El chiste como terapia
La sociedad argentina ha recurrido al humor como última trinchera donde protegerse. Los contadores de bromas y chistes sobre los principales líderes políticos del país arrasan. Los programas de radio y televisión cuentan con imitadores propios del presidente Fernando de la Rúa (a quien llaman Fernando de la Duda), de los ex presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem (o Méndez, para evitar su condición de gafe, que, según la superstición popular, afecta a quien le nombra por el apellido), del ex vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, que renunció hace una semana al cargo, y hasta de la ministra Graciela Fernández Meijide, la única representante del Frepaso en el Gabinete de la Alianza en el poder.Los redactores y dibujantes de los periódicos no cesan tampoco de tocar donde duele. Hace días, en la contraportada del diario La Nación se veía al monigote de un periodista con el presidente De la Rúa. El dibujo del periodista preguntaba: "Doctor De la Rúa, ¿cómo lleva su separación de Chacho Álvarez?". Y el muñeco del presidente contestaba: "Excelente, ya llegamos a un acuerdo. Yo me quedo con el sillón y la banda presidencial. Él se llevó las consignas progresistas, y los fines de semana nos turnamos para sacar a pasear las promesas incumplidas".
Los chistes inundan la sociedad argentina. Todos se empeñan en "tirar buena onda para ahuyentar la malaria". Es de ver en Buenos Aires a grupos de empleados sentados al sol en los parques, durante la tregua del bocadillo, cuando de pronto alguien dice: "¿Saben el último? Resulta que va De la Rúa al banco a cobrar un cheque y el empleado le dice...". Hay que verlos luego riendo a carcajadas. Riendo para olvidar.
En plan de "ponerse en movimiento", "retomar la iniciativa" y "cambiar la imagen", según las instrucciones del presidente De la Rúa tras el terremoto político que sacudió al país, la nueva ministra de Trabajo, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, decidió "tomar contacto con la realidad". Bullrich, de 46 años, ex peronista de izquierda, cercana políticamente a la organización guerrillera Montoneros, ex menemista, ex disidente menemista, ex de otros partidos y recogida al fin por la Alianza, era seguida de cerca por las cámaras de la televisión cuando se encontró en las calles con uno de los millones de parados.
Y eso no era broma. La cara de ese hombre moreno, hablando dignamente, explicando su drama, no era broma: "Haga algo, señora; mire, esta moneda es todo lo que tengo para hoy; vine caminando a buscar trabajo. Y no hay en ningún lado, señora; hace meses que salgo todos los días. Pido una moneda y salgo. No quiero robar, señora. No me obliguen a robar, hagan algo". Ella escuchaba, trataba de interrumpir, pero no lograba superponer su propia voz a la del hombre, acompañado de otros desocupados. Al fin, la ministra dijo: "Vamos a trabajar fuertemente para resolver este problema". Dijo "trabajar fuertemente" y todos, los que estaban allí y espectadores, pensaron que para decir eso era mejor callarse.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.