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Amin Maalouf cree que su obra está marcada por heridas de guerra

El autor de 'León el Africano' publica ahora "El viaje de Baldassare"

Amelia Castilla

Amin Maalouf (Líbano, 1949) sabe cómo marcó su vida el hecho de haber vivido una guerra civil y conocer el exilio. "En el origen de toda obra literaria existe una herida, y la mía es haber nacido libanés", aseguró ayer el escritor. En todo lo que escribe Maalouf persiste una figura permanente, la del viajero que se siente extranjero en todas partes. El protagonista de El viaje de Baldassare (Alianza), su nueva novela, no es una excepción.

La idea de la novela permanecía en el recuerdo del escritor libanés desde hacía tiempo, pero en 1994, cuando Maalouf regresó a Líbano, tras 11 años de ausencia, encontró la pieza que faltaba. En el curso de una excursión a Biblos, una casa junto al mar, donde los arqueólogos guardaban las estatuillas y las piezas que encontraban, llamó poderosamente su atención y desató su imaginación. La Iglesia católica y la muralla de la ciudad habían sido construidas por la familia Embriaco, los únicos que pudieron permanecer en la ciudad cuando los mamelucos expulsaron a los descendientes de las cruzadas en 1291. Les concedieron una moratoria de diez años para marcharse, un plazo que obsesionó al autor de León el Africano desde que leyó La historia de las cruzadas de Stephen Runcimau. "Cada vez que leía algo sobre la familia Embriaco aquella anécdota volvía a mi cabeza", recordó el escritor. Lo siguiente es que cuando regresó a París, tras el viaje a Líbano, Maalouf redactó El viaje de Baldassare.Baldassare Embriaco, el protagonista de El viaje de Baldassare, un comerciante de objetos de arte y libros raros, descendiente de una familia genovesa asentada en Líbano, deberá emprender un viaje en busca de un libro maldito, en el que se profetiza el final de los tiempos. En su periplo, Baldassare atraviesa el Mediterráneo y conoce el odio, la xenofobia y los desequilibrios norte-sur. La novela transcurre en 1666, el año del Anticristo.

Maalouff, cuyo ensayo Identidades asesinas se ha convertido en un libro de texto en Bélgica, recurre una vez en la novela que se publica ahora en España al viaje iniciático en el que surge el choque entre las culturas del cercano Oriente y de un Occidente europeo que se prepara para debatir las ideas ilustradas.

Como en muchas de sus novelas, el autor de Samarkanda y La roca de Tanios vuelve a utilizar la búsqueda de un libro, en este caso uno en el que se profetiza el final de los tiempos, para envolver la trama de la narración. "Soy un amante de los libros viejos", cuenta el escritor. "Allá donde voy, recorro las librerías que puedo en busca de nuevos volúmenes. Me gustan no sólo por lo que contienen y la información que me aportan, sino que aprecio su olor y su textura". De hecho, el pasado miércoles, pocas horas después de su llegada a Madrid, el autor de León el Africano recorrió, acompañado de su esposa, varias de las librerías de viejo asentadas en la capital. Entre sus fetiches se cuenta también un libro, una biblia impresa en 1640 y adquirida en Londres, que siempre permanece cerca de él.

Maalouf, hijo de un poeta que fundó dos diarios en Beirut, se parece bastante a sus personajes literarios, aunque nada de lo que escribe es estrictamente autobiográfico. Descendiente de una familia cristiana, originaria del sur de Arabia, trabajó como periodista de guerra y asistió a la caída de Saigón hasta que se exilió a Francia en 1976, a raíz del estallido de la guerra civil en Líbano. Ejerció como periodista hasta que decidió encerrarse en su residencia parisina y dedicarse sólo a escribir.

Su primer libro, Las cruzadas vistas desde los árabes, contaba el punto de vista de los invadidos y marcaba su peculiar seña de identidad. "Me siento más cerca de los perdedores", explica. "Es una actitud que va con mi temperamento y que tiene que ver con mis orígenes, un universo en vías de extinción: cristiano de Oriente, descendiente del Imperio bizantino y, al mismo tiempo, nostálgico del Imperio romano. Entre un Oriente que se endurece y fanatiza y un Occidente convencido de estar en posesión de la verdad, la gente como yo se siente superada por la historia".

Hace 25 años que dejó el periodismo y, a veces, mientras está encerrado en su despacho, enfrascado en la redacción de alguna de sus obras, echa de menos su pasada carrera. "Pero es una sensación que dura sólo unos instantes. Creo que estoy demasiado mayor para volver a las carreteras y a la vida agitada de los periodistas de guerra".

El pesimismo de un escritor

La sosegada voz de Amin Maalouf se vuelve tensa cuando se le pregunta su opinión por la situación en Oriente Próximo. El autor de León el Africano se muestra especialmente pesimista. "Durante mucho tiempo he pensado que podíamos avanzar hacia una situación pacífica. Hubo momentos que estuvimos a punto de tocar el milagro, pero los acontecimientos de las últimas semanas nos hacen ver que estamos muy lejos de la paz", explicó ayer el escritor.

Maalouf cree que las personas sensatas tienen motivos para sentirse desesperados con lo que está ocurriendo a diario en los campos de refugiados con los palestinos, aunque no comparte las opiniones de Arafat. "Lo ocurrido en todos estos años se ha borrado de un plumazo y hemos vuelto a la lógica de conflictos". Tampoco se siente satisfecho con la evolución del Líbano. "Esperaba que tuviera una evolución similiar a la de España: democracia, desarrollo y libertad, pero no es ese el camino que ha seguido".

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