De la resistencia a la desesperanza
Los empresarios vascos advierten de que están al límite de su capacidad de aguante ante el acoso de ETA
El empresariado vasco ha comenzado a desmovilizarse y perder la unidad de acción que alcanzó en años pasados en su rechazo a la extorsión económica de ETA. Así lo han reconocido personalmente varios industriales que, sobre todo en Guipúzcoa, soportan en los últimos meses una presión brutal de ETA y de sus grupos satélites. Los empresarios pasaron el peor mes de agosto que recuerdan, y la pesadilla ha continuado tras la vuelta de las vacaciones. La presión de ETA sobre el colectivo, más aguda y más generalizada que nunca a raíz del asesinato del presidente de la patronal guipuzcoana, José María Korta, llevaron a bastantes industriales a consultar en medios políticos nacionalistas el grado de riesgo que realmente corrían y las precauciones a adoptar. Todos recibieron la misma respuesta: si puedes, márchate una temporada.Las patronales vascas y su organización confederal (Confebask) son receptoras de esta inquietud y de la petición de orientación y consejo por parte de sus socios, conmocionados aún por el asesinato de Korta en agosto y los posteriores atentados intimidatorios."La capacidad de resistencia toca fondo", confiesa un empresario de Guipúzcoa, guarecido por razones obvias en el anonimato. Y añade que, aunque hacia fuera hay que decir que se aguanta y no se atienden las cartas de extorsión de ETA, eso no responde a la realidad. En la intención de los distintos colectivos empresariales está transmitir este sentimiento de desánimo y desfondamiento al lehendakari, Juan José Ibarretxe.
Las sedes donostiarras del PNV y EA han sido el escenario de muchas confesiones de angustia y peticiones de ayuda. Tanto esos medios políticos como los estrictamente policiales se declaran impotentes a la hora de garantizar razonablemente la seguridad de tantos industriales amenazados. "ETA ha bajado tanto el cañón de sus armas que hay miles de personas en su ángulo de tiro", dice gráficamente un empresario guipuzcoano que ha recibido cartas de extorsión.
Los dirigentes empresariales vascos, también receptores directos de las inquietudes de sus asociados, mantienen un constante intercambio de consultas y encuentros con los responsables institucionales, incluido el lehendakari Ibarretxe. Al temor que provoca el virulento acoso de ETA se suma la zozobra por la falta de unidad de las fuerzas políticas. "No se pueden dar pasos de inversiones, ni pequeñas ni medianas ni grandes, sin tener un panorama político despejado a medio y largo plazo, y un entorno de estabilidad institucional", afirma un representante de la patronal vasca. Desde ella también se ha dicho a los políticos que no quieren aventuras soberanistas, que les exigen un acuerdo para resolver el tema prioritario, el terrorismo, y, en lo puramente político, partir del respeto a la legalidad vigente, el Estatuto vasco y la Constitución. Incluso han cuestionado a los dirigentes del PNV por no romper de forma clara el Pacto de Lizarra.
En los últimos meses, ETA ha peinado Euskadi, en particular las comarcas más industriales de Guipúzcoa, reclamando a los empresarios el mal llamado impuesto revolucionario. Muy pocos propietarios o socios de una empresa o negocio de cierta relevancia se han librado de la carta amenazadora. A las primeras hicieron oídos sordos. Los avisos se repitieron luego con un tono más duro e imperativo, implicando incluso a familiares en la amenaza de represalias. En algunos casos, ETA ha llegado a usar el nombre de parientes próximos en los remites de sus misivas, para disipar sospechas en los destinatarios y garantizar la apertura de las cartas. En otros casos, los envíos llevan el matasellos del propio pueblo del empresario, para aumentar la presión psicológica.
Fuentes del sector aseguran que, en este clima, un número indeterminado de industriales chantajeados e imposibilitados de procurarse una seguridad adecuada -sobre todo propietarios de pequeñas empresas, pero también profesionales- ha optado por pagar la extorsión o busca canales para llegar a la organización terrorista y negociar el precio de sus vidas. Consideran que el momento es de riesgo extremo, como demostraron el asesinato de Korta y la voladura posterior de la discoteca de su hermano, así como las bombas dirigidas anteriormente contra un hostelero de Ordizia y, hace dos semanas, contra un industrial de Legutiano (Álava), todos ellos de adscripción nacionalista. Piensan que si ETA se ha atrevido con la familia Korta, cuya vinculación con el nacionalismo es meridianamente clara, nadie se encuentra ya a salvo. Y creen que no se les puede pedir una resistencia heroica mientras los políticos defienden el diálogo con HB y con ETA.
Fuentes patronales consultadas aceptan que algunos industriales, sobre todo en los pueblos pequeños y en Guipúzcoa, donde la tensión del entorno radical es palpable y la presión del chantaje más fácil, han podido ceder a la tentación de pagar. El presidente de la patronal vasca, Román Knörr, expresa, por el contrario, su "convencimiento moral y formal" de que la gran mayoría de los empresarios se sigue negando a hacerlo.
Pero diversos industriales de Guipúzcoa, Vizcaya y, en menor medida, Álava, aseguran que el empresariado atraviesa el peor momento desde que la amenaza de ETA existe. ¿Resistir para qué y hasta cuándo?, se preguntan. "La presión [terrorista] de hace veinte años era menos generalizada. Y, además, había un objetivo y la ilusión de empezar a construir algo en Euskadi, y la esperanza de que en ese camino de avances democráticos y construcción de la autonomía la pesadilla del terrorismo desaparecería", explica un veterano empresario guipuzcoano que no oculta su desfondamiento.
De una amenaza inicialmente localizada en la oligarquía vasca, la organización terrorista ha descendido hasta la base de la sociedad, y lo mismo que mata concejales del PP chantajea a pequeños industriales, prescindiendo de cualquier otra consideración, incluida la filiación o simpatías políticas de éstos o su arraigo local, circunstancias que durante años funcionaron como un parapeto que ETA no se atrevió a saltar.
La buena marcha de la economía del País Vasco, que sigue creciendo por encima del 4% anual, ha paliado algo la situación. "Pero hay un riesgo real de marcha de algunas empresas, y eso puede ocurrir en muy poco tiempo de continuar así las cosas", advierte el representante de una patronal vasca.
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