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Enrique de Hériz novela en 'Historia del desorden' el terrorismo lúdico

Amelia Castilla

Hasta hace muy poco, Enrique de Hériz (Barcelona, 1964) vivía de explicar las novelas de otros. El que fuera editor de Ediciones B presentaba la semana pasada su segunda novela, Historia del desorden (Seix Barral), una fábula sobre "terrorismo lúdico", protagonizada por cinco personajes empeñados en no trabajar y obsesionados por la libertad. Pese a la cercanía que siente el autor por los protagonistas, Hériz reconoce que padecen de una inmadurez crónica, que ninguno de ellos hace nada excesivamente heroico y que tienen la cabeza llena de pájaros.Lo de los pájaros es algo más que una frase del autor. La novela está plagada de aves migratorias. "Me interesaba ese animal capaz de hacer algo que los hombres soñamos: volar", cuenta De Hériz. Un ornitólogo, un ingeniero, un genio de la informática, un discutidor y una ejecutiva montan una sociedad alternativa a la de las sociedades actuales.

Parafraseando a Pete Grouse -"Vivir es escoger. Escoger es renunciar"-, Hériz asegura que elegir es precisamente lo que hacen los personajes de Historia del desorden. "Frente a los que apuestan por la seguridad y la rutina, ellos han decidido cambiar su vida sin que eso suponga cambiar la humanidad". Con ese objetivo renuncian a un puesto de trabajo y montan un grupo de terrorismo lúdico". El autor de El día menos pensado cree, como sus personajes, que en la sociedad actual, en la que parece imperar un alto sentido del fatalismo, las únicas formas de transgresión posible son la búsqueda de la belleza y el intento de mantenimiento de la ingenuidad. "Cualquiera de los problemas importantes que nos afectan tiene una solución alternativa, y hay gente que ya se lo está planteando".

De Hériz, que a lo largo de su vida ha dejado un par de veces un trabajo bien remunerado para dedicarse a escribir, no niega que hay algunas consonancias entre su actitud y su literatura, aunque nunca, dice, ha escrito un solo párrafo autobiográfico. La inquietud moral que pervive en la raíz de esta novela no es una característica de la literatura actual. "Lo que distingue a la narrativa de hoy es que no hay nada que la distinga".

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