Se va Fujimori
Fujimori se va. El líder populista que durante una década ha dominado la política peruana, saltándose casi todas las normas democráticas, no ha encontrado la manera de prolongar unos meses su permanencia en el poder para preparar su salida de la manera más conveniente para él. El episodio de la huida y regreso de su hombre de confianza para asuntos sucios, Vladimiro Montesinos, aparece como el detonante de la renuncia. Pero sus raíces están en la dinámica desencadenada por la victoria electoral robada a la oposición, encabezada por Alejandro Toledo, en la primavera pasada. Toledo no se dejó atrapar por las maniobras de Fujimori para que concurriera a una segunda vuelta tan amañada como la primera.La renuncia, confirmada insólitamente por el propio presidente desde Japón, fue anunciada ayer por su primer ministro, Federico Salas, un moderado del que Fujimori echó mano tras su fraudulenta victoria en esa segunda vuelta sin contrincante, en mayo pasado. Salas aseguró haber sido informado telefónicamente por Fujimori, que seguirá en Japón, no se sabe si con intención de quedarse. Su Gobierno dimitió en bloque. El vacío de poder que se abre hasta las elecciones de abril no podrá ser cubierto por el vicepresidente primero, Francisco Tudela, que dimitió en protesta por el regreso a Perú de Montesinos. El opositor Alejandro Toledo insinuó ayer que el álter ego de Fujimori podría no estar vivo y que, en todo caso, la causa inmediata de la renuncia podría ser la implicación del presidente en las tramas de corrupción política y también económica, compartidas con su ex espía en jefe. Toledo no cuestiona la fecha de las elecciones, previstas para el 8 de abril, pero sí propone que la presidencia interina sea ocupada por el presidente del Congreso, Valentín Paniagua, a fin de garantizar la neutralidad del Ejecutivo en este periodo.
La resistencia de la oposición al fraude y el respaldo internacional que obtuvo frente a Fujimori han resultado decisivos para la descomposición acelerada del régimen. Las evidencias de que el vídeo en que se veía a Montesinos comprando a un diputado opositor fue filtrado desde el corazón de los servicios secretos revelaron la división sembrada en el poder por la resistencia interior y la presión exterior. Suele ocurrir en los ocasos de los regímenes autoritarios. Fujimori pretendió reaccionar separando su suerte de la de su protegido (aunque tal vez el protegido fuera él), pero su temor a que el otro denunciara públicamente los asuntos turbios que habían compartido le llevó a adoptar decisiones cada vez más incomprensibles. La fuga y regreso de Montesinos y la ridícula operación de búsqueda encabezada por el presidente en persona avergonzaron incluso al Ejército, sometido estas semanas a las tensiones de la destitución instantánea de sus mandos y de la insurrección de un oficial de provincias con pretensiones regeneracionistas.
La presencia de Fujimori hasta julio, según el calendario propuesto por él mismo, era un factor potencial de división del Ejército y una garantía de mayor deterioro de la situación económica. Seguramente ambas consideraciones han presionado fuertemente sobre el entorno del presidente para que adelante su renuncia. Se abre un periodo lleno de incertidumbres. La salida de Fujimori era condición necesaria para el inicio de una transición, pero la existencia de un poder judicial muy condicionado y la mezcla de elementos democráticos y autoritarios que caracterizan al sistema plantean reservas respecto a las condiciones en que se celebren las elecciones. La neutralidad del Ejército es ahora el factor clave, y para ello será muy importante la actitud vigilante de la comunidad internacional.
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