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'Crónica de un cambio' expone las propuestas más solidas del arte contemporáneo en Occidente

El arte contemporáneo de los últimos decenios ha confirmado los pasos que ya se apuntaban a mediados de siglo: la concentración definitiva de las propuestas artísticas, por encima de países y continentes. La exposición Crónica de un cambio, que lleva el largo subtítulo de Arte contemporáneo internacional como preámbulo de un milenio, trata de hacer un repaso a la creación en soportes clásicos (pintura, escultura y fotografía) que se realiza en Europa, América y Australia. La muestra, que se inauguró ayer, se presenta en la sala de la Caja Vital hasta el 9 de diciembre.

Una sociedad cambiante

Crónica de un cambio es una exposición concebida expresamente para la sala de exposiciones de la Caja Vital en Vitoria (Postas, 13-15). El crítico de arte Fernando Francés ha seleccionado casi 60 obras de artistas contemporáneos, procedentes todas ellas de colecciones privadas, lo que supone una visión absolutamente ecléctica y global del arte internacional.La muestra presenta dos miradas complementarias: además de un recorrido por la creación actual y sus múltiples formas de expresión -con una superación total de fronteras y tópicos locales-, el visitante puede percibir, aunque sea solapadamente, un reflejo del coleccionismo en España. Algo, en fin, que "tiene que ver con la evolución de toda aventura de la que aún no se conoce el final, pero que se adivina rico, sorprendente, cautivador", en palabras de Francés.

Las obras que forman la exposición están realizadas por más de 40 creadores de importante proyeccción internacional. Artistas americanos de la talla de Robert Rauschenberg, Donald Judd, Robert Manglod, Peter Halley o Gabriel Orozco comparten espacio con la australiana Tracey Moffat o los europeos Jiri Dokoupil, Albert Oehlen, Sophie Calle, Thomas Ruff o Juliao Sarmento, sin olvidar los españoles con renombre internacional como Miquel Barceló, Susana Solano, Juan Uslé, Pepe Espaliú, Guillermo Paneque o Juan Muñoz.

Ante esta avalancha de nombres, el visitante puede optar por prescindir de la firma y recorrer la exposición en busca de los lenguajes artísticos contemporáneos. El arte de los últimos tiempos presenta un perfil muy heterogéneo y ha discurrido en torno a múltiples propuestas que van desde la abstracción a la figuración, pasando por el póvera, el conceptual o el minimalismo. Todas estas corrientes están presentes en una exposición en la que no se presentan expresiones más complejas hoy dominantes, como las instalaciones o la performance. Se ha optado por el soporte clásico: ahí están los interesantes cuadros de Georg Herold, Juan Uslé o Miquel Barceló para recibir al visitante en la primera sala dedicada a la muestra.

El segundo gran espacio se presenta con un inquietante banco de granito de Jenny Holzer que tiene tras de sí un no menos angustioso lienzo de Annete Lemieux.

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En esta gran estancia, los lenguajes artísticos de cada creador se entremezclan y confunden como expresión diáfana del tiempo que les ha tocado vivir. Tal y como señala Fernando Francés, es "reflejo de una sociedad y un momento histórico cambiante, en el que las nuevas tecnologías, la era de la información y los procesos múltiples se encuentran al alcance de todos".

Ante esto, cada artista responde como puede y siente: las esculturas del recientemente fallecido Pepe Espaliú son de una ironía cruda que contrasta con la ironía amable de Guillermo Paneque o la alegoría de Juan Muñoz.

Y no hay que olvidar las obras fotográficas, desde los retratos realmente crudos de Thomas Cruff a la serie de Miguel Riobranco, una mirada a la noche peligrosa de la ciudad.

La exposición, en fin, se presenta como la crónica de un tiempo. No hay lugar para las complicidades estéticas, según el comisario de la muestra, sino que se trata de "exponer las existentes; han sido seleccionadas aquellas propuestas que se sostienen sobre unos pilares conceptuales más solidos y duraderos".

Fernando Francés, en la presentación de la muestra, no se quiso olvidar tampoco del origen de las obras: el coleccionista que las adquiere después deque salen del estudio del creador. "El acto de los aficionados al arte, que cada vez son más en España, de ceder a la sociedad su joya más preciada es semejante al de abrir de par en par nuestra casa a todo el que la quiera visitar; es hacer de dominio público la sensibilidad y la mirada".

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