William Ropp presenta en Vitoria una selección de sus retratos llenos de inquietud y expresionismo
El fotógrafo francés William Ropp (Versalles, 1960) presenta desde hoy en la sala de exposiciones del Archivo del Territorio Histórico de Álava una selección de sus tres últimas colecciones, todas ellas retratos en blanco y negro que trasmiten una profunda inquietud, al tiempo que muestran otra mirada sobre el ser humano. La muestra El escultor en la sombra, que estará abierta hasta el próximo 19 de diciembre, es la última de la carrera meteórica del fotógrafo en el último decenio, que le ha llevado a salas de exposiciones y museos de América y Europa.
William Ropp cita a sus modelos en su estudio y les deja posar. A veces fuerza los gestos de los intérpretes, otras deja que disfruten del tiempo mientras busca su mirada. Pero siempre descubre ese escorzo inquietante, esa mirada turbadora o extraviada que forman parte de las mujeres, los hombres y los niños y niñas que fotografía. Las tres series que presenta en Vitoria bajo el título de El escultor en la sombra ofrecen éstos y otros aspectos que han hecho relevante su visión atípica.Así lo destaca él mismo, cuando reconoce cómo "la gravedad de la mirada de los niños los hace diferentes a otros chicos de su edad, a otros retratos infantiles; aunque quizás sea porque casi todos los protagonistas son hijos de artistas", puntualiza con cierta ironía. Lo cierto es que no hay truco en estas imágenes que componen la parte final de la exposición, sino que son producto del tiempo que esos niños y niñas han tenido tiempo de "interiorizar su mirada". "Todo sale de ellos mismos", señala el fotógrafo de Versalles.
Caso diferente es la colección precedente, donde las figuras y rostros en blanco y negro, de un expresionismo exacerbado, son las que más se acercan a esa definición de Ropp como escultor en la sombra. Lo mismo aparece un gesto exagerado en un rostro deforme que una postura inverosimil entre dos cuerpos desnudos. Tanto en esta serie como en las otras dos, el fotógrafo francés no busca tanto el ser humano deforme, feo, desagradable, como las expresiones de ese tipo que se pueden hallar en cualquier persona.
Así son también las fotografías que conforman la primera parte, la más antigua, de esta selección de imágenes. Son retratos, en apariencia al estilo más clásico, pero que destilan ese gusto de Ropp por lo extraordinario y lo anormal. Tanto es así que, como él mismo recuerda divertido, "muchos de los modelos no acuden a recoger las copias que les corresponden porque les dan miedo las fotografías". Es cierto que son las creaciones más fuertes de la muestra.
En cuanto a su gusto por el blanco y negro es porque lo considera imprescindible. "Tengo que utilizarlo si quiero tocar el alma de los niños; la fotografía a color es más superficial. Y lo mismo me ocurre en el resto de mis trabajos, ya que siempre trato de sacar la tercera dimensión del personaje, la que se encuentra en su interior, porque el papel del ser humano es inseparable de la creación fotográfica", reflexiona. William Ropp no concibe una imagen sin un personaje, ni cuando hace paisajes.
Buena muestra de la seriedad y contundencia de sus fotografías es el currículo que acumula, con exposiciones en su país natal, y en distintas ciudades de Alemania, Italia, Portugal, República Checa, Brasil o Estados Unidos. Además, su obra se encuentra en colecciones de museos de estos países como el Museum of Fine Arts de Houston o el Center of Photography de Woodstock.
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