar a sus empleos por la mañana, pero no tenían asegurado el regreso por la tarde. El metro y los ferrocarriles dispusieron ayer servicios de emergencia, pero hoy casi no habrá otro medio de transporte colectivo en movimiento. El sector dialoguista, los llamados blandos de la Confederación General del Trabajo, que retienen la adhesión de numerosos gremios, el control del sello, la sede y la representación legal, convocaron una semana más tarde a la huelga, pero sólo durante las 24 horas de hoy.

La incesante lluvia aplacó el entusiasmo y la bronca de los empleados que abandonaban sus puestos de trabajo en los bancos y oficinas. Las barricadas de empleados públicos que cortaban el tránsito de las calles en puntos estratégicos de la ciudad se desarmaron, pero varias horas después de iniciado el paro activo eran escasos los coches que circulaban por el centro de Buenos Aires.

Las amenazas, la intimidación de los días previos y la acción directa contra más de cincuenta autobuses de transporte colectivo suburbanos, lograron atemorizar a los ciudadanos. En las escuelas se registró un absentismo de alumnos estimado en el 50%, aun cuando la mayoría de los maestros del turno de la mañana se presentó a trabajar. También funcionaron normalmente hasta el mediodía el aeropuerto internacional de Ezeiza y el Aeroparque Metropolitano, pero los empleados confirmaron que muchos pasajeros habían cambiado sus horarios de vuelo y otros anularon sus reservas porque no tenían garantías de que los servicios se cumplieran normalmente.

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