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De la esperanza de Oslo al bloqueo de Camp David

Siete años de negociaciones no han bastado para cimentar la confianza israelo-palestina

Desde que el 29 de septiembre la policía israelí disparase contra los manifestantes en la Explanada de las Mezquitas, la Intifada Al-Aksa está en marcha para los palestinos. El proceso de paz está hecho añicos. En uno y otro bando, es el momento de la unión sagrada, del regreso de la primacía de la identidad; en muchas mentes, lo religioso y lo irracional suplantan a la política. La provocación de Ariel Sharon, perorando un día antes en Haram al-Sharif, no es suficiente para explicar este cambio brusco. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?El primer acuerdo de Oslo (13 de septiembre de 1993) estipula en su preámbulo que Israel y la OLP "reconocen sus derechos legítimos y políticos mutuos, actúan con el objetivo de vivir en un clima de coexistencia pacífica, respeto y seguridad mutuos y pretenden instaurar una paz justa, duradera y global y una reconciliación histórica". Ya en su primera frase están inscritas todas las esperanzas y ambigüedades del proceso de Oslo. ¿Los derechos? Para los israelíes, la palabra clave es "legítimo": el pueblo judío tiene su hogar en Eretz Israel. Para los palestinos, estos derechos son ante todo "políticos" (retirada israelí e independencia). Por coexistencia, los palestinos entienden "respeto", y los israelíes, "seguridad". ¿La paz? Vista desde Israel, debe ser "global". La OLP quiere que sea "justa", que Israel reconozca sus responsabilidades en la expulsión de los palestinos.

Por tanto, para empezar, cada bando asigna un contenido muy diferente a las mismas palabras. En cambio, dos principios eran admitidos por ambos. El primero resumía la filosofía de las negociaciones con la fórmula (no escrita) de "territorio a cambio de paz". El segundo consistía en resolver los problemas avanzando desde lo más sencillo hasta lo más difícil para establecer un clima de confianza. Por último, el "periodo transitorio" que debía conducir al "estatuto final" no tenía que "superar los cinco años".

Desde el principio, los elementos clave de esta confianza, los plazos, no fueron cumplidos. La primera retirada del Tsahal [Ejército israelí] de Gaza y Jericó se produjo cinco meses después de la fecha prevista. Aparte de los trastornos tras los sucesivos acuerdos provisionales -masacre de musulmanes en la tumba de los Patriarcas de Hebrón por el colono Baruch Goldstein (25 de febrero de 1994), ola de atentados de Hamás (abril de 1994 y febrero-marzo de 1996), asesinato de Isaac Rabin (4 de noviembre de 1995), llegada al poder de Benjamín Netanyahu (29 de mayo de 1996) y de Ehud Barak (17 de mayo de 1999)- éstos siempre llegaron más tarde de lo previsto y fueron mucho más restrictivos de lo que esperaban los palestinos.

El origen de los retrasos: la incapacidad palestina de proporcionar a los israelíes las garantías de seguridad, cada vez mayores, que éstos exigen y la creciente convicción israelí de que hay que ceder lo menos posible antes de abordar las cuestiones de fondo. Así pues, cinco acuerdos -El Cairo (4 de mayo de 1994), Oslo 2 (28 de septiembre de 1995), Hebrón (15 de enero de 1997), Wye River (23 de octubre de 1998) y Sharm el Sheij (5 de septiembre de 1999)- fueron dolorosamente negociados o renegociados.

El 11 de julio de 2000, en Camp David, ¿en qué punto se estaba, sobre el terreno y en el plano político? Como observador en la ONU, la Autoridad Palestina (AP) fue reconocida de facto internacionalmente. Su Estado estaba en gestación, con un Gobierno, un Parlamento y policía. (Al exigir a Arafat cada vez más seguridad, los israelíes han propiciado la constitución de grupos palestinos armados, con unos 50.000 hombres). Israel liberó a miles de palestinos encarcelados, pero no todos los que exigían sus interlocutores. La AP obtuvo un aeropuerto en Gaza y una carretera que une sus dos zonas.

Pero, en siete años, Arafat sólo se ha hecho con el control real del 70% de Gaza (360 kilómetros cuadrados), del 13,1% de Cisjordania (5.673 kilómetros cuadrados) y nada en Jerusalén Este, es decir, en total, el control del 20% de los territorios conquistados por los israelíes en junio de 1967 (que, a su vez, constituyen el 22% de la entidad Palestina). Cisjordania está dividida en zonas sometidas a tres estatutos diferentes: A (bajo control palestino), B (donde la seguridad sigue en manos de los israelíes) y C (bajo control israelí). El acuerdo de Sharm (no llevado a la práctica) prevé que la zona A representará el 17,2% del territorio; la zona B, el 23,8%, y la zona, C el 59%. En cambio, fuera de Jerusalén, la AP ejerce un poder directo o parcial sobre el 70% de la población.

Por su parte, la colonización de los territorios ha proseguido bajo los gobiernos de Rabin, Netanyahu y Barak. Según la ONG israelí B'Tselem, desde el acuerdo de Oslo, 78.000 colonos se han establecido en ellos y las autoridades israelíes han construido 11.190 nuevas viviendas. El número de asentamientos (que reúnen a 200.000 personas) ha pasado de 122 en 1993 a 141 en 2000. El balance de víctimas de siete años de paz se eleva a 385 civiles y 23 policías palestinos muertos por las fuerzas del orden o por colonos israelíes, 171 civiles israelíes muertos en atentados palestinos y 92 soldados y policías israelíes muertos en enfrentamientos.

Último elemento, esencial, en vísperas de Camp David: la debilidad de Barak y Arafat. El primero, sin un Gobierno mayoritario tras el abandono de seis ministros. Y la imagen de la AP, corrupta y brutal, está de capa caída.

¿Qué ocurrió en Camp David? Desde el fracaso de la cumbre, ningún participante estadounidense o israelí ha proporcionado la más mínima información. Sólo hay un testimonio directo: el de Akram Haniyyé, miembro de la delegación palestina, publicado por la revista Al Ayyam (29 de julio-10 de agosto). ¿Qué dice esta versión de los hechos?

1. Arafat, al juzgar que la cumbre estaba muy mal preparada, no deseaba acudir. Unas negociaciones secretas acababan de saldarse con un fracaso en Estocolmo. Los estadounidenses no lo tuvieron en cuenta. Por su "incapacidad para comprender la realidad palestina", estadounidenses e israelíes pronosticaron que "el aislamiento, combinado con una enorme presión", harían doblegarse a Arafat. "Hay que alcanzar un acuerdo, si no Barak caerá", repetían los estadounidenses. "Clinton agitó el caramelo de una ayuda considerable", mientras que, en caso de desacuerdo, los palestinos quedarían "aislados".

2. Los estadounidenses no mediaron. "Nuestra delegación siempre tuvo la sensación de encontrarse ante una delegación conjunta israelo-estadounidense".

3. "El fracaso fue completo" sobre la cuestión de los refugiados. Barak "se negó en redondo" a reconocer "cualquier responsabilidad israelí" en su tragedia.

4. Respecto a las fronteras, Israel propuso anexionarse "entre el 10% y el 13,5%" de Cisjordania, mientras que los estadounidenses redujeron la cifra al 9%. Estas "demandas habían sido hinchadas para ser presentadas después como concesiones generosas".

5. Todas las fórmulas sobre Jerusalén trataban de mantener la soberanía israelí en la ciudad vieja y en la mayoría de los alrededores. "De pronto", sigue señalando Haniyyé, "estos laicos se pusieron a hablar como fundamentalistas y el acceso a la Explanada de las Mezquitas bajo soberanía israelí pasó a figurar en el centro de las reivindicaciones". Israelíes y estadounidenses, "al dar preponderancia al aspecto religioso sobre el político, preparaban los futuros estallidos", asegura.

6. En las conversaciones, Arafat fue inflexible: las resoluciones de la ONU 194, 242 y 238 implican la retirada de los territorios conquistados en 1967 y el derecho al regreso de los refugiados. Conclusión implícita de Haniyyé: el "final del conflicto" exigido por Barak sólo se producirá tras la aceptación de dos de los principios de Oslo, los "derechos políticos" y la "paz justa".

Evidentemente, esta versión de los hechos va dirigida a la opinión pública palestina. Oculta otras propuestas discutidas (como la cesión de territorios a los palestinos en el Neguev a cambio de las anexiones israelíes) y el hecho de que la AP no se plantee un regreso masivo real de los refugiados. Pero, sin duda, en el fondo no se aleja mucho de la realidad y, por otro lado, ha sido confirmada por los diplomáticos israelíes, que ya no dicen que en Camp David ambas partes estaban "al borde" de un acuerdo.

Este texto, premonitorio sobre el riesgo explosivo de colocar lo religioso en el corazón del conflicto, muestra que desde Camp David los palestinos están convencidos de que sus relaciones con Israel entran en una nueva era. El fracaso debe "incitar a los israelíes a abandonar sus ilusiones de que el bando palestino está dispuesto a aceptar lo que sea siempre que se les presione". En adelante, el objetivo palestino parece ser lograr, mediante la revuelta y/o la negociación, la parte fundamental de lo que no obtuvieron en Camp David. El riesgo que corren es enorme. Pero, ¿cuál es el objetivo político de los israelíes si aún desean, como en Oslo, librarse de la trampa histórica de la ocupación?

© Le Monde / EL PAÍS

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