Arafat ironiza sobre el aplazamiento del ultimátum decidido por el Gobierno israelí
La decisión del jefe de Gobierno israelí, Ehud Barak, de aplazar el ultimátum a los palestinos "tres o cuatro días más" para pacificar los territorios autónomos ha provocado la burla y el desprecio del presidente Yasir Arafat, más preocupado por el paquete de medidas sancionadoras contra la población civil. Los jefes de la diplomacia que se han dado cita en la región ven sin embargo esta demora como un primer paso positivo y su primera victoria en la difícil tarea de mediación, aunque también son conscientes de que el proceso de paz continuará durante un tiempo en cuidados intensivos.
"La prolongación del ultimátum es sólo una más de la larga lista de advertencias de los últimos días. Ahora hay una advertencia, después habrá otra y después otra", comentó ayer en tono ironico el líder palestino Yasir Arafat con respecto a la decisión del primer ministro Ehud Barak de concederle un plazo complementario de "tres a cuatro días" para pacificar los territorios autónomos de Cisjordania y Gaza. Sigue en pie la amenaza de poner en marcha la maquinaria de guerra e iniciar una ofensiva militar para acabar de manera radical con los desórdenes.La decisión de Barak, sin embargo, fue valorada positivamente por los pesos pesados de la diplomacia internacional, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, el ministro de Exteriores ruso, Ígor Ivanov, y el responsable de la Política Exterior y Seguridad Común de la Unión Europea, Javier Solana, que desde ayer han coincidido en Israel para tratar de establecer puentes de diálogo entre las dos partes, frenar los desórdenes y encarrilar el proceso de paz. No en vano ésta es su primera victoria, según ha reconocido el propio primer ministro israelí, quien ha dicho que su indulgencia viene obligada por las presiones internacionales.
"Estoy muy satisfecho de que el Gobierno israelí haya decidido no tener en cuenta su plazo de 48 horas. Creo que es útil", afirmó Annan a la prensa. También recalcó que esta decisión debía de ir acompañada de "medidas concretas para lograr calmar la situación", lo que en su opinión podría alcanzarse "en una fecha no demasiado lejana".
El aplazamiento del ultimátum acordado por el Gobierno de Barak en la reunión del Consejo de Ministros celebrado al finalizar la fiesta religiosa judía del Yom Kipur tiene, sin embargo, su contrapunto: un paquete de medidas sancionadoras impuestas a rajatabla contra la población civil y el Gobierno palestino. La más grave de ellas es el cierre indefinido de los territorios, esto coloca en situación de paro a más de 90.000 obreros de Gaza que no podrán entrar a trabajar en Israel. Al mismo tiempo, Barak ha acordado dar aún más rienda suelta al Ejército para reprimir la sublevación, permitiendo a los mandos utilizar armas pesadas y helicópteros sin necesidad de permisos o consultas previas.
La dureza de estas medidas sancionadoras decretadas por Barak, la mayor parte de las cuales entraron ayer en vigor, están en consonancia con el dictamen elaborado por el mando militar sobre la situación en los diferentes campos de batalla. Según este informe, la estrategia de "retención y de evitar tomar iniciativas" no se ha traducido en un descenso de la violencia.
Ehud Barak, a medio camino también entre la guerra abierta y la negociación, se ha dirigido a la guerrilla Hezbolá, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, para anunciar que no aceptará ningún canje de prisioneros y reclamar la liberación inmediata de los tres soldados capturados el sábado. Ayer, el primer ministro israelí castigó también a los libaneses y envió sobre ellos la aviación, que se paseó, una vez más, impunemente hasta la punta norte del país, demostrando así la vulnerabilidad de este territorio. Continuaban ayer en Beirut las negociaciones para intentar devolver los soldados a casa.
"Israel se reserva el derecho a reaccionar en un momento, en un lugar y de la manera apropiada por el secuestro de sus tres soldados", aseguró ayer en tono enérgico Barak, al mismo tiempo que reiteró sus ultimatos y amenazas contra Siria y Líbano, a los que considera responsables políticos de la operación protagonizada por la guerrilla fundamentalista.
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