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MAGUIB MAHFUZESCRITOR EGIPCIO Y NOBEL DE LITERATURA

"Doy gracias a Dios de ser ciego para no ver la muerte de los niños palestinos"

Maguib Mahfuz es, sin duda, el novelista más popular en todo el mundo árabe. Este personaje, que no fue conocido en Occidente hasta 1988, cuando recibió el Nobel de Literatura, seduce ya a millones de lectores en esta región desde hace más de 50 años. Él, al que siempre le ha gustado pasearse libremente por las calles de El Cairo y sentarse en los cafés para hablar durante largo tiempo con sus amigos, permanece hoy recluido en su casa. Debilitado físicamente, recibe a EL PAÍS vestido con una bata. Pero su lúcido espíritu de literato parece seguir de cerca todas las noticias de actualidad. Cuando habla, uno tiene la impresión de estar ante un mago o incluso un sabio jefe de tribu. Este hombre, bajo de estatura, autor de una obra considerada por la Academia Sueca como patrimonio de toda la humanidad, fue víctima en 1994 de un atentado del que no se ha recuperado. Su mano derecha, que fue seriamente afectada, ha quedado casi paralizada. Pero no se deja arrastrar por la desesperación y resiste al marasmo con todas sus fuerzas. A los 89 años sigue siendo una persona muy tranquila, pese a que se está volviendo cada vez más sordo y ciego, y sigue escribiendo..., aunque ello le suponga un gran esfuerzo. Pregunta. Me gustaría iniciar esta conversación con el tema más controvertido ahora mismo en Oriente Próximo: el aumento de la violencia que comenzó en Jerusalén y que se extiende por toda la región. ¿Puede comentarnos estos hechos?

Respuesta. No puedo ocultar que siento un enorme dolor y una profunda tristeza a causa de ello. Y cuando intento comprender por qué comenzó todo esto, me doy cuenta de que toda esta violencia fue desencadenada por un político extremista que, al querer atraer la atención de los suyos, violó un templo religioso sagrado. Según mi punto de vista, el primer error es la violación de cualquier monumento que sea considerado sagrado por cualquier religión. Los elementos sagrados de todas las creencias religiosas deben ser respetados por todos, sea cual sea la religión que uno profese. La falta de respeto a esta regla es, en sí misma, una violación, incluso un crimen contra la humanidad. Por supuesto, había que esperar a que, ante tal ofensa, aquellos que se sintieron agredidos reaccionasen expresando su cólera. En este caso, han lanzado piedras contra aquellos que les ofendieron gravemente.

P. ¿Cómo interpreta la reacción de Israel hacia estas poblaciones?

R. A mi parecer, todo esto podría haberlo arreglado rápidamente la policía local, sin que se produjeran graves consecuencias. Fue entonces cuando quedé muy sorprendido, cuando me dijeron que habían llamado al Ejército y que, en esos momentos, había helicópteros y tanques de guerra luchando contra manifestantes armados con piedras. Sin duda, ésta es una actitud salvaje y primaria. Nunca pensé que Israel pudiera obrar así. Siempre he tenido un muy alto concepto de ellos. Siempre los he juzgado como un pueblo muy civilizado, incapaz de actuar de una forma tan irracional.

P. Pero las cámaras han demostrado que estaban matando a niños y adolescentes.

R. No puedo ocultar mi alivio por no haber podido ver tales escenas. Por primera vez, he dado gracias a Dios de no ser capaz de ver con claridad. Pero las escenas que me han descrito, como la del pequeño Mohamed el Dorra muriendo en los brazos de su padre, u otras en las que las botas de los soldados israelíes golpean con violencia las cabezas de los jóvenes palestinos, no demuestran un comportamiento que pueda considerar humano, o siquiera razonable.

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P. ¿Qué repercusión tendrán estos ataques de cara al futuro?

R. Lo que lamento más que cualquier otra cosa es que el proceso de paz, que se encontraba a un paso de su final, parece haber retrocedido hasta el punto cero.

P. ¿Qué opina de la cumbre de los países árabes que tuvo lugar en El Cairo la semana pasada?

R. Con todos mis respetos por lo que se dijo en la cumbre de El Cairo, considero que su consecuencia más importante es, sin duda, haber establecido un sistema por el que los representantes de los Estados árabes deben reunirse con regularidad. La voluntad de reunirse periódicamente refleja un nuevo rumbo en la política árabe.

P. Pero, en cuanto a los palestinos, ¿qué cree usted que harán en el futuro?

R. Habrá algunos que seguirán creyendo en el proceso de paz, que sentirán apego por él y harán todo lo posible para no dejarlo morir. Pero, en cuanto a la gran mayoría de quienes viven en los territorios ocupados, creo que, en adelante, recurrirán al modelo de Hezbolá. Aplicarán las técnicas de la toma de rehenes para intentar lograr una gran repercusión en el interior de Israel. Todo esto supone un grave deterioro de los acontecimientos. Pero es el resultado fatal de una escalada de violencia.

P. Así pues, existen dos opciones: la de la paz y del diálogo o la de la guerra.

R. Sí, exactamente, y quienes determinarán esto, a mi parecer, serán los israelíes, no los palestinos.

P. En un contexto como este, ¿cree usted que los estadounidenses deben seguir siendo los valedores de la paz?

R. Sí, creo que siguen siendo los mejores valedores porque también tienen una gran fuerza y una gran influencia en los países de la región. Son los que más desean lograr la paz porque saldrán muy beneficiados.

P. ¿Qué dimensión tiene la influencia estadounidense en la región, sobre todo en el mundo árabe?

R. Es evidente, y todos lo reconocen, que tienen una influencia muy fuerte en todo el mundo árabe. Sin embargo, ejemplos como el que estamos comentando en estos momentos demuestran que, seguramente, puede verse afectada, e incluso reducirse.

P. ¿Cree usted que el petróleo es un arma con la que los árabes pueden imponer sus puntos de vista en la escena internacional?

R. A este respecto, pienso que el petróleo ya no es un arma tan eficaz como antes. Hoy, otros países fuera del mundo árabe también son productores de petróleo. Y esto se suma al hecho de que el propio EE UU dispone de una gran reserva.

P. ¿Cómo ve la influencia de la globalización en los pueblos del Tercer Mundo, sobre todo en el mundo árabe?

R. Mi experiencia con estos conceptos demasiado modernos es relativamente limitada. Sin embargo, en mis conversaciones habituales con mis amigos economistas no creo haber oído jamás que la globalización haga prosperar económicamente a los pueblos del Tercer Mundo. Incluso me han dicho que con ella no se respetan los derechos vitales del ser humano como el tener trabajo y dignidad. Pero, en lo que respecta a la apertura y al intercambio de conocimientos entre los pueblos, considero que es muy positivo, sea en el mundo árabe o en cualquier lugar del planeta.

P. Hace unos años, usted fue víctima de un atentado terrorista. ¿Qué representa para usted, transcurrido cierto tiempo?

R. Para mí es una sensación muy real que debo experimentar todos los días, porque todavía no estoy curado. Aquí tiene mi mano derecha, que hasta ahora no he podido utilizar eficazmente. Las consecuencias del atentado siempre están presentes en mi vida cotidiana, tanto en mi cuerpo como en mi espíritu.

P. ¿Y cuál es su opinión sobre el fundamentalismo islámico que fue el origen del atentado del que usted fue víctima?

R. El extremismo no tiene nada que ver con la religión. La religión surgió para servir a los pueblos y, debido a ello, nunca hubiera podido ser extrema o defender puntos de vista extremistas. Todos los resultados del extremismo son catastróficos.

P. Algunas opiniones en Occidente siguen estableciendo un paralelo entre islamismo y violencia. ¿Qué opina de ello?

R. No es cierto. En realidad, pensar de ese modo es una gran injusticia. Y, a menudo, respondo a este tipo de juicios mediante la siguiente pregunta: ¿eran musulmanes los nazis y los fascistas? El islamismo no es una religión violenta; al contrario, predica la tolerancia entre los pueblos y las religiones. Y la prueba de ello se encuentra en su propia historia. El periodo en que los califas musulmanes gobernaron el mundo árabe fue en el que hubo mayor tolerancia y coexistencia pacífica entre las religiones. En aquel tiempo, judíos, cristianos y musulmanes vivieron juntos, en paz y seguridad.

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