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Patria plural

Josep Ramoneda

"Quiero creer que de este sufrimiento compartido ha de nacer una España más auténticamente unida y a la vez más respetuosa de su propia diversidad". Lo ha dicho Maragall en su discurso en el debate de política general en el Parlament de Cataluña. Conociéndole, habiendo oído ayer como lo anunciaba ya en una entrevista con Iñaki Gabilondo, viendo el modo en que organizó el discurso, me parece que en el fondo era lo único que realmente le interesaba decir. Por supuesto, "el sufrimiento compartido" es la violencia que ETA ha extendido por toda España. La idea que sobre esta realidad Maragall construye es fuerte, pero su cimentación es voluntarista. ¿En qué basa su esperanza Maragall? En que "de tanta sangre" tiene que salir "alguna cosa noble". Es una aspiración casi mística, un deseo fundado sobre una idea trascendental del sacrificio -muy cristiana- que no siempre la realidad confirma.Maragall recupera las apasionadas imprecaciones de su abuelo, el poeta Joan Maragall. Ante las convulsiones hispánicas de principios de siglo, Joan Maragall decía que, en el fondo, el problema de España se resolvería aplicando dos palabras extremadamente sencillas: "unión y libertad". Lo cual confirma que los pueblos a menudo arrastran los problemas y muchas veces la dificultad de resolverlos se confunde con la falta de voluntad para hacerlo.

Por eso lo interesante de esta idea de la que Maragall parece enamorado es que al ponerla en el escenario, con cierta intensidad dramática, emplazaba a un cambio en la lógica política catalana. El debate iba por los habituales senderos del pujolismo: Cataluña frente a España. Al solemnizar Maragall la idea de que los problemas de Euskadi también conciernen a Cataluña -y no sólo por un argumento de solidaridad- se situaba en la perspectiva de integrar los problemas de la parte (Cataluña) y los del conjunto, en este caso España (y por extensión, dijo, Europa). Este principio general, Maragall lo llevó hasta lo concreto, cuando habló de financiación autonómica. Maragall rechazó una negociación sin otro fin que regatear para "pagar la factura". De modo que anunció que los socialistas no acompañarían al Gobierno catalán en el viaje de la financiación si los objetivos básicos no estaban claros, es decir si no se trabaja en un modelo que resuelva de modo global la relación estado-autonomías-municipios-sociedad.

El interés de Cataluña en la cuestión vasca empieza por ella misma. Maragall está convencido de que hasta que se resuelva la cuestión de la violencia en Euskadi no se va a alcanzar un escenario en que realmente sea posible lo que en la SER llamó "la patria plural". ¿Qué puede hacer Cataluña para ayudar a que las cosas avancen? Según Maragall, dar un paso adelante, empezar a construir el escenario de esta España plural, porque si ella no lo hace no lo hará nadie. Maragall incluso se atrevió a decir que Cataluña tiene autoridad para hacerlo porque se le tiene respeto. Pujol pasó de puntillas sobre la propuesta de Maragall. Ya había advertido el día anterior en su discurso que hay "gente de casa" que "dice que se ha de hacer un nuevo invento". Y había añadido: "No nos hace falta inventar nada que potencie una gran ilusión, porque Cataluña misma puede producirnos esta ilusión".

El invento de Maragall está servido. Probablemente incomode en todas direcciones. Es mucho más cómodo para quien gobierna en Madrid o para quien aspira a hacerlo atender las demandas contantes y sonantes de Pujol que asumir las historias envolventes de un Maragall que además de resultados exige lealtades y cariños. La situación en Euskadi es tan delicada que, a veces, lo decididamente serio puede parecer involuntariamente frívolo. La primera lectura -y las actitudes espontáneas o calculadas del Gobierno del PP- pueden inducir a pensar que sobre la violencia vasca lo que se produce, por reacción, es más bien un rearme ideológico del nacionalismo español. Maragall parece confiar en que la profundidad del mal -"ni la unidad de España, ni la independencia de Euskadi merecen una sola vida", como dijo Carod Rovira- acabe despertando la conciencia de que ninguna patria merece un asesinato.

Maragall siempre ha tendido a fijarse más en la presunta bondad natural de la especie humana que en la implacable realidad de la voluntad de poder y sus abusos. Si la idea de Maragall tuviera un efecto descentrador de las patrias españolas podría darse por bien empleada. Pero su abuelo la predicó hace casi un siglo, y seguimos en las mismas.

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