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A Larry Lindsey no le gusta el euro

Soledad Gallego-Díaz

Una de las personas que más se opuso en Estados Unidos a la intervención de la Reserva Federal en defensa del valor del euro, en septiembre pasado, fue el ex profesor de Harvard y ex miembro del comité de gobernadores de la Fed Lawrence B. Lindsey. El dato no tendría mayor importancia si no fuera porque Lindsey es el principal asesor de George W. Bush y porque, si el recuento en Florida no lo impide, está previsto que se convierta en su gran gurú económico una vez alcance la presidencia de EE UU.Lindsey será quien coloque el "esqueleto" económico, la traducción técnica, a la teoría del "conservadurismo compasivo" que predica Bush y quien traduzca en números exactos la privatización parcial de la seguridad social y el recorte de impuestos que figuran en el programa electoral republicano. Será él también quien explique economía internacional a un hombre al que hasta hace poco no le interesaba el tema.

Todos los presidentes estadounidenses han tenido asesores económicos. Lo importante en el caso de Bubyá Bush es que, al estilo de Ronald Reagan, se trata de un político al que no le gusta entrar en "detalles", lo que implica que su gurú económico puede terminar teniendo más poder de lo habitual. No son buenas noticias para los europeos, porque el señor Lindsey no parece que haya sido nunca un gran admirador o apoyo de la Unión Económica y Monetaria.

Lawrence Lindsey siempre ha creído -y así lo explicó en un artículo en The Financial Times en 1996- que Europa hacía sus trabajos sin coherencia: una moneda única exigía estabilizadores económicos para las diferencias "regionales". "En USA, explicaba, existen dos mecanismos estabilizadores: movilidad de la mano de obra y transferencias fiscales automáticas. En la UE no disponen de ninguno de los dos".

El nuevo hombre fuerte de Bush es un gran escéptico sobre las ventajas que acarreará el euro a medio plazo, aunque hay que reconocer que nunca llegó a ser tan crítico como su maestro, Martin Feldstein, autor de un artículo titulado Monnet estaba equivocado en el que auguraba que el euro provocaría conflictos dentro de Europa y una confrontación con Estados Unidos.

Su discípulo es más moderado y, en un comentario publicado el año pasado en Forbes, se mostraba "comprensivo" con cierta pérdida de valor del euro (aunque no predecía una bajada tan grande como la que se registró durante todo 2000): "Un euro débil es una manera de bajar el coste de la mano de obra en la competitiva economía globalizada, sin realmente exigir a los trabajadores que admitan una bajada de salario". El ex profesor advertía que los beneficios "políticos" para los dirigentes europeos de una moneda débil llevarían aparejada la pérdida de confianza en el euro como divisa competidora del dólar.

Como la mayoría de los economistas distinguidos de Estados Unidos, Larry Lindsey es un buen escritor y un gran divulgador. En uno de sus libros, The growth experiment: how the new tax policy is transforming the U.S. economy realiza una apasionada defensa de la política económica de la era Reagan (en la que él mismo intervino como un joven consejero), y en otro, Economic puppetmasters: lessons from del halls of power hace un estupendo retrato de cuatro hombres y de la cultura e historia de las cuatro instituciones a las que sirven o sirvieron: Alan Greenspan y la Reserva Federal; Helmut Kohl y el Gobierno alemán; George Soros y su grupo especulador Quantum y el extraordinario funcionario, viceministro de Finanzas de Japón, Eisuke Sakakibara. Detrás de todos sus escritos siempre existe un cierto pesimismo sobre la capacidad de las instituciones para llevar una vida propia y rutinaria, y también una sólida conexión con la corriente más conservadora del pensamiento económico estadounidense. No será fácil esperar de él apoyo para que Estados Unidos mantenga una política intervencionista de ayuda a la moneda europea.

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